Las beguinas eran una asociación de mujeres cristianas, contemplativas y activas, fundada en el siglo XII, que dedicaban su vida a la ayuda a los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, y también a labores intelectuales. Trabajaban para mantenerse y eran libres para dejar la asociación en cualquier momento para casarse.
No tenían casa-madre, ni tampoco una regla común, ni una orden general. Construían sus viviendas en forma de hileras cerca de los hospitales e iglesias en el centro de las ciudades, formando barrios enteros a los que llamaron beguinajes. Estos estaban cercados por puertas o vallas que cerraban por las noches, y a ellos no podían acceder hombres, siendo el sacerdote el único varón con permiso para entrar en estos recintos para confesar y oficiar misa. Los beguinajes tienen calles y plazas, una enfermería, uno o varios conventos dedicados a las novicias y beguinas que deseaban una vida más comunitaria y una iglesia particular. Cada comunidad o beguinaje, era autónoma y organizaba su propia forma de vida con el propósito de orar y servir como Cristo en su pobreza.
Las beguinas eran laicas y religiosas a la vez. Vivían con total independencia del control masculino y la libertad de la que gozaban era inseparable de la red de relaciones que establecían entre ellas, con Dios y con el resto de las mujeres y hombres de las ciudades en las que vivían. Pertenecían principalmente a la clase media y popular de las ciudades donde se asentaban, pero también había aristócratas y campesinas. Vivían de sus rentas, si las tenían, y de su trabajo en la industria, la artesanía de la lana, la enfermería, el copiado de manuscritos, la enseñanza de las niñas, la asistencia a personas moribundas como “acabadoras” de la vida o mediadoras de la muerte que les otorgó una función que las convirtió en imprescindibles, constituyendo ese cuidado a enfermos y moribundos como una práctica espiritual íntimamente vinculada a la compasión y a la solidaridad.
Las beguinas quisieron ser espirituales, pero no religiosas; quisieron vivir entre mujeres, pero no ser monjas; quisieron rezar y trabajar, pero no en un monasterio; quisieron ser fieles a sí mismas, pero sin votos; quisieron ser cristianas, pero ni en la Iglesia constituida, ni tampoco en la herejía; quisieron experimentar en su corporeidad, pero sin ser canonizadas ni demonizadas. Y para todo ello, inventaron la forma de vida beguina, una forma de vida política, que supo situarse más allá de la ley, pero no en contra de ella. Nunca pidieron papado que confirmara su manera de vivir y de convivir, ni se rebelaron, tampoco, contra la Iglesia. Fueron visionarias en dejar de lado el latín y escribir en sus lenguas vernáculas. No se casaron, pero tampoco hacían voto de castidad. Nunca fueron monjas, aunque lo pareciesen, porque nunca se sometieron a la jerarquía de la Iglesia, ni acataron los votos de pobreza, castidad y obediencia, y sólo rendían cuentas a su conciencia. Causarán admiración y asombro entre sus contemporáneos, pero se les reprochará vivir fuera de la Iglesia, vivir juntas, sus ropas, sus oficios…, lo que unido a que en su mayoría se acercaron a la Reforma a partir del siglo XVI, ¿cómo no iban a ser perseguidas, olvidadas y silenciadas?
En el siglo XVII, la visión de la mujer austera sometida al marido, modelo de orden, sumisión y trabajo, estará completamente asentada y cualquier otra opción de vida calificará a la mujer como bruja y la convertirá en alguien peligroso. Y además, si incluimos el símbolo que tanto utilizaron como es el Ave Fénix, ese mitológico animal que siempre renacía de sus cenizas, símbolo alquímico por excelencia, quizás funcione todavía, y la magia que le precede logre su resurgir del sombrío olvido al que fueron condenadas estas mujeres.
El movimiento de las beguinas es como un lugar espiritual y pragmático a la vez, que rompe con la diferenciación que la Iglesia imponía entre la oración y la acción. Un espacio que no es doméstico, ni claustral, ni heterosexual. Es un espacio que las mujeres comparten al margen del sistema de parentesco patriarcal en el que se ha superado la fragmentación espacial y comunicativa y que se mantiene abierto a la realidad social que las rodea, en la cual y sobre la cual actúan, diluyendo la división secular y jerarquizada entre público y privado y que, por tanto, se convierte en abierto y cerrado a la vez.
Valga esta introducción antes de reseñar la novela de Pedro M. Domene, editada por Trifaldi, y que lleva por título El secreto de las Beguinas, término absolutamente desconocido para mí antes de tener el libro entre mis manos y que, debido a mi curiosidad, , me ha lanzado a documentarme sobre los temas que se tratan en la novela, a saber, aparte de la congregación de las beguinas, los Tercios Españoles y la guerra de Flandes o de los Ochenta Años, el sitio de Ostende, los Autos de Fe dictados por la Inquisición y la investigación histórica.
Vamos a situarnos a principios del siglo XVII, concretamente en esos años en que los Tercios Españoles destacados en Flandes a las órdenes del capitán general, Ambrosio Spínola Doria, I duque de Sesto, I marqués de los Balbases y Grande de España bajo el reinado de Felipe III, que duró más de tres años y en el que murieron entre los dos bandos, por un lado las Provincias Unidas apoyadas por tropas inglesas, y por otro la Monarquía católica española, más de 100.000 personas, hasta que las tropas españolas consiguieron conquistarla el 20 de septiembre de 1604 dejando la ciudad totalmente destruida y prólogo a la llamada Tregua de los Doce Años para que los bandos en conflicto se recuperasen de las pérdidas económicas causadas en este sitio calificado por la Historia como uno de los más terribles conocidos.
Debido a las continuas revueltas y a la animadversión hacia los españoles, una secreta alianza entre flamencos, holandeses e ingleses, además del sitio a la ciudad de Ostente, llevaron a muchos nobles de los Países Bajos a abandonar sus hogares para aliarse contra el Imperio Español, y uno de ellos, Jan Thierry, deja en el beguinato de Brujas a su joven esposa, Elisabeth, para que esté allí custodiada hasta que él regrese de la guerra, con el trabajo de colaborar con las beguinas en el cuidado de los soldados heridos que llegaban a sus puertas. Jorge de Deza es un joven oficial de los Tercios Españoles que es herido cuando se dirigía a unirse al sitio de Ostende con el destacamento a sus órdenes y que es trasladado al mencionado beguinato de Brujas. Elisabeth será la responsable de sus cuidados. Jorge de Deza llega moribundo, y ahí nos encontramos con el secreto del título de la novela. ¿Cuidaban las beguinas a los heridos españoles hasta su curación o esperaban a que murieran lentamente practicando en sus cuerpos sangrías a diario? ¿Eran las beguinas de Brujas unas asesinas en serie en pleno siglo XVII? Potente argumento el que nos propone Pedro M. Domene.
Finalizado el asedio y claudicada Ostende, la Santa Inquisición realiza un Auto de Fe en Brujas donde son condenadas a la hoguera la Gran Dama de las Beguinas de la ciudad, once beatas muy jóvenes y una más, huida y condenada en efigie, acusadas de dar muerte a los soldados españoles y heridos que estaban recluidos en su beguinato y por herejía por tener tratos con el Maligno.
En la actualidad, dos hermanos jóvenes, Diego y Jorge Galaor, que son investigadores de historia de caracteres muy dispares, mientras el mayor es lenguaraz y alocado, el menor hace su trabajo de forma científica y profesional, estudian unos documentos que ha encontrado el primero sobre lo ocurrido en Brujas sobre el Auto de Fe que tuvo lugar en 1604. Diego pide ayuda a su hermano que se encuentra en Londres solicitando que le acompañe en su investigación en Bélgica para llegar a unas conclusiones sobre lo acaecido en esa época y descubrir el secreto que se encierra entre las paredes del Beguinato de Brujas cuatro siglos antes.
El secreto de las Beguinas avanza pues de forma paralela en tres espacios diferentes que convergerán al final del libro.
Pedro M. Domene escribe con maestría una novela que en diferentes momentos me ha llevado a recordar una gran película de 1979: Apocalypse Now de Francis Ford Coppola. En ella unos soldados americanos tenían que luchar en una guerra absurda en un país tan alejado de sus casas como es Vietnam. En El secreto de las Beguinas, unos soldados españoles del siglo XVII tienen que luchar en otra guerra absurda, como lo son todas las guerras, muy al norte de su tierra. Ambos ejércitos son en su época los más poderosos del mundo y ambos al final fueron derrotados, no por la táctica militar superior del enemigo y las grandes batallas rendidas, sino por la adversidad del clima, la abundante lluvia y la posterior humedad, que minaron la baja moral de una tropa, la americana reclutada a la fuerza, y la española alistada en su mayoría sólo para hacer fortuna. Ambas protagonizaron desórdenes y saqueos por donde pasaban, además de innumerables y crueles matanzas para mantenerse vivos. Pero ya sabemos que la Historia siempre se ha tornado cruel con los territorios ocupados y, si cabe, más despiadada aún con los habitantes civiles de los mismos. Y todo por mantener su grandioso Imperio de pies de barro, los unos por defender el capitalismo y los otros, donde no se ponía el sol, por su hegemonía y por la religión católica.
Pedro M. Domene se descubre en El secreto de las Beguinas como un muy buen novelista que, como buen historiador, ha profundizado en la época, los hechos y los lugares, anotado detalles, y, finalmente, estoy convencido de ello, ha logrado confundir la realidad con la fantasía para otorgar a su relato mayor veracidad histórica. Prácticamente y en suma lo que hace uno de sus protagonistas.
Tercios de Flandes, Guerra de los Ochenta Años, Santa Inquisición y Autos de Fe, Beguinas, la maravillosa y mágica ciudad de Brujas…, todo está dentro de El secreto de las Beguinas, además con una trama que te envuelve en un perfecto suspense que es finalmente resuelto en unos capítulos finales absolutamente deliciosos.
¿Caminan los hermanos Galaor por unas calles de Brujas donde se pasearon siglos atrás unas nobles asesinas que, descubiertas por el Santo Oficio, fueron quemadas por un tribunal de la Inquisición? ¿Descubrirán al hilo de una investigación histórica una auténtica trama criminal? ¿Cuál fue la historia de Jorge de Deza y Elisabeth?
¿Quieres tener respuesta a todas estas preguntas? Tendrás que leer El secreto de las Beguinas de Pedro M. Domene porque yo ya no puedo contar nada más y hasta aquí puedo escribir. Eso sí, te puedo asegurar que no quedarás defraudado, sino muy entusiasmado con su lectura. Yo que tú es que ni me lo pensaba.
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega