miércoles, 26 de febrero de 2014

El amor es un verso libre - Susana Fortes



He andado por las calles de Madrid en los turbulentos años del bienio negro, presidido durante 1935 por Alejandro Lerroux, de la II República leyendo la nueva novela de Susana Fortes con un bonito título como es El amor no es un verso libre

Madrid, 1935. La norteamericana Kate Moore llega a la Residencia de Estudiantes, lugar en el que se reúne la flor y nata de la intelectualidad republicana, con el fin de ampliar sus estudios de literatura española. El profesor Díaz-Ugarte es el encargado de guiar sus primeros pasos en un mundo en el que brillan no solo artistas, músicos, poetas, dandis, soñadores y estudiantes, sino también arribistas inmersos en turbios negocios. Esa atmósfera, en apariencia glamurosa y cristalina, estalla de pronto cuando el cadáver de un alumno aparece flotando en un canal de riego próximo. Entre Kate y  Díaz-Ugarte, a quien la vida coloca en una difícil encrucijada, surge un amor tan apasionado como prohibido que discurre paralelo a la sombra del crimen. Los protagonistas se ven envueltos en una telaraña de intrigas, escándalos y secretos de estado que puede costarles la vida.

Kate, una estudiante de literatura española, desea viajar a España pues está enamorada de los clásicos de nuestra letras. Y lo hace llegando a un Madrid convulso tras la represión de la revolución de 1934 en Asturias. Kate es una mujer de 23 años, de cabello largo rubio, alta, guapa y que viste de forma sorprendente a los cánones españoles de la época. Llega a la Residencia de Estudiantes, núcleo de modernización científica y educativa de España, para ampliar sus estudios en literatura española y deseosa de sumergirse en la cultura de un país que idealiza y, sin embargo, se encuentra con una nación que más bien tiene poco tiene con la imagen que ella tenía en su cabeza. Un país de carne y hueso, con una ingente cantidad de debilidades y que está a punto de quebrarse. En una ciudad en la que todo se sabía y, sin darse cuenta de dónde se estaba metiendo, no puede evitar enamorarse de su maduro profesor, Álvaro Díaz-Ugarte, el otro lado de esta historia. Un hombre de inclinaciones izquierdistas que, para más inri, está casado con la hija de un acérrimo católico y uno de los hombres fuertes del gobierno de derechas.

"La cancela era alta y negra, de hierro forjado, y a los lados crecía una enredadera de campanillas. También recordaba los olores. Estaba el olor a esas flores velludas y redonditas de los espinos a pleno sol y el olor al humo de las boñigas de caballo usadas como combustible; el olor a alcantarilla destapada y a aceite de oliva y a incienso en el interior de las iglesias católicas; el olor de tostar piñas en los pinares de verano, un olor que a los estudiantes extranjeros que acababan de llegar, como ella, les daba una sensación de incendio recién apagado. Un país que huele a incendio recién apagado no es para tomárselo a la ligera".

La novela es una mezcla de intriga política, suspense, corrupción, amor, historia. Arte en definitiva.

Y digo arte porque Susana Fortes se basa para el argumento en la relación que tuvo el poeta Pedro Salinas con una joven norteamericana llamada Katherine Whitmoore y que inspiró algunos de los poemas más bellos del escritor madrileño, como son los que aparecen en La voz a ti debida. 



Y digo arte porque el estilo de Susana Fortes cautiva. La narración avanza con un ritmo adecuado y con un estilo descriptivo. Pero lo que más me ha llamado la atención ha sido que es una novela que se oye, que se escucha, que se huele y que se siente.

"Todo contribuía a incrementar su sensación de irrealidad: el clamor de las conversaciones en un idioma que todavía no dominaba bien, la novedad de todo, los puestos ambulantes de conejos, patos y gallinas en jaulas de alambre, la somnolencia causada por una larga travesía en vela... Madrid, final de viaje".

"El profesor le mostraba una ciudad con una profundidad de campo ilimitada. Ella miraba hacia arriba, hacia los tejados de aquel Madrid provinciano salpicado de campanarios y nubes ligeras, de balcones con gatos encaramados en las buhardillas que a su vez contemplaban los puestos del mercado. Su mente abarcaba todo aquel panorama de cúpulas, vigas, gatos desperezándose al sol, campanillas de pregones ambulantes y ventanas abiertas al tumulto de la calle, como en un zoco árabe. El sol iluminaba las barracas grises y los buhoneros anunciaban sus mercaderías. Kate no estaba habituada al arte del regateo. Pensó que se hallaba en un lugar en el que cualquier deseo de un ser humano podía encontrar su precio". 

Y otra cosa que me ha impresionado en el estilo que Susana Fortes emplea el El amor no es un verso libre ha sido la luz. Al principio de la novela asistimos a un Madrid luminoso de cielo azul que según va avanzando el relato se va convirtiendo cada vez más gris hasta llegar a un oscurecimiento total. Cuanto menos, magistral.

En El amor no es un verso libreSusana Fortes ofrece al lector un relato en el que convergen la novela negra, el thriller político y una inolvidable historia de amor. Con una prosa profunda y sugerente, la autora reflexiona sobre el amor imposible y el precio de la ambición, pero también sobre las intrigas políticas, la codicia y la corrupción que lastran la vida de cualquier sociedad. Me sorprende e irrita al mismo tiempo la torpeza de la clase política, que a pesar de lo convulso de los tiempos, se comporta de forma totalmente egoísta, irresponsable y desvergonzada. Algún paralelismo hay con la época actual, aunque afortunadamente no es completo. Esperemos, al menos, que no lo sea.



En definitiva, una gran novela El amor no es un verso libre, la primera que leo de Susana Fortes que ya me ha cautivado como espero que cautivará a todo el que tenga la suerte de adentrarse en sus páginas para conocer esa parte de nuestra historia en la que España estaba al borde del precipicio.

domingo, 23 de febrero de 2014

Mientras no digas te quiero - Lola Beccaría



Iris Durán es una psicóloga de 47 años que ha dejado su relación con su pareja y tiene una fuerte crisis emocional pues sigue enamorada de él. Su vida amorosa es un desastre. Su jefe le propone que tiene que reciclarse y la obliga a montar un taller para mujeres de arte de seducción debido a que el que actualmente imparte trata de gestionar las emociones con nulo éxito por lo que es suspendido Esta propuesta la atormenta, pero por miedo a perder su trabajo, acepta y se lanza a la piscina aunque no tiene nada claro como lo va a hacer.
Iris no quiere volver a tener sexo con ningún hombre sin estar enamorada de él: "Pero no conocía otro modo de salvaguardarse del dolor de verse en la cama con un hombre al que no amaba, mientras que al hombre que amaba no podía tenerlo en la cama".

Ante un grupo muy hetereogéneo de seis mujeres, Iris asume que se encuentra sola ante el peligro y que debe saltar al vacío confiando en que su intuición y experiencia profesional le sirvan de catapulta para el éxito de la misión.

Anita es una informática de 30 años. Es apasionada y enamoradiza. Huye del compromiso y no quiere hacerse mayor.

Carla tiene 27 años y es repostera y cocinera. Se ha fijado como reto personal que su jefe y amante durante los últimos ocho años abandone a su mujer por ella.

Sonia es una periodista de 34 años. Es una mujer casada que quiere seducir y reconquistar a su marido al que ama profundamente y que padece una enfermedad terminal. Pero no sabe como hacerlo.

Denise es asesora personal. Tiene 44 años. Está separada y tiene una hija. Quiere dejar de ser una gheisa y convertirse en una cazadora.

Eva tiene 56 años. Es viuda y tiene la ilusión de encontrar un nuevo marido y volver a casarse. No tiene ninguna actividad profesional.

Julia es una alta ejecutiva financiera de 48 años. Está divorciada. Ya no cree en el amor y se pregunta continuamente para que se ha apuntado a este taller en el que se encuentra rodeada de este grupo tan inferior a ella.

Todas las protagonistas coinciden en ser mujeres heridas, bloqueadas, atascadas, sin rumbo. Han llegado a un punto de su existencia en el que no saben seguir, si bien sienten que necesitan algo más: satisfacer sus carencias afectivas y al mismo tiempo, reconocerse a sí mismas, saber quiénes son y aprender a reconocer sus verdaderas necesidades, para poder tomar las decisiones adecuadas.

Lola Beccaría en su última novela Mientras no digas te quiero ha buscado crear diversos arquetipos, pues no todas las mujeres seducen, en las propias palabra de la autora, de la misma manera. Cada persona es única, y, en ese sentido, cada persona tiene un estilo de seducir. Lo que necesita es activarse el mecanismo para poder usarlo en su plena capacidad. Y eso es lo que van a lograr todas ellas juntas en el taller de Iris, incluida ella misma. Hay diversas personalidades para que las lectoras, y también los lectores, puedan identificarse con alguna de ellas con facilidad. Al identificarse, cualquier lector puede, siguiendo los pasos del personaje elegido, obtener y aprovechar las claves para sí mismo. La novela puede ser una lectura reveladora para quien se acerque a sus páginas. Y la revelación que va a encontrar es luminosa y milagrosamente sencilla. Las propuestas que se dan son fáciles de entender y de poner en práctica. La autora ha buscado la sencillez en todo momento, la forma más clara y directa de acercarse al corazón de los lectores, y esto creo que ese es uno de los valores de la novela.

 Necesitamos regresar al corazón, cambiar los esquemas del romanticismo. Darnos cuenta de que necesitamos la ternura y los mimos, el cariño. El romanticismo es necesario, aunque, obviamente, se cambien ciertos parámetros. Sería, por así decirlo, cambiar de un romanticismo pasivo, de sumisión, de mujer florero y de hombre egocéntrico, el romanticismo de los cuentos de hadas de siempre, que ya no nos identifica, por un romanticismo activo, ejercido desde la voluntad y el deseo, sin tener que renunciar a nuestra identidad y al mismo tiempo asumiendo que necesitamos amar y ser amados. Un romanticismo de mujeres activas y de hombres más empáticos y conectados con sus sentimientos.

Pasada la pasión de los primeros momentos nos sentimos amordazados, vivimos a medio gas, hambrientos de emociones. Anhelamos compartir. Pero no podemos expresarlo. Solo te dan el aperitivo. Pero no la comida. Y te quedas con hambre. La experiencia completa, la más hermosa, la más intensa, es cuando compartes el alma. Hoy día nadie comparte el alma. Solo el sexo. Antes vivíamos reprimidos tanto sexualmente como emocionalmente. Las mujeres y los hombres. Ahora es cierto que hemos conseguido dejar de estar reprimidos sexualmente, pero seguimos reprimidos emocionalmente. Y es complicado recuperar las emociones. Por ejemplo, en tiempos pasados, por convenciones sociales, los hombres galanteaban a las mujeres y las agasajaban. Hoy día se han perdido las convenciones y no se han sustituido por otras alternativas. Hay un vacío. Y sin embargo, las mujeres siguen esperando que ellos sepan ser románticos, que sepan leer en su corazón; pero se han quedado sin criterios emocionales, de modo que raramente podrán leer en ellas sus necesidades si ellas no se las cuentan. Ellos también lo necesitan, pero son más 'básicos' a la hora de darse cuenta de lo que su corazón demanda o de conectar con sus emociones. En general, los hombres siempre han dejado en las manos de las mujeres las emociones, para que de algún modo se las traduzcan. Pero las mujeres han dejado de hablar, han dejado de pedir que la vida sea bella y que los hombres sean románticos. Han tirado la toalla, porque las han hecho creer que ser modernas e independientes es callarse los sentimientos y porque les resulta demoledor que un hombre les humille o desprecie su emoción genuina. Y, sin embargo, necesitan atreverse a decir lo que necesitan. Arriesgarse a ser frustradas por ellos, a ser abandonadas, a que no quieran más. Esa fase es la que las mujeres se saltan. La atención de su necesidad queda oculta y no la expresan, y pasan sin transición a la siguiente fase: la frustración, la rabia porque no se lo han dado. Así, se produce una situación curiosa: y es la de que se enfadan con los hombres, cuando ni siquiera han expresado lo que desean. Hay que probar a hablar, a decir lo que necesitamos. Hay que volver al tiempo primigenio en que la cultura o la civilización no controlaban nuestras emociones. Es necesario ser románticas (al estilo que cada una elija) para que los hombres puedan escuchar y aprender, porque, en el fondo, ellos también anhelan otra cosa. Incluso ellos están hastiados del sexo por el sexo. El sexo es el aperitivo. Una vez que lo tienes, quieres más. Necesariamente quieres más. Y ese «más» es el amor. Una relación compartida a todos los niveles. Eso es lo que verdaderamente es capaz de saciar nuestra hambre emocional. Y mientras no luchemos por ello, seguiremos hambrientos. Tanto ellos como ellas.

El amor es la emoción esencial del ser humano y actualmente vive momentos críticos, inmersa en una gran confusión. Necesitamos volver a hablar de amor, porque en cierto modo hemos perdido el camino hacia él. Hablando del amor, expresando con genuina emoción lo que esperamos del amor y lo que lo necesitamos, es como podemos tratar de recuperarlo. Sobre todo, la sensación de que cuando nos relacionamos con otros no nos satisface. No conseguimos lo que anhelamos. Esa dolorosa sensación de infelicidad que nos devuelve el intentar relacionarnos con los otros. Es como si hubiéramos perdido el norte, como si no supiéramos amar. O, al menos, no sabemos cómo comportarnos con el otro. Hoy día las relaciones nos producen insatisfacción, enojo, decepción, rabia, resignación. Y fundamentalmente de un sexo contra el otro. Y poca felicidad real, pues enseguida, tras conocer a alguien, llegan los miedos, la confusión, el no saber qué hacer o cómo movernos. Venimos de unos esquemas aprendidos, sociales, educacionales, que parecen no servirnos ya. Pero toda emoción, especialmente el amor, necesita unos canales para expresarse, necesita unas claves compartidas, necesita saber cómo plantarse y dar fruto, algunas instrucciones básicas que puedan funcionar. Sobre todo, que puedan funcionar con cierto éxito. Cuando los valores de siempre ya no sirven, habrá que reescribirlos, pues las claves para funcionar son necesarias entre los seres humanos.



Y en esto consiste esta novela divertida y bien escrita, yo me atrevo a decir que casi terapeútica. Me gustan estas historias. y este libro lo acogí con una sonrisa antes de adentrarme en él. Las voces de esas siete mujeres y los hombres que van pasando por sus vidas resultan especialmente didácticas y abocan a la reflexión del lector sobre su propia existencia, mientras camina por una aventura literaria repleta de erotismo, ternura, intriga y humor, bastante parecida a la vida diaria y en la que la sinceridad de la autora queda reflejada en todos los personajes y en las situaciones que viven. La autora confiesa que "en realidad he escrito la novela desde mi propia incapacidad para construir una relación emocional. Precisamente el hecho de anhelar una relación y no ser capaz de realizarla me ha llevado a tratar de encontrar respuestas. Escribir es un proceso de búsqueda. Se sabe cómo se empieza pero no se sabe cómo se va a acabar. La propia escritura construye un espacio que ni uno mismo conoce y que resulta revelador cuando los personajes cobran vida, se van moviendo y van enseñando cosas. Iris decide organizar el taller porque se da cuenta de que es doloroso arriesgarse a amar, pero sabe que también lo es vivir de espaldas a las emociones".  Lola Beccaría se desnuda en su libro y pone el alma en el texto. Para ella son "desnudeces honorables" que no quieren decir otra cosa más que que está igual de perdida que los propios lectores. "Escribiendo aporto mi granito de arena. Mis conocimientos de psicología y mis propias experiencias me han servido para hacer una reflexión muy profunda sobre lo que necesitamos los seres humanos y sobre los conflictos con los que nos vamos encontrando cuando vamos en su busca. Y creo que esas reflexiones pueden aportar luz a esa oscuridad que ahora reina en el mundo de los afectos". Se diría que la oscuridad afecta más al amor que al sexo, si se atiende a esa frase del libro según la cual "el sexo ya no tiene secretos para nosotros. Sin embargo, el amor es cada vez más misterioso". Lo explica diciendo que para ella el sexo también es primordial, pero que ya no hay represión sexual, que el sexo ya no está proscrito y que por eso ahora le interesa más hablar del amor, que sí lo está. "No estamos dispuestos a reconocer las necesidades emocionales. Son incómodas. Y como no queremos reconocer ni asumir que necesitamos amor, recurrimos a ese sucedáneo que es el sexo". Y de ahí el miedo a comunicarnos, a confesar nuestros sentimientos, a expresar ese amor que puede conllevar un rechazo y a pronunciar esas dos palabras, "te quiero", que tanto significan y que parecen tener siempre nefastas consecuencias. Mejor evitarlas porque, según se desprende del propio título de la novela, nada ocurrirá "Mientras no digas te quiero".

sábado, 15 de febrero de 2014

Carta a mi madre diez años después - Juan Pedro Martín Escolar-Noriega





Valladolid, 16 de febrero de 2014. 

Hola mamá:

Hoy hace diez años que el sonido del teléfono rompió el silencio de la noche para darme esa noticia tan inesperada como cruel. Habías decidido iniciar nuevos caminos y alegrar con tu sonrisa a nuevos amigos que estoy seguro que estarán disfrutando a tu lado.  ¡Pero a los que te queríamos aquí nos dejaste tan solos!

¿Y qué ha pasado en todos estos años? Pues muchas cosas mamá. 

Papá no pudo resistir su soledad, esa que tanto creía amar, en que le dejaste sumido y decidió salir en tu búsqueda tres meses y medio después de tu marcha.  Un día antes de que lo decidiera si que tuve la suerte de poder despedirme de él, cosa que no pude hacer contigo hoy hace diez años.

Pero antes, el 11 de marzo, nuestra amada Madrid se vio sacudida por el terror de la puta religión y la barbarie que siembra y comandos yihadistas pusieron bombas en cuatro trenes de cercanías de nuestra amada ciudad que tanto ha sufrido la intolerancia cuando siempre hemos estado abiertos a acoger a todos, sembrando de sangre y dolor todos nuestros corazones.  Fallecieron 191 personas y 1.858 resultaron heridas, dejando nuestra existencia con el alma encogida.

Tres días después con un gran dolor fuimos a votar y por la noche,de forma sorprendente e inesperada, nos llegaba la gran noticia: el PSOE había ganado y Zapatero se convertía en Presidente de esta España conmovida. Mi primera reacción viendo en televisión las noticias del recuento de los votos fue alzar mi mirada al cielo y pensar como estarías disfrutando. 
Yo mamá, en noviembre de 2006 conseguí salir del infierno.  Al principio no lo vi así y pasé unos meses horribles. Pero ese coraje y esa lucha que tu me enseñaste hizo ponerme de nuevo en pie y hacer la travesía del desierto con trabajos basura y casas compartidas. En julio de 2.009 entre a trabajar en un hospital de forma eventual. Trabajaba unos meses, se acababa el contrato y pasaba un tiempo en el paro hasta que me volvían a llamar. Pero mientras tanto, ese coraje me hacía fuerte y estudiaba duramente para conseguir aprobar la oposición y conseguir la plaza en propiedad. Lo conseguí en 2011, casi a la primera, y desde noviembre de ese año ahí estoy. Pero como no me conformo sigo estudiando para promocionar en el hospital y en eso estoy.



Mamá, Beli y Carolina están preciosas. Estoy muy orgulloso de ellas. Viven juntas en Vallecas y están muy unidas. Ambas tienen trabajo que en los tiempos que corren es un triunfo. Son las mejores hijas que un padre puede soñar.

Mamá, te escribo desde un invento que descubrí en 2009 y que se llama Facebook, y que gracias a él he podido contactar con muchos amigos de la infancia y juventud que el tiempo y la vida me había separado de ellos.  Con alguno de ellos hasta he podido fundirme en un emocionado abrazo personal después de cuarenta años. Pero lo mejor de esto es que en enero de 2013 vi allí una foto de María y la escribí con la esperanza de arreglar lo nuestro. Ella, digna hija tuya, me respondió y otra vez estamos juntos. En marzo de ese año pudimos vernos otra vez después de tantos años de incoherencia,  abrazarnos y besarnos en la estación de tren de Valladolid, y desde ese día nos vemos a menudo y hablamos con mucha frecuencia por aquí o por teléfono.


María vive con Dani. Está también guapísimo. Se lleva muy bien con sus primas y también me lleno de gozo volver a verle este último verano. Ha empezado a estudiar cocina, de casta le viene el galgo, y aunque está aún un poco perdido estoy seguro de que sabrá salir del atolladero en el que se encuentran metidos tantos jóvenes en esta España que les ha tocado vivir. Más les vale reaccionar y mostrarse rebeldes ante tamaña injusticia y luchar como luchamos los que tuvimos que vivir a su edad y con muchos menos años que él esos últimos momentos de la pesadilla franquista que ahora quieren volver a imponernos en nuestras vidas.
Pero pierdo el hilo. Luego retomaré este asunto.

María se compró una casita al lado de los Salesianos de Estrecho. Esa zona por la que tanto paseamos tu y yo cogidos de la mano. Ya no están los cines. Los han cerrado. Pero quedan siempre los recuerdos. Siempre que voy a Madrid intento patear las calles de nuestro Cuatro Caminos en el que tan felices fuimos y en el que tan feliz sigo siendo cuando vuelvo a él. Siento, aunque ahora hay tantos emigrantes, los que quedan, que muchos han tenido que volver a su tierra por la puta crisis, en cada una de sus esquinas los años que allí pasé. Cada uno de sus rincones me lleva a mi niñez y juventud y disfruto en la ensoñación de tantos rostros y cuerpos que por allí vivíamos.

Y vuelvo a a ese momento en que te dije que perdía el hilo no sea que lo vuelva a perder  y esta carta se convierta en ese libro que tanto deseo poder escribir.

Estamos mamá sumidos en una llamada crisis económica que nos está haciendo retroceder en el tiempo. Ya estamos en esos tiempos oscuros que antes citaba. Pero esos eran tiempos de lucha y reivindicación. Lo pasamos mal pero teníamos ilusión y esperanza. Esa ilusión y esperanza que en España y en el sur de Europa parece que se ha perdido. En febrero de 2010, más o menos a los seis años de tu partida mamá, por fin me afilié al PSOE. Era una espinita que tenía clavada y que por fin conseguí arrancar. El abuelo y tú seguro que ahora mismo cuando leáis esto os recorre una sonrisa de satisfacción. Os confieso que me costó un poco implicarme debido a mi definida actitud de que antes tengo que sopesar bien el asunto. Pero el paso estaba dado y en noviembre decidí acercarme al partido. Allí he encontrado compañeros y compañeras muy grandes y algunos y algunas (hay que decirlo así mamá que la Ley de Igualdad socialista lo dicta aunque ahora la quieren destrozar como todo lo que el Socialismo consiguió para nosotros) se ha convertido en grandes amigos. Estoy muy implicado en ese partido que por primera vez oí nombrar en tus labios. Ahora mismo soy Secretario de Bienestar Social de mi Agrupación. Luchamos por volver a ser lo que éramos y es que por la mal llamada crisis económica que provocaron unos mal nacidos neoliberales (por llamarlos de una manera suave) el 20 de noviembre de 2011, un día antes de que entrara en el hospital con mi radiante plaza fija, los españoles engañados por ellos, provocadores y mentirosos canallas, decidieron darle una mayoría absoluta al infame Partido Popular heredero de todos aquellos que se han llamado patriotas y lo único que han hecho a lo largo de la Historia ha sido desangrar nuestra tierra.


España lo está pasando mal, muy mal mamá. Pero ahí estamos, intentando convencer con nuestro trabajo e ilusión inquebrantable para acabar con la falacia de que somos iguales a ese partido podrido que es el PP, y el día, cada vez más cercano, en que volvamos a ganar en las urnas mis ojos volverán a alzarse al cielo y sentir que tu sonrisa vuelve a llenar tu cara. Esa cara tan bonita y tan dulce y esa sonrisa que no pudieron borrar los canallas que te robaron tu infancia y juventud a sangre y fuego y que ahora se han reencarnado en los que nos malgobiernan robándonos día a día todos esos derechos que tan difícil fue conseguir.
Mamá, esto pretendía ser un simple comentario en mi muro en mi muro de Facebook y se está convirtiendo en algo muy largo para publicarlo allá, pero muy corto para lo que mi corazón dicta a mi pluma que corre por el papel. Corre sola y siento mi mano dirigida por las tuyas. Según voy escribiendo mi mente vuelve, va, se transforma, evoca momentos que me harían hacer una historia interminable.

Pero es una carta a mi madre, diez años después.

Estamos bien mamá. Somos pocos pero fuertes aunque tengamos nuestros momentos de debilidad. Pero ahí estamos. Viviendo como tú con tu ejemplo nos enseñaste a vivir.
Y no se me olvida decirte una gran noticia. Somos pocos pero somos más. Hay dos nuevos miembros en nuestra familia que no has tenido la suerte de conocer. Yo te los presento.

Beli conoció hace unos años a Fran. Un chico fabuloso que yo, como sabes, cuando me enteré me reserve la opinión. Pero me ha ganado con su personalidad pausada. Y sobre todo me ganó cuando Beli me dijo que en poco me iba a hacer abuelo. Yo no se si va a ser verdad. ¡Lo deseo tanto! Deseo decir eso que te oí decir a ti que a los hijos se les quiero mucho pero que a los nietos, de forma diferente, se les quiere aún más y, eso lo digo yo, quizás por ser sangre de nuestra sangre. Quiero comprobar si tenías razón. Si la tenías se me va a desbordar el corazón porque quiero tanto a mis hijas. Las amo con locura.


Y para el final queda Beles. A Beles, mamá, la conocí en esos días en que escapé del infierno pero parecía que no salía de él. Me escuchó y poco a poco me enamoré de ella. Llevamos ahora siete años juntos y es mi apoyo y mi sostén. Es una mujer maravillosa. Cuando voy a verte a ese cementerio que es lo único que físicamente me une a ti ella está a mi lado y cuando mis lágrimas inundan mis ojos ella calla y ahí sigue a mi lado. A veces me acaricia el hombro. Otras veces, no. Pero sé que está a mi lado y pienso cuánto te habría gustado conocerla y cuanto habría disfrutado a ella conociéndote a ti. Habríais sido grandes amigas, amigas de verdad. yo que he tenido la gran suerte de estar rodeado siempre de grandes mujeres te digo, con tu permiso mamá, que ella es la mujer de mi vida.

Y aquí estamos mamá. Diez años después de esa puta llamada de teléfono que rompía la noche para que Carolina me diera tan negra noticia con esas lágrimas que no la dejaban hablar.

Carolina, esa niña que se me ha hecho mujer y que siempre tengo la sensación de que hablo poco de ella. Seguramente es que la amo tanto que me da pudor no quedar a la altura de lo que me dice el corazón. Es una niña tan dulce, tan hermosa, tan buena, tan bonita. Esa sonrisa. Esa voz. ¿Qué te voy a contar mamá que no sepas ya? La queremos los dos tanto. Tardó en llegar a nuestra vida pero llenó ese rinconcito que nos faltaba y que era tan importante para nosotros.

Estamos muy bien mamá. Estate tranquila. Ya se que me queda todavía algo por hacer. No me lo digas. Confía en mi. Ese coraje y esa lucha que tú me enseñaste lo conseguirá. Es tiempo de lucha y de trabajo. Ojalá que mi próxima carta te vea una sonrisa total en tu cara preciosa.


Mamá me tengo que ir. Esto definitivamente no puedo publicarlo en Facebook. Es larguísimo. Algo ingeniaré pero allí saldrá. Todos deben saber de ti.

Te echamos muchísimo de menos. Te queremos cada día más. Sabemos que ahí estás disfrutando de nuestro éxitos y apoyándonos en nuestros pequeños fracasos, que los tenemos.

Mamá, me despido de ti con la palabra porque con la mente no puedo. Siempre estás dentro de ella.Te envío una rosa roja. Esa rosa roja que tan orgullosa llevabas los días de elecciones. Esa rosa roja que anida en nuestro corazón. Te mando un beso muy fuerte. Un beso que daría mi vida para poder dártelo en persona y que te debo desde hace diez años y que no pude darte pero que siento en lo más hondo de mi alma  que estás recibiendo porque mis ojos y mi cara se llenan de lágrimas  de congoja y de alegría. De congoja porque no estás a nuestro lado. De alegría porque siento tu boca en mi mejilla y tus maravillosas manos, como dice María, acariciándome para consolarme en este momento tan emocionante.

Te quiero. Te queremos. Siempre. Cada día más. Aunque hoy, puto 16 de febrero de 2014 hayan pasado diez años. Diez años después.



La muerte se llama Olalla - Jesús Ferrero





Jesús Ferrero es un autor que se dio a conocer en 1982 con un éxito editorial, Belver Yin, que le convirtió en la gran esperanza de nuestra literatura. A fecha de hoy ha publicado más de treinta novelas de las cuales había yo leído dos.

Me encontré con este libro, La muerte se llama Olalla, de casualidad como quizás se encuentran los libros. Quedé sorprendido por su portada tan bonita tan habitual, por otra parte, en la Editorial Siruela, y por ese título tan original como precioso.

Ollala es una joven que murió hace unos meses en un accidente de tráfico. No obstante, su madre tiene serias dudas al respecto. Su novio ha cambiado de objetivos y ahora trabaja de cuidador en un centro psiquiátrico. Su mejor amiga, una mujer mayor que ella, lleva una vida lujuriosa y despreocupada. Su diario no aparece. Y para colmo tres personajes siniestros aparecen cerrando el círculo entre todos los que rodeaban a la joven.

Ágata se ve obligada por una amiga común a seguir el caso, pero pronto se dará cuenta que es  una mera observadora de los acontecimientos y que su participación o inhibición serán las claves del resultado final.

Esta historia se debate en un Madrid decadente donde la crisis actúa como un ente manejado por los políticos y poderosos para lograr sus objetivos. Una trama de venganza, dolor, violencia, drogas y bajos instintos, que por más los practique la alta sociedad no dejan de ser asquerosos y punibles.

El libro empieza de forma majestuosa con la narración del diario de Olalla:

"Años atrás, cuando la riqueza brillaba con sus burbujas vanas y las finanzas de corto aliento, cuando se regalaba dinero etéreo y los medios de comunicación proclamaban que España era la octava economía del mundo, las calles y las piscinas de Madrid se vaciaban en agosto.
Los que tenían el buen gusto de quedarse en la ciudad y no llenar las playas con sus cuerpos pringosos y enrojecidos podían disfrutar de un Madrid íntimo y tranquilo, que invitaba a gozar de los placeres de la amistad y del amor, o a tumbarse en el césped de las piscinas lejos del tumulto y con la misma tranquilidad que en una piscina privada.
Pero todo ese mundo reluciente y caduco es ahora solo un sueño del pasado. Muchos madrileños han renunciado a las vacaciones fuera de casa y la piscina del estadio de Vallehermoso, que frecuento desde niña y que otros años se despoblaba en el ecuador del verano, rebosa de madres, niños y vecinos sin un euro en el bolsillo. En el césped del cercado de cipreses adyacente a la piscina principal, ya no caben más cuerpos tendidos al sol. A la incomodidad de una situación que se presenta como novedosa, se une el desasosiego que me produce la lectura de la prensa en este verano tan sangriento del 2012 que los devotos de las falsas interpretaciones del calendario maya consideran definitivo para la humanidad y para todo el sistema solar, ya que no dudan que va a ser el año del fin del mundo. En parte les doy la razón, pues si bien no creo en el fin del mundo, sí pienso que se está constatando, de forma cada vez más evidente, el fin de un mundo vinculado al dinero y los negocios fáciles." 

Pero todo se diluye de repente cuando empiezan a aparecer una serie de personajes absurdos que deambulan por unas situaciones muy poco trabajadas y con unos diálogos que chirrían de lo mal que están escritos:

"Cuando muy de mañana se despidieron en Madrid, Gaby le dijo al oído:
-Tras la muerte de Olalla tenía claro que me iba a suicidar para irme con ella al país de irás-y-no-volverás, pero tú me has devuelto a la vida. ¿Te gustaría que fuésemos amantes?
-Sí, y quiero que vengas a verme de vez en cuando a París.
-Lo haré. Te lo juro por mi vida."

A Ferrero le interesa adentrarse en las zonas oscuras del ser humano, a la vez que poner de manifiesto que la línea entre el bien y el mal es muy delgada, y explorar aquí el impulso de venganza. Asimismo, no deja de estar presente el gran potencial de la novela negra para resaltar problemas y cuestiones sociales. Ferrero ambienta su novela en 2012, año en el si bien no se acabó el mundo según pronosticaban, sí ocurrieron luctuosos sucesos como el hundimiento del Costa Concordia, y no hace falta señalar el carácter simbólico del naufragio de un barco con ese nombre, la matanza en un cine de Denver en el estreno de Batman o la de la isla  de Utoya, hechos que recoge y comenta Olalla en su diario, única parte interesante de esta novela, y sitúa la acción en un Madrid espectral y fantasmagórico marcado por la crisis y en decadencia, donde están a la orden del día los desahucios y los conflictos.

La novela habla del enfrentamiento entre dos formas de entender el mundo: una con la que la mayoría se identificaría, en la que aún tienen cabida los sentimientos en toda su poliédrica dimensión, con la que se experimenta, se ama, se odia, se busca, se encuentra y se pierde; y otra manera de habitarlo, que consiste en verse a sí mismo como a un depredador sediento de almas y cuerpos ajenos, sin conciencia ni más apetito que la autosatisfacción; cualquier medio está justificado, y uno no debe tener el más pequeño miramiento para coger lo que desea. Ferrero nos enfrenta directamente con los verdugos de los que hablaba Sartre, y nos pregunta si debemos respetarles, considerarles seres humanos. Con múltiples referencias a la actualidad de nuestro país, el autor refleja una España en crisis, donde la mayoría de nosotros busca sobrevivir y enfrentarse a los vaivenes de una existencia que lucha contra la banalidad y la superficialidad impresas en el nuevo lema de una economía destrozada: “sálvese quien pueda”. Pero unos pocos, ajenos a preocupaciones materiales, de familias que provocaron la crisis, toman a la mayoría como el ganado perfecto del que aprovecharse para saciar sus apetitos más bajos e infames. Pero, aparte de lo dicho anteriormente, no esperaba encontrarme con un sorprendente fallo narrativo en un autor de este bagaje. Por supuesto, es algo que sucede en determinados momentos, no en toda la novela, pero es una astilla que molesta en una obra que podría ser muy atractiva. En ocasiones parece que Ferrero no distingue, en cuanto a la forma, entre el narrador y algunos de los personajes, parecen la misma persona, como si en un determinado momento, hubiera perdido la perspectiva del texto y no lograse dotarles de voz propia. Ignoro la razón por la que esto sucede de forma intermitente, aunque también he detectado algo más, no menos extraño en un escritor de esta experiencia: a veces, algunos personajes parecen declamar, contando a otro algo que ambos, y el lector, deberían saber y que no es necesario explicitar. Máxime en una novela de misterio fácil de seguir y que ya tiene narrador.

En fin, una novela fallida que se queda en agua de borrajas aunque con momentos impactantes cuando aparece el diario y con una portada y título genial. En definitiva, un envade precioso que contiene en su interior poca cosa. Pura apariencia.

El rapto de las Sabinas - Francisco García Pavón



Manuel González, alias “Plinio”, el genial personaje creado por Francisco García Pavón (1919-1989), es un hombre tranquilo, escéptico y liberal, que no destaca por su atractivo físico, por sus crisis existenciales, por sus problemas morales, ni “goza” de un pasado oscuro. Manuel González es sencillamente el jefe de la Policía Municipal de un pueblo manchego: ¡Tomelloso! Provinciano, rural … tan lejos de lugares cosmopolitas como París o Londres, de los oropeles de Venecia, de las grandes urbes americanas; pero tan cerca… La Mancha, el gran escenario de la literatura hispana.

Nuestro detective es un tipo cercano, de condición humilde, “cachazas” y socarrón, un anti-héroe que resuelve sus casos por el sentido común y por el buen conocimiento que tiene de sus vecinos. No necesita laboratorios, ni policía científica. Es un hombre pragmático que presta atención a todo lo que le rodea, incluso a las habladurías de la gente si es necesario, “con la endemoniada costumbre de mirar entre pestañas”, de manera que es muy difícil saber dónde posa sus ojos. Su mejor arma es su intuición, “sus pálpitos”, que casi nunca le fallan. Un “sabueso puro” al que los crímenes le ponen contento y le sacan del aburrimiento.

Pero Plinio no trabaja solo; cuenta con la ayuda inestimable de Don Lotario, el veterinario del pueblo. Don Lotario, un hombre pequeño y anticlerical, no se limita a contar las aventuras del policía, a pesar de la admiración que le profesa. Es un ayudante aficionado, sí, pero fiel, un interlocutor fiable y el mejor amigo de Plinio y además… tiene coche, hecho que facilita mucho las investigaciones: un Ford T en la época de Primo de Rivera, y un Seat 600 en las andanzas posteriores.

Profundo conocedor del alma humana, Plinio se enfrenta al lado más oscuro del comportamiento de sus vecinos: la pobreza, la envida, la mezquindad en sus diversas manifestaciones -criadas que quieren ser señoras, disputas por herencias, padres y hermanos que cometen crímenes de honor. Y a “los señoritos”, la gente bien del pueblo tan amarrada a su poder y a sus prebendas, que le pueden arruinar la vida con una simple llamada a Madrid. 

La muerte, el sexo y el misterio no faltan nunca en sus aventuras. Y gracias a ellas, a sus investigaciones, el autor va tejiendo un tapiz costumbrista de la España profunda y un muestrario maravilloso del lenguaje popular que hace las delicias del lector: “Si hubiese sido de condición zorra, hubiese arruinado a todos los hombres de Tomelloso y aun de Socuéllamos y Villa Robledo. Pero nació decente y con su mera presencia atormentaba a todas las braguetas del contorno… ¿A qué digo verdad, Manuel?” (El rapto de las Sabinas).
Las primeras andanzas de Plinio se ambientan en los años veinte, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, pero a partir de El reinado de Witiza (1968) se sitúan en época contemporánea a su publicación, el franquismo y la transición. En las primeras viste gorra de plato, guerrera azul y sable. Posteriormente, uniforme gris, correajes y revólver.

Plinio es un hombre de su tiempo y, como tal, no nos engañemos, machista y homófobo. Su mujer y su hija están en casa, entregadas al cuidado del marido y padre, procurado que su comida esté en hora, que tenga una bebida fresca al llegar, que su uniforme resplandezca, que no le falte de nada. La homosexualidad, que aparece en algunas de sus historias, se trata con cierta sorna.

Nuestro policía fuma sin parar, cigarrillos de liar cuando hay tiempo, cuando no, Celtas, durísimo tabaco negro donde los haya, o Farias. Le gusta tontear con Rocío, la buñuelera andaluza, y es asiduo de tertulias y partidas en el casino con las fuerzas vivas de la localidad. 
Su curiosidad, sus habilidades deductivas, su socarronería, su buen hacer y su bonhomía lo convirtieron hace muchos, muchos años en uno de mis detectives favoritos y sus aventuras fueron de mis preferidas en mi juventud.

Plinio es considerado el pionero de la novela policíaca española, muy lejos de los estereotipos anglosajones. Es un personaje humano, complejo, sembrando el camino para posteriores investigadores compatriotas: el Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán o el sargento Bevilacqua de Lorenzo Silva.

Me he puesto a releer en estos días El rapto de las Sabinas y tengo que reconocer que me sigo divirtiendo con estas historias muy bien escritas con ese lenguaje tan especial y localista que emplea Francisco García Pavón. Palabras tales como alpear, alujero, asura, bacín, bombizo, casquete, catral, chuchurrio, cicato, copero, cuartillejo, francisquilla, gobanilla, hurre, parcilla, picholero, quiquilicuatre, relicenciao, semeje, soñarra, tapial o zurra del habla de lo profundo de La Mancha aparecen en el relato dando a la lengua española un gran poderío y belleza.

Y ahí se encuentra La Mancha por donde pasean estos dos singulares personajes dignos sucesores de sus geniales paisanos del siglo XVII. Una región que ya no es como antes. El tiempo la ha transformado. Ya no hay mulas sino tractores, pero su paisaje permanece inmortal: "Carretera de Záncara adelante, entre risas y choteos solemnísimos, dejaron atrás el bombo de Menora, Pinilla, la casa de don Sergio, Guadiela, Sagastizábal, el Coto, Bodega del Sevillano, Casa de los Árboles, el Carril de la Moscarda (que lleva a Escarramán y Pocopán). Lejos: Coreóles. Aquél es campo raso, de llanura sin pliegues, muelas, gajos, motas y ni siquiera tetas que alzasen una cuarta el nivel del camino y de sus viñas aledañas. Por allí los autos corrían de verdad, sin más temor que la estrechez de la carretera."

Esa Mancha que tanto disfruté hace años. Esos campos de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo que tan feliz me hicieron y que cada vez que puedo vuelvo a ellos a extasiarme en su contemplación. 

El rapto de las Sabinas y Plinio me han devuelto esa visión gozosa y esos años que por allí estuve con sus tierras y sus maravillosas gentes.

Cuando el sol esté en lo más alto y castigue con ferocidad sus terrones y espigas en ese mar amarillo sin fin, levantando calima, si miramos hacia el horizonte quiza nos parezca ver cabalgar a Don Quijote y a Sancho a lomos de Rocinante y Rucio... o quizás nos equivoquemos y sean Plinio y Don Lotario en su Seat 600.

Mejor Manolo - Elvira Lindo



Cuando a mediados de los noventa ("el principio de los tiempos") un compañero de trabajo me presto una cassette con las aventuras de un niño desternillante descubría a Manolito Gafotas. Con pocos libros he conseguido reir a mandíbula batiente como con los suyos. Fueron uno de los mejores regalos que hice a mi hija Carolina (supongo, aunque habría que preguntárselo a ella) y yo deseaba que los acabara para tomárselos prestados, cosa que "confieso de forma pública" en estos momentos.

Acabo de terminar el último de la saga en el que Manolito, mejor Manolo, se nos ha hecho mayor. Ahora es ya un preadolescente al que se le ha afilado la cara y se ha cambiado el flequillo. Tiene una novieta, Melody Martínez, de familia desectructurada que le adora aunque a él le moleste. El imbécil sigue siendo un genio manipulador que será un as de la informática y seguramente un DJ de éxito en "todo el mundo mundial". Su gran amigo "el cerdo traidor" Orejones López será también un estilista famoso y su nueva hermanita la Chirli emulará en los escenarios a Lady Gaga. La familia está hipotecada hasta la médula y su madre Cata se hace autónoma y le sisa de su cartilla de ahorros, regalo de comunión de la Luisa con 500 €, para poder comprar las herramientas de trabajo. Su padre Manolo empieza a tener achaques coronarios y su abuelo se está haciendo cada vez más viejo. La crisis económica está en su apogeo y los que gobiernan son todos unos "chorizos".

Pero él se pregunta para que sirve y es el abuelo el que se lo dice:

"—Muy bien, te lo voy a decir de verdad. Hay niños a los que enseguida se les ve para dónde van a tirar. Tu hermano es un genio, eso lo sabemos, aunque sea un egoistón. Y tu hermana es una estrella, eso lo saben hasta los chinos de Rusia. Y el Orejones... No sé si servirá para algo pero si a los doce años lleva ese flequillo con tanto desparpajo seguro que va a saber buscarse la vida.

—Vale, pero... ¿y yo?

—Pues luego hay niños que nadie sabe para lo que sirven...

—Eso es lo que me pasa a mí.

—Pero ¿sabes por qué? Porque es muy difícil de explicar lo importantes que son.

—Eso es peloteo. Yo no soy importante.

—Lo eres. Quieras o no. Y todo el mundo te necesita en esta casa. Pero son cosas que nunca se dicen. Nadie va a decir nunca que la vida no sería igual sin este Manolito.

—Mejor Manolo, abuelo.

—Es que si digo Manolo es como si hubieras crecido, y me da pena, majo mío, qué le voy a hacer."

Y es que es verdad. Todos te necesitamos Manolito, mejor Manolo, perdón, todo el "mundo mundial" te necesita para seguir riéndose con tus salidas y para que sigas haciendo de Carabanchel Alto el barrio "más importante de Europa".

Gracias Elvira Lindo por hacerme disfrutar con tu genial personaje desde hace veinte años.

viernes, 14 de febrero de 2014

El Paciente - Juan Gómez-Jurado



Me acerqué a Juan Gómez-Jurado leyendo La leyenda del ladrón que me pareció un buen libro, pero es que El Paciente es una obra maestra.

Trepidante lectura que te engancha desde el principio sin que puedas parar, y cuando lo tienes que hacer porque, joder Juan, hay que hacer otras cosas, estás deseando volver a abrir el libro.

Un libro genial con escenas memorables como la de la resonancia magnética que se hace el Presidente y su diálogo con el protagonista.

Un libro grandísimo escrito en primera persona en los capítulos del personaje principal lo que ya es una pista de que estamos ante un buen escritor.

El doctor Evans es un brillante neurocirujano viudo que se enfrenta a una terrible encrucijada: si su próximo paciente sale vivo de la mesa de operaciones, su pequeña hija Julia morirá a manos de un psicópata. Pero ¿quién es El Paciente? Nada menos que el Presidente de los Estados Unidos. Para el médico se inicia una desesperada cuenta atrás.

"Todos ustedes creen conocerme. Se equivocan. Llevo ya mil ochocientos veintitrés días, once horas y doce minutos en el corredor de la muerte. De ese tiempo he dedicado cadasegundo que he pasado despierto a reflexionar sobre los hechos que me han traído aquí. Y no cambiaría ni uno solo de mis actos. (...) No soy un santo, ni un mártir, ni un terrorista, ni un loco, ni un asesino. Los nombres por los que creen conocerme están equivocados."

Sumergirse en la historia de David Evans, Kate, el malvado White y demás personajes es garantizar horas de absoluto gozo.

jueves, 13 de febrero de 2014

La última tumba - Alexis Ravelo



En los últimos años está apareciendo en el mundo literario español una serie de jóvenes autores que como sigan escribiendo así de bien van a crear escuela.

Hace unos días leí un artículo de Lorenzo Silva en el que decía que de todas las novelas que había leído el año pasado una de las mejores era La última tumba de Alexis Ravelo diciendo: "Otro poderoso indicio de la excelente salud del género negro en España, en este caso procedente de Canarias, donde Alexis Ravelo ambienta una historia llena de fuerza y de sabiduría narrativa que explora el submundo de los desheredados, con resultados que lo acreditan como un digno continuador de esa tradición del género que tiene al lado oscuro como protagonista y a Jim Thompson como su profeta mayor. De paso, nos demuestra otra cosa, nada baladí: que no hace falta situarse en la gran capital, ni en los espacios más comerciales y transitados de la novela policial, para sacarse un librazo que se devora y sabe como los mejores." Me puse a buscarla y he pasado unas horas disfrutando de un gran libro que me ha dejado con ganas de más ahora que acabo de terminarlo.

Adrián Miranda Gil entra la cárcel siendo un yonqui descerebrado, pero no es un asesino. Veinte años dan para mucho y logra no solo desengancharse de la heroína y de sus otras adicciones, sino que estudia y lee, experimentando una transformación personal importante. Y esto lo notan los de su entorno cuando ya ha cumplido la condena y sale. Adrián se convierte en un detective de un solo cliente, él mismo, que va a investigar el pasado y no parará hasta descubrir quién o quiénes le hicieron la jugarreta de colgarle el marrón del asesinato.

Pura novela negra escrita muy bien. Y está muy bien escrita porque la historia está narrada en primera persona por el protagonista y la primera persona en novela negra consigue describir ambientes oscuros y porque el lenguaje empleado, sobre todo cuando el narrador es un delincuente, es el adecuado para hacer la historia creíble. Además está ambientada en Las Palmas y el resto de la isla de Gran Canaria por lo que utiliza un lenguaje de allá que resulta muy atractivo y natural acorde con la historia con unas reflexiones de su protagonistas dignas de los grandes personajes de este género.

La última tumba es una novela que se lee como un revulsivo y, lo que es mejor, te obliga a seguir leyendo porque te zarandea, te golpea, te estruja las tripas pese a que otras tareas requieran el concurso de los modestos esfuerzos del lector. Paseamos al lado de Adrián por las calles en busca de respuestas con naturalidad, cuidando mucho sus pasos caminando despacio por la isla, conduciendo con prudencia, sonriendo por la vida. Todo lo necesario para que nadie sospeche de lo que pasa por su cabeza, de lo que está maquinando. Es una buena persona que ha pagado por algo que no le correspondía pagar y necesita saber por qué fue el blanco de esa conspiración para poder vengarse en una trama sin fisuras y, sobre todo, un personaje principal absorbente: ambiguo, oscuro, ingenuo a su manera, un inocente acostumbrado a sobrevivir en las peores alcantarillas. Adrián habla directamente con el lector, a quien le da una versión de los hechos que hace que te pongas de su lado y que entiendas, incluso, que quiera hacer su justicia.

Alexis Ravelo es un grande del género negro de nuestro país.

miércoles, 12 de febrero de 2014

La verdad sobre el caso Harry Quebert - Joël Dicker



Marcus Goldman es un joven escritor que a sus 30 años ha conseguido un grandísimo éxito editorial, en gran parte gracias al apoyo y guía de su profesor y “maestro”, el escritor de éxito Harry Quebert. Cuando se trata de plantear su siguiente libro sin embargo se encuentra con que no aparece la inspiración y que cada vez su situación empeora y se hace más grave, puesto que su editor amenaza con destruirle si no cumple los plazos. Así es como Marcus decide trasladarse a Aurora, el pueblo de New Hampshire donde vive Harry para intentar recuperar la inspiración con su ayuda.

Estando allí lucha contra su bloqueo de escritor y revive su infancia y cómo conoció a Harry, su profesor de la universidad que se da cuenta de su potencial y consigue hacerlo reaccionar y le enseña a luchar.

No será hasta unos meses más tarde cuando se descubra accidentalmente el cadáver de una chica de 15 años en el jardín de la casa de Harry juntamente con una copia de su primer manuscrito titulado “Los orígenes del mal”. La chica es identificada como Nola Kellergan, una chica desaparecida hace 33 años en misteriosas circunstancias. Así es como Marcus descubre que su amigo Harry había basado su libro en la imposible relación que mantuvo con la niña de 15 años cuando él tenía 34.

Harry termina siendo detenido y acusado del asesinato de Nola y Marcus decide que debe intentar descubrir la verdad y limpiar el nombre de su amigo. Así es como Marcus va indagando en la pequeña y tranquila ciudad de Aurora y va descubriendo todas las pequeñas mentiras y oscuridades que ocultan sus habitantes con la ayuda reticente del teniente Galahowood, un sarcástico policía encargado del caso Kellergan.

Poco a poco Marcus irá descubriendo que mucha gente en Aurora tiene cosas que esconder y que el caso de la desaparición de Nola Kellergan es mucho más complejo de lo que parece en un primer momento.

En este libro hay dos historias en el fondo y las dos me gustan. Por un lado está el propio caso Harry Quebert y por otro está la historia de Marcus y Harry, de alumno y Maestro y los sabios consejos de este último sobre lo que significa escribir y ser escritor. Una de las sorpresas más agradables del libro es esta segunda trama, que abre cada capítulo con cada una de las normas de Harry sobre lo que significa escribir y ser escritor pero que realmente aplican a la vida y suponen un elegante contrapunto filosófico de lo más atractivo.

El caso policial es una historia en espiral. La muerte de Nola el 30 de Agosto de 1975 se repasa innumerables veces en la novela pero según avanza la investigación vamos descubriendo más detalles sobre ese día y los días anteriores que van cambiando de forma paulatina (a veces radical) el relato de partida.

Esta forma de escribir llena de sorpresas y de giros de guión hace que el lector mantenga el interés a lo largo del libro puesto que en ocasiones un pequeño detalle cambia por completo la historia llevándonos a una nueva vuelta a la espiral que cambia por completo la comprensión del caso. Lo más brillante es que se mantiene siempre con un número muy limitado de personajes de los cuales muchos, incluso los más inocentes tienen algo que esconder y donde nadie es realmente lo que parece habiendo múltiples vínculos enterrados que unen a los distintos personajes.

Los giros de guión del libro frecuentemente dan como resultado otro giro aun más radical, oblidando al lector a mantenerse pegado a la historia sin poder dejar de leer porque aunque el autor va dando pistas aquí y allá es muy difícil imaginarse quién es el verdadero culpable de la muerte de Nola hasta el final del libro, con lo cual se mantiene el interés hasta el punto de ir chequeando todo el rato tu apuesta por quién es el culpable que hacemos todos cuando leemos este tipo de libros.

Los personajes están perfectamente construidos que dan sensación de verosimilitud.
Novela brillantemente escrita, interesante la trama, retorcida sin exceso o demasiado oscura sino que guarda un equilibrio bueno entre lo oscuro y lo luminoso, con una trama que al principio parece simple pero que progresivamente se vuelve compleja y llena de giros y matices.

Un gran libro.