viernes, 16 de mayo de 2014

Zero Café - Juan Pedro Martín Escolar-Noriega


Acabo de bajar esas escaleras del Zero Café desde del servicio. Esas escaleras que fueron las últimas que bajaron Marifer en su vida en Memento mori para encontrarse con Augusto mientras sonaba Sirena varada de Héroes del Silencio que Paco Dvt había pinchado. Antes no he podido resistirme y, aprovechando que el garito preferido de Augusto Ledesma y el único sitio, donde según él, ponen buena música en todo Valladolid, estaba prácticamente vacío a esas horas, he entrado en el baño de las chicas para hacer esa fotografía inquietante que te recibe una vez traspasada la puerta.

¿Vio Marifer esa fotografía cuando entró? Ella que nunca había estado en ese bar y que después de discutir con su novio dirigió allí sus pasos para, como broma macabra del destino, encontrarse en pocas horas tendida ya sin vida entre los matorrales del parque Ribera de Castilla. Si se fijó en ella ¿qué pensó?. Enciendes la luz y de repente de tus peores sueños aparece esa imagen de dos mujeres decimonónicas que fijan su mirada en ti mostrando sus bocas llenas de sangre invitándote a salir corriendo de allí, mientras la luz de la pared a la que miran condenadas se refleja en el cristal.
Miro ahora en casa esta fotografía que anoche hice y me inquieto aún más. Veo reflejadas también mis manos como en una escena de efectos parapsicológicos y fantasmales que seguramente tiemblan dejando la imagen en un escorzo, seguramente debido a que no puedo apartar mis ojos de esos vestidos negros coronados de esos cuellos blancos teñidos de rojo y de esos peinados simétricamente separados por una raya que parece el certero golpe de un hachazo.

Bajo despacio la escalera y mis ojos abarcan la sala del Zero Café ténuamente iluminada por detalles de luz roja que cargan de energía las zonas muertas, mientras que destellos de luz azul rompen tímidamente el espacio del bar creando rincones donde antes solo había oscuridad y los candelabros sobre la barra y las lámparas colgando del techo que le dan un toque gótico que roza lo siniestro. Alzo mis ojos y en el techo del local reina el Tetsujin 28 Go, ese robot que algún turista japonés ha querido comprar. Termino de bajar y dirijo mis pasos a la barra en la que me espera el gin tonic que Luis minutos antes me ha servido para continuar mi charla con Paco Dvt.




 El Zero Café tiene ese ambiente gótico e inquietante pero Augusto Ledesma tenía razón. Buenas bebidas, excelente música y mejores dueños, razones más que suficientes para que cuando pases por Valladolid no dejes de pasar por él y, si no hay mucha gente, no dejes de hacer una visita al servicio de las chicas y, si eres capaz de ello, te pares un momento ante ese cuadro que te recibe invitándote a una orgía de sangre mientras te paras a reflexionar que pasó por la mente de Marifer cuando bajaba esas escaleras camino de su final mientras Sirena varada de Héroes del Silencio flotaba en el ambiente.

Claro que eso solamente nos lo puede responder César Pérez Gellida.