lunes, 6 de octubre de 2014

No nos dejan ser niños




¿Vivimos en una sociedad psicópata? ¿Es una sociedad con ninguna empatía emocional, narcisista, sin metas ni valores, infeliz, manipuladora, carente de gusto por todo, arrogante y amoral? Seguramente si. Todos cada vez vivimos más centrados en nosotros y nos preocupamos cada vez menos de los demás. Imponemos nuestro punto de vista sin profundizar en los motivos que puedan tener las otras personas para hacer lo que hacen. Somos incapaces de querer. Somos arrogantes e infelices. No aceptamos las críticas. Nos creemos superiores a los demás y queremos imponer como sea nuestras ideas.


Sobre este tema nos habla Pere Cervantes  en su última novela No nos dejan ser niños que él mismo califica más de novela policíaca que de novela negra acertadamente, aunque yo incluiría además lo de psicológica por lo bien que están dibujados todos sus personajes y sus personalidades y sentimientos.

Así tenemos a María Medem que se reincorpora a su puesto de agente en la comisaría de Ciudadela en Menorca tras la baja maternal por tener a su primer hijo. María es una mujer muy agobiada al tener que compatibilizar su trabajo con el cuidado del niño recién nacido, pues no cuenta con la ayuda de su marido, Bruno, que viaja continuamente por motivos laborales a China donde tiene una segunda vida.


En el momento  de su reincorporación a la comisaría, aparecen en la isla asesinadas dos sexagenarias, y por el mero hecho de haber sido integrante en el pasado del grupo de homicidios en Barcelona le es asignada la investigación.

Al ser Menorca un lugar muy tranquilo, el que aparezca en ella un asesino en serie le pilla a la policía local muy descolocada por lo que sus integrantes cometen varios fallos. Es ese el motivo que la Central de Madrid envíe a Roberto Rial, responsable de la unidad de homicidios, que ha tenido en años pasados una relación sentimental con María.

Los crímenes con un ritual muy especial, la soledad, su trabajo en una comisaría llena de hombres insensibles y machistas y ese bebé que tiene que cuidar y amamantar angustian a María, que para colmo de males tiene que alojar en su casa a su suegra Amparo García, aunque la relación entre ambas sea insoportable. Además todo apunta a que podría ser la asesina de las ancianas. Precisamente esa suegra atrincherada en su casa es la que se va a convertir en el infierno particular de María, en una historia donde las mujeres son las verdaderas protagonistas.

La novela está dividida en tres partes y cuarenta y seis capítulos, que están narrados en primera persona por María Medem, aunque también sabemos del marido, de Roberto Rial y de la asesina a través de un narrador omnisciente, lo que hace la trama muy original y en la que se ve que el autor, como le va a pasar al lector, se siente muy cómodo en esta historia de una asesina, el día a día de una policía nacional y madre primeriza reciente que tiene que compaginar su vida profesional con su vida familiar que se complica mucho cuando su suegra, estando su marido ausente, se instala en su casa porque así lo impone ella a la fuerza.

El lector se verá envuelto en una trama que le hará cambiar continuamente de opinión por los continuos giros que da la historia y que demuestran que el autor sabe de que está hablando, y se sentirá atraído por unos personajes llenos de vida y personalidad propia perfectamente perfilados.



Una novela muy actual en la que se combinan a la perfección crímenes, psicología, sexo, amor, frustraciones, infidelidades, con un fondo de una canción de Raphael, que da título al libro, y un olor penetrante a hierbabuena, todo ello dentro del marco incomparable de una bellísima Menorca casi mágica, que viene a engrosar el panorama de la novela negra nacional, demostrando que goza de muy buena salud y que nos hace pensar al tiempo de pasar con su lectura un rato muy entretenido gracias al buen hacer de Pere Cervantes.

Recomiendo vivamente la lectura de No nos dejan ser niños para recordarnos que no todo es lo que parece.


©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

Martyrium


Omnia vincit amor et nos cedamus amor (El amor todo lo vence, cedamos nosotros al amor) hasta que todo cambia y empieza el martyrium que nos da paso al purgatorium para llegar al infernum, al aparecer en escena El Artista, el genial psicópata, creado por Vicente Garrido y Nieves Abarca, en esta segunda aventura suya titulada Martyrium.


Los caminos de Valentina Negro y Javier Sanjuán volverán a cruzarse en la Ciudad Eterna. Cuando la magistrada Rebeca de Palacios recibe un extraño correo enviado por un desconocido, todo su mundo se tambalea: su hija Marta, una joven estudiante de arte dramático, ha sido secuestrada en Roma, y Rebeca ha de declarar inocente al hombre al que dentro de poco va a juzgar, o Marta morirá. La inspectora de la Policía Nacional Valentina Negro, amiga de la infancia de la magistrada, se ve obligada a ir a la capital italiana en una misión personal para liberar a Marta. Pero en Roma no sólo hay un secuestrador. También hay un asesino apodado “El Monstruo de Roma”, que ha conmocionado la ciudad durante los helados carnavales.

Mientras Valentina está en Roma, el criminólogo Javier Sanjuán acude también a la capital italiana invitado por Alejandro Marforio, el millonario hermano de una de las supuestas víctimas de “El Monstruo” para que ayude a capturar al asesino se forma extraoficial. Sanjuán descubrirá que “El Monstruo” no esta solo en sus crímenes, y que parte de la respuesta se encuentra en el Vaticano.

Escribir una novela negra tiene, a mi parecer, que ser muy difícil y complicado para no caer en el riesgo constante de precipitarse en la astracanada, en el psicópata listísimo y malísimo que va dejando mensajes por doquier o en convertir la historia que se narra en el libro en una teleserie o en una tortura gore. En Martyrium, continuación  de la muy leída Crímenes exquisitos, nos volvemos a encontrar con los personajes que quedaron vivos. El Artista ha logrado huir y se refugia en Roma con otra identidad. Pedro Mendiluce está en la cárcel en espera de juicio. Lúa Castro ha publicado un libro que ha sido un gran éxito de ventas. Y Valentina Negro y Javier Sanjuán continúan con sus vidas en sus respectivas ciudades añorándose pero sin dar ese paso que les haga estar juntos.

La novela negra para que sea buena, tiene que basar su naturaleza esencial en los personajes y no exclusivamente en la técnica policial, y siempre combinando ambos aspectos.

A los personajes creados por Vicente Garrido y Nieves Abarca se les nota que son humanos y que reaccionan como tal, lo cual es muy difícil de conseguir en este género literario, lo que les acerca mucho a los lectores que en todo momento se sentirán identificados con problemas que les pueden afectar a ellos también.

El principio de la novela está lleno de flashes llenos de violencia y escenas de sexo llevadas al límite que pasan por los ojos del lector a ritmo vertiginoso, sin tregua, que van poniendo las líneas maestras de la historia que se narra. Una historia llena de otras historias que se van multiplicando y que hace pensar en cómo van a poder los autores resolver en un final homogéneo. Pero lo consiguen. ¡Vaya si lo consiguen! Al final todas las piezas del puzzle encajan a la perfección de forma maestra en esta novela escrita con un ritmo muy ágil de guión cinematográfico y muy bien narrada con una trama novedosa y, ala vez, tradicional en este tipo de libros.

Y es novedosa por muchos aspectos aunque a mi el que más me ha llamado la atención es que Valentina Negro y Javier Sanjuán no hacen acto de presencia hasta muy avanzada la novela y no se encuentran hasta el final de ella sin que dejen de ser en ningún momento, junto con El Artista, que en Roma la policía le llama Il Mostro, los verdaderos protagonistas como queda claro en los dos epílogos.

Recorremos junto a ellos la helada Roma de febrero de 2012 en plenos carnavales que llenan sus calles nevadas de máscaras y disfraces aparte de crímenes horrendos que ahora ya no son perfomances de pinturas u obras literarias como en Crímenes exquisitos, sino de escenas religiosas basadas en esculturas de Bernini o Maderno que muestran la obsesión del asesino por la belleza eternamente paralizada en una obra de arte.

Una gran novela, la segunda gran novela, de Vicente Garrido y Nieves Abarca que nos deja al final con deseos incontenibles de leer la tercera, El hombre de la máscara de espejos, de muy reciente publicación para poder desentrañar los misterios de este ser atormentado que es El Artista y de Valentina Negro y Javier Sanjuán que definitivamente me han enganchado. Corro a la lectura de esta tercera entrega. ¿Qué novedades nos deparará? ¿Qué sorpresas se esconderán en sus páginas? La respuesta en unos días.


©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega