martes, 8 de abril de 2014

Mis maestras - Juan Pedro Martín Escolar-Noriega


Fotografía de mis años en el colegio Athenea con la Señorita Isabel

"Decía María Salvo que lo decisivo de aquel 14 de abril de 1931 no fue aquel mar de banderas, voces, cantos y entusiasmo que inundó el mundo de loas adultos: El principio de la República fue ese día en que maestros y maestras retiraron el tabique de madera que separaba a los niños y a las niñas en las aulas y salieron todos a la terraza de juegos por primera vez... ¡Alma, María, alma! La República no pretendía únicamente levantar paredes y edificios. Aspiraba a dar a la escuela un alma. Sin buenos maestros y maestras, todo lo que se hiciera a favor de la escuela resultaría estéril. Había que formar, independizar, sostener y fortalecer su alma para que se convirtieran en el alma de la escuela... Cuando todo español no sólo sepa leer sino que tenga ansias de leer, de gozar y divertirse, sí, de divertirse leyendo, habrá una nueva España. Para eso la República ha empezado a repartir libros para despertar en muchas conciencias el deseo de aprender y en los maestros el deseo de enseñar con más pasión que nunca... Desde pequeña me inculcaron el amor al trabajo, de disciplina, de exigencia, y esos principios no sólo formaron mi carácter sino que resolvieron una necesidad urgente: la de ganarme la vida. La carrera de maestra a ojos de la sociedad del momento reunía características muy favorables para una mujer: decencia, consideración social, nobleza de miras y otras dos fundamentales, era una carrera corta y barata... Era consciente de que podía llenar mi vida sólo con mi escuela. Yo me decía: "No puede existir dedicación más hermosa que ésta". Compartir con los niños lo que yo sabía, despertar en ellos el deseo de averiguar por su cuenta las causas de los fenómenos, las razones de los hechos históricos. Yo quería educar para la convivencia, educar para adquirir conciencia de la justicia, educar para la igualdad, para que no se pierda un solo talento por falta de oportunidades... Vuestras hijas y discípulas tendrán, deben tener, bajo la égida de la República un porvenir más esplendoroso que el pasado del que habéis gozado o sufrido vosotras. La niña actual se educará, trabajará, ganará y vivirá más intensamente que vosotras. Es preciso pues prepararla para la vida... Si yo quisiera explicar lo qué es para mi la política, no sabría. Yo creía en la cultura, en la educación, en la justicia. Amaba mi profesión y me entregaba a ella con afán. Todo esto era política. Tenemos el deber de llevar a las escuelas las ideas esenciales en que se apoya la República: libertad, autonomía y solidaridad... Revolución era una palabra que yo veneraba. Revolución significaba cambio profundo, agitación definitiva, volverlo todo del revés. Pero revolución también significa sangre, y era una palabra que ya pertenecía a la historia de otros países".

Estas maravillosas palabras recogidas de textos de Josefina Aldecoa aparecen en la increíble película documental Las maestras de la República galardonada en los últimos premios Goya. Josefina Aldecoa fundó en 1959 en Madrid el colegio Estilo, basándose en la ideas educativas del Krausismo, base ideológica de la Institución Libre de Enseñanza.

“Quería algo muy humanista, dando mucha importancia a la literatura, las letras, el arte; un colegio que fuera muy refinado culturalmente, muy libre y que no se hablara de religión, cosas que entonces eran impensables en la mayor parte de los centros del país”.

La II República defendió la igualdad, y con ella las mujeres obtuvieron la ciudadanía civil y política. La educación fue uno de los pilares de la II República. Maestros y maestras trabajaron por una enseñanza pública, mixta, laica y solidaria. Las maestra republicanas representaban el modelo de mujer moderna, autónoma, independiente y comprometida. Participaron activamente en los espacios políticos, asociaciones y sindicatos. Las maestras republicanas fueron terriblemente represaliadas, porque representaban el modelo opuesto de mujer del nacional-catolicismo. Lo que mejor las define es que fueron una mujeres valientes y comprometidas que participaron en la conquista de los derechos de las mujeres y en la modernización de la educación, basada en los principios de la escuela pública y democrática, con un modelo consistente en llevar a cabo una enseñanza única, basada en el principio de igualdad. Una escuela pública, obligatoria y gratuita capaz de garantizar la desaparición de diferencias entre el alumnado. Este era el objetivo de la República en educación como garante del derecho social de la misma con creación de escuelas que liberaran a España del peso de la ignorancia y de la pobreza que la lastraban.

Fueron mujeres maestras de profesión y vocación que trabajaron a través de la educación para crear una concepción de la vida y del mundo liberada de influencias dogmáticas que pudieran obstaculizar el desarrollo de la conciencia y del pensamiento de los niños y de las niñas para ser ciudadanos libres con sentido crítico. Fueron las transmisoras de las mejores ideas, de los más altos ideales, de valores que dignifican la condición humana de libertad e igualdad. Y gracias a esa profesionalidad y vocación no se dieron nunca por vencidas cuando llegó el horror de la "victoria" y su cruel represión. Fueron inhabilitadas para ejercer las que no sufrieron pena de muerte, pero siguieron luchando y ejerciendo de manera particular o en colegios privados con esos mismos ideales.

Cual magdalena de Proust la visión de este documental me ha hecho volver a mis años de niñez que por arte de ensalmo han vuelto a mi. Fui un niño que empezó de forma tardía el colegio ya que en 1963 contaba seis años, pero allí encontré y pasé, gracias a esas maestras que tuve la suerte de disfrutar, los que quizá fueron algunos de los mejores momentos de mi vida.
Todas ellas, aunque en ese momento no pude darme cuenta pero luego muchas veces he pensado sobre ello, estoy seguro que pertenecieron a familias que fueron formadas en esos tiempos que la película narra, algunas de ellas también e incluso, una de ellas pienso que podría ser por su edad una de esas maestras represaliadas en esos años tan oscuros que vinieron tras la guerra civil.




 Colegio Athenea y su director D. Luis Rubert

Mi colegio era el Athenea, fundado en Madrid a mediados de los años cuarenta. Tenía su sede en un hotelito situado en la esquina entre las calles de Ponzano y Raimundo Fernández Villaverde hacia la Glorieta de Cuatro Caminos y su ideario estaba basado en las ideas post krausistas en cuanto a una educación abierta, científica y literaria, siendo un colegio en su base apolítico y moral. En el principio de su andadura era un colegio mixto, aunque acabaría siendo masculino por orden del Ministerio de Enseñanza. Era un colegio pequeño con unos 300 a 400 alumnos, pero a diferencia de muchos de los colegios de la época, contaba con Laboratorio de Física y Química, laboratorio de Ciencias Naturales, Biblioteca, Aula de música y en sus últimos tiempos lo que llamaríamos actualmente “Aula Audiovisual”. El Colegio, fiel a las ideas post krausistas, era un colegio abierto. Existían infinidad de salidas a museos: el de Ciencias Naturales, bastante cerca del colegio, El Prado, El Museo Sorolla, El Museo Romántico… Las salidas no solo eran dentro de la ciudad de Madrid, había viajes, al menos unos cuatro al año, a ver Toledo, Ávila, Cáceres y Badajoz, La Sierra Madrileña entre otros lugares. La dirección oficial era de Luis Rubert y como tal ejercía en las tareas generales de un colegio, pero la dirección efectiva estaba dividida entre diferentes profesores, que además de sus clases, ejercían el papel de supervisión y dirección de las materias. Y en ese cuerpo docente se encontraban mis queridas maestras.

¿Qué puedo contar de ellas? La señorita Leonor que me enseñó en párvulos a leer y a escribir, mis dos grandes pasiones. La señorita Isabel que con su inigualable forma de enseñar me abrió la mente y el espíritu a este mundo dentro y fuera de las paredes del aula, organizando viajes y excursiones para que viéramos por nuestros propios ojos el milagro de la vida y de la historia. La señorita Mercedes que puso en mi mano un carboncillo, un lápiz, unas acuarelas y unas ceras para enseñarme a plasmar en un papel todos esos milagros que se mostraban a nuestros ojos en unos dibujos que al principio eran simples borrones pero que con el tiempo y su maestría pedagógica llegaron a convertirse en uno de mis más preciados tesoros. La señorita Ontañón que alimentaba nuestra imaginación hasta el infinito con unas historias llenas de magia repletas de piratas, magos, agentes secretos y demás seres fabulosos para nuestras mentes infantiles.

A todas ellas y a otras muchas, que el tiempo ha borrado de mi memoria sus nombres pero nunca lo conseguirá con su imagen y mi sentimiento hacia ellas, mi más profundo homenaje por su dedicación, vocación y cariño hacia esos niños ávidos de aprender en esos años tan negros de los años sesenta y que gracias a ellas, dignas sucesoras de esas maestras de la República, llenaron de luz y color, de libertad y solidaridad, esas mentes infantiles.