Al terminar la lectura de La fragilidad del neón tengo la sensación de que la única nota de color se encuentra en las luces azul y rosa del burdel La Vie en Rose de la calle Les Vilandes en Montmartre que iluminan la negrura de la habitación de Ramón Sandoval y en los ojos verdes de Claire. Todo lo demás es en blanco y negro, a lo sumo gris, como en el último capítulo de la novela, que Juan Laborda Barceló titula La esperanza. Tan blanco y negro como la película Fallen Angel protagonizada por Linda Darnell.
Ramón Sandoval, un inmigrante español refugiado en París, trabaja como chófer tras perder su particular guerra en España y haber sido hurtado de la gloria de haber sido, junto a los republicanos españoles, los que primeros entraron en París con sus carros de combate el día de la liberación de la ciudad del yugo nazi. Pero la capital francesa en 1961 no es un paraíso. El conflicto argelino aviva los peores resentimientos en algunas facciones del ejército que amenazan con derrocar la democracia bajo el pretexto del colonialismo.
Argelia está inmersa en su cruel guerra de independencia y, mientras, la V República de De Gaulle, en el París que se debate entre las luces y las sombras, es amenazada por las pretensiones imperialistas de algunos altos cargos militares. El FLN y la OAS harán peligrar la estabilidad de Francia y de Europa, donde la guerra fría ya ha abierto una brecha entre sus naciones.
La llegada a París de la estrella de Hollywood Linda Darnell, convierte a Ramón en su chófer particular. Junto a ella, entrará en contacto con cineastas y escritores, reflejo del vivo mosaico cultural que es la ciudad. Y no solo eso, Maurice Papon, el mismísimo jefe de la policía parisina, le asigna el papel de protector de la actriz. Existen, al parecer, fundadas sospechas de que Darnell podría ser objeto de un atentado por parte del FLN en su lucha por la independencia de Argelia. Ramón se convierte así, sin él saberlo, en una pieza más de un complejo engranaje.
El control de Argelia es una cuestión de Estado para Francia, pero aquel territorio podría ser también una pieza clave para configurar un nuevo panorama mundial en una hipotética confrontación entre Washington y Moscú, en un marco de guerra fría en la que las dos potencias intentan que no ocurra la teoría del dominó en la que si cae una pieza hacia un lado, irán cayendo todas las demás.
¿Es posible que para implicar a los Estados Unidos en la defensa de Argelia como una colonia francesa todo valga?
La fragilidad del neón es una metáfora del paso del tiempo en relación a los ideales, de como los años castigan a las ideologías que, como en el tenebrista cuadro de Goya, Saturno devorando a un hijo, aniquilan y engullen a sus propios hijos más fieles que han creído fielmente en ellas. La luz del neón es la imagen del fracaso y del derrotado, del que ha creído y está de vuelta de todo. Ramón Sandoval no es un converso que cree en otra cosa sino que solamente cree en lo que le sucede y en su monótona vida sin alicientes. Ramón Sandoval ha perdido todo. Ha perdido a sus padres en la guerra, la guerra en la que luchó, su patria bajo el yugo fascista, al amor de su vida asesinada en un campo de concentración nazi, a su hermano que combate en el desierto de Argelia y al que sólo le unen esporádicas cartas, y que le han convertido en un hombre totalmente vacío.
En los años sesenta del siglo pasado se reencuentra la gente con la esperanza pues es una década de apertura al mundo mientras hay naciones que luchan contra el colonialismo por su independencia en la que se producen muchas muertes, enfrentando de nuevo las ideologías con los aspectos negativos que se producen en ellas.
Todos los personajes de la novela están en plena decadencia. Ramón Sandoval atenazado por sus miedos y sus fantasmas hundido en el fracaso más hondo, Linda Darnell que ve como su matrimonio y su época de gran actriz de Hollywood toca sus últimas notas, Manuel Sandoval que intenta poner en pie unas ideas de justicia, solidaridad y libertad en un infierno en el que sus compañeros de batalla no lo tienen tan claro, Maurice Papon que siente como puede algún día ser acusado de crímenes contra la humanidad desde su puesto de jefe de la prefectura de la V República por haber defendido la Francia Libre del general Petain y haber colaborado con los nazis,... Todos en su papel intentan tener una vía de escape en esa capital de la luz ensombrecida por unos hechos trágicos.
La fragilidad del neón es una novela muy documentada en hechos históricos reales en una situación en algunos aspectos ficticios y en cine, donde Juan Laborda Barceló se mueve como pez en el agua al ser un apasionado de ambos temas al narrar una historia basada en hechos históricos muy identificados, muy vivos y muy tangibles, cuajada de innumerables insinuaciones cinematográficas. Toda la novela está estructurada de forma muy cinematográfica con todas escenas descritas como si de un guión de cine se tratara, Así se ve en cada una de ellas como si fuese una escena en si misma cerrada con un principio intenso, un desarrollo y un final que intenta subir la situación para enlazar con la siguiente, y en dos lugares diferentes como son el desierto argelino y París que se van mezclando en la trama, compensándose continuamente para al final converger en los hermanos, Ramón y Manuel Sandoval.
La fragilidad del neón es una historia dramática salpicada de situaciones políticas que habla de dos espacios atrayentes y muy distintos con grandes dosis de intriga y de acción, aunque parezca ser que el tiempo esté suspendido dentro de ella, y repleta de homenajes al mundo de la farándula más glamourosa y el mundo del arte que hacen ir avanzando la trama y donde los personajes, increíbles y magníficos tanto los principales como los secundarios, como Rafael, se van acercándose y alejándose para encontrarse en su final, y donde, a medida que se van construyendo las historia ficticias nos acercamos a la realidad en un devenir paralelo.
Ramón Sandoval, un hombre absolutamente descreído, se encuentra en este París fascinante con una mujer que le puede salvar. Claire es el único asidero al que se puede aferrar Ramón para lograr su salvación ya que no tiene a nadie más, excepto a su único amigo, Rafael, que se reúne todos los días con él para charlar de sus vidas con nostalgia en un jardín a las espaldas del Museo Cluny que, si bien no existía en octubre de 1961, Juan Laborda Barceló lo incluye en la novela porque un creador como él es capaz de inventar escenarios para escribir una historia tan bellísima, cruda, profunda y emocionante como es La fragilidad del neón en donde sus personajes son peones de una partida de ajedrez humana en un juego de luces y de sombras que sobrevuela durante toda la narración dentro de una obra vibrante y amarga que no deja a ningún lector indiferente.
Juan Laborda Barceló se recrea en una historia que se nota que se encuentra muy a gusto escribiendo con una prosa muy cuidada tendente al lirismo y alejada de excesos de de figuras barrocas donde se desnuda y nos hace aprender y disfrutar al mismo tiempo de una trama llena de hechos históricos, ambientes parisinos, cine y fetiches, en la que se reflexiona sobre el individuo y las ideologías para proponerte que es lo que se debe de hacer ya que la Historia siempre se escribe por cuestiones de amor, de dinero, de sexo y por cuestiones de poder inmediato.
Como los ideales, el neón se comprime, expande, cambia de color y fractura con el paso del tiempo, cita con la que nos adentramos en La fragilidad del neón, ese neón que muestra que esas conductas ideológicas que resultan muy brillantes pero que al final están bastante vacías pues encima de las ideas siempre están las personas. Después se lee la primera frase de la novela, "Un incendio en la oscuridad del desierto es igual que una cerilla dentro de un congelador: prende con facilidad, pero el frío de la noche se encarga de apagarlo". Y definitivamente, el lector ya quedará absorbido de forma irremediable en una auténtica obra de arte para descubrir todas las melancolías de Ramón Sandoval que le alimentan y le permiten seguir adelante a pesar de todos los fantasmas que le acechan desde su pasado y que le hielan el alma como en esos versos que se encuentran en el decrépito tomo de poesías de Miguel Hernández que lleva siempre en el bolsillo de su chaqueta cuando lee el poema de El soldado y la nieve:
Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
es una soledad de galopante luto.
es una soledad de galopante luto.
Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega