¿Te has parado alguna vez, cuando caminas por la calle de
noche, frente al escaparate de una tienda todo iluminado? ¿Te has dado cuenta
de que tu figura se refleja en el cristal? Pues ten mucho cuidado porque en él
se pueden reflejar muchas más cosas que pueden convertir tu existencia en un
verdadero infierno.
Jorge David Alonso
Curiel vuelve a un género, el de los relatos, en el que se mueve como pez
en el agua y se siente muy cómodo con La
noche del escaparate después de su más que interesante Saber moverse.
Este nuevo libro está compuesto por siete relatos, de los
que seis son originales y uno fue publicado ya hace unos años en otro volumen,
con la temática del desencanto por la vida de una serie de personajes
profundamente inadaptados para poder sobrevivir dentro de una sociedad que,
como un pérfido monstruo, engulle a todo aquel que es incapaz de entenderla y
adaptarse al ritmo frenético que ella marca. Así nos encontramos con unos seres
humanos, en su gran mayoría masculinos frente a la preponderancia de mujeres en
Saber moverse, que sufren con el
abandono de sus parejas, aunque sean incapaces de comprender el motivo, muy
claro para el lector, por el que se ha producido, aunque éste sea muy grave y
otras situaciones inverosímiles. Los protagonistas de los relatos se muestran,
no obstante, poco preocupados por lo que les sucede y son en exceso
condescendientes, transigiendo con su infortunio como si fuera algo de lo más
natural, aunque tampoco entiendan la causa por la que se ven envueltos en las
diversas y diferentes situaciones por las que pasan, convirtiéndose en seres
resignados a su suerte, que por cierto siempre no es de lo más afortunada. Son,
como dice Jorge David Alonso Curiel
en uno de sus relatos, unos buenos chicos, pero que no sirven para la vida de
verdad, no valen para nada. Así tenemos una serie de personajes que deambulan
como zombis por la noche espectral vallisoletana, abrazados por un frío gélido
y abrigados solamente por una densa niebla en unos relatos y en otros por un
canicular calor sofocante nocturno, porque así es esta ciudad de radical con su
clima y sin término medio, sintiendo el abandono, el miedo, la crisis
económica, el fracaso en las relaciones con el otro sexo, producto siempre de
esa inmadurez que les precipita al más cruel de los fracasos.
La noche del
escaparate es un libro terriblemente curielano
con una prosa notable propia del autor, tanto en la misma idea o concepto que
la origina, como en las múltiples ramificaciones que se desprenden de su
peripecia narrativa, tanto psicológicas como emocionales. Jorge David Alonso Curiel indaga con sorna y mucha mala uva en los
impulsos casi esquizofrénicos de sus patéticos personajes como siempre con
bastante negrura, que en La noche del
escaparate se vuelve mucho más densa, y su humor mucho más salvaje.
El describir su ciudad configura un libro sobre una absurda
y rocambolesca noche en Valladolid en el que a unos hombres y a unas pocas mujeres
les ocurren las mayores barrabasadas que hubieran resultado menos impactantes
si no las hubiese creado Jorge Davis
Alonso Curiel que retrata casi una ciudad de pesadilla, pero sin llevar a
cabo ninguna crítica social ni nada por el estilo, salvo muy honrosas
excepciones. Su dinámica pluma se pone al servicio de las situaciones más
extraña y extravagantes con el espíritu subversivo de un niño curioso y algo
cruel, de un demiurgo caprichoso que sometiera a sus atormentadas criaturas a
una noche excéntrica e inolvidable en unas aventuras a ratos jocosas y en
momentos hasta surrealistas.
La noche del
escaparate es una comedia urbana que reúne a una pléyade de estrafalarios
caracteres, poblando los ambientes más taciturnos y huraños de la ciudad, enfocados
desde la gris perspectiva de unos ciudadanos medios. Como lectores observamos
su forma de ver y actuar en la vida con las enloquecidas situaciones nocturnas
que experimenta este muestrario esperpéntico de personajes, desde un empleado
de una gasolinera casi paranoico hasta un pobre hombre secuestrado sin que sepa
el motivo, pasando por un corredor que corre para huir de sus fantasmas, por
una chica que se independiza de sus padres a los casi cuarenta años, o que no
entienden el haber sido abandonados y seguir enamorados, un divorciado en la
sala de urgencias de un hospital obsesionado con su pasado o un hombre
desilusionado de la vida que regresa al pueblo en el que nació, en un libro con
brochazos tragicómicos y de un humor negro desplegados en una atmósfera
kafkiana asfixiante y alucinante como una pesadilla en el que cumplen su rol de
pringados acosados por una realidad que les supera a todas luces, y cuya única
salida es correr y sobrevivir, mientras nosotros, lectores espectadores,
sufrimos con ellos y nos reímos de lo absurda que puede resultar la vida.
Jorge David Alonso
Curiel se entrega con toda su desenvoltura y atrevimiento narrativo, aunque
de la impresión que no le importe demasiado ni le mueva lo que les sucede a sus
criaturas en el fondo, que promete a una más que certera plenitud que parece
empezar a asomar cada vez más nítida por el horizonte.
En definitiva, Valladolid en invierno es una ciudad
desapacible y fría, y en verano, sofocante y abrasadora, pero es un lugar, como
cualquier otro, en el que las personas aman y se dejan amar, y en el que
también no son amadas. Yo de lo que estoy plenamente convencido es que Jorge David Alonso Curiel ama la
literatura y se deja amar por ella. La relación entre los dos es indestructible.
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega