Ha pasado el tiempo desde que María Médem y Roberto Rial investigaron en Menorca el caso de las ancianas asesinadas por un asesino en serie y parece ser que han cambiado muchas cosas desde entonces. Roberto ha vuelto a Madrid y vive desde hace un tiempo con una compañera de trabajo, Alma. María se ha divorciado de Bruno y vive con su amiga Lola y su hijo preadolescente, mientras su hijo Hugo, que ya tiene tres años, está pasando con su padre una temporada.
En una Menorca que parece haber dejado ser idílica en un crudo invierno en la que una despiadada tramontana azota cada rincón de la isla, se celebra la primera semana de novela negra de Ciutadella a donde acuden los mejores escritores del género nacional, los que aspiran a hacerse un hueco en el mundillo, editores de diferente calaña, periodistas variopintos y políticos cuyo pasado posiblemente es mejor no airear. Hasta María participa porque en estos años ha escrito una novela sobre el suceso de los asesinatos en serie de las ancianas junto su antiguo profesor y amigo, el criminólogo Galván.
El día de la inauguración del evento, con la sala llena de asistentes y mientras habla el editor más poderoso del país, en la pantalla entra de repente un vídeo donde se puede ver el atroz asesinato del hijo del mismo desde la Costa Brava catalana. Horas después, en su habitación del hotel donde se celebran las jornadas, aparece asesinada de la misma manera una joven editora.
La acción está servida y ya sólo nos queda sumergirnos en la historia. Y aquí es donde viene la gran y muy grata sorpresa que me ha deparado la nueva novela de Pere Cervantes. En la reseña que escribí sobre No nos dejan ser niños me preguntaba si vivíamos en una sociedad psicópata en la que no existe ninguna empatía emocional y que es narcisista y exenta de metas, valores, infeliz, manipuladora, carente de gusto por todo, arrogante y amoral, lo que nos hace ser a los que nos ha tocado vivir en ella en seres arrogantes, infelices e incapaces de querer, añadiendo, además por si fuera poco, que nos creemos superiores a los demás, queremos imponer como sea nuestras ideas y no aceptamos las críticas de los demás. Todo esto lo decía sobre esa novela de No nos dejan ser niños a la que consideraba, como su autor Pere Cervantes, como más policial que negra. Pero ahora Pere Cervantes en La mirada de Chapman ha evolucionado de tal manera en su escritura, a incluso mucho mejor claro, que aquí, con los mismos personajes más otros nuevos que aparecen ya nos introduce en una absoluta novela negra no narrando sólo una serie de asesinatos sino ahondando en los perfiles psicológicos de unos protagonistas bastante atormentados con sus pasados y sus vidas actuales en una novela profunda. Unos protagonistas que se añoran pero que se esconden parapetados tras sus dudas y en sus miedos, todo envuelto en una escritura que salpica el libro de escenas y frases memorables, desde esa Ciutadella casi fantasmal e inhóspita como una de esas actrices del cine negro americano, sinuosa como una serpiente, misteriosa, bella a rabiar y, sobre todo, inalcanzable; o esa otra en la que disfrutamos de la última (?) fotografía que le hicieron a John Lennon mientras firmaba un autógrafo sobre la carátula del que sería su último disco, el Double Fantasy, con las gafas inclinadas, sostenidas por la nariz, y ataviado con una cazadora de aviador con el cuello forrado de borrego en la puerta del edificio Dakota de Nueva York donde vivía a su asesino que horas después acabaría con su vida en ese mismo lugar con un revolver del 38; o esos dos protagonistas excelentes, un Roberto Rial, indeciso y taciturno como lo ha sido siempre en su vida privada e implacable en su labor profesional donde es capaz de desobedecer una orden de un superior y la mismísima Constitución, pero jamás negarse a cazar a un asesino, que no ha olvidado a María y que se encuentra de repente con su casa calcinada, sin una familia por la que preocuparse y de la que poder disfrutar, que cree huir de ello junto con su compañera Alma, otro enorme descubrimiento de Pere Cervantes, con las cuentas bancarias bloqueadas por una misteriosa aristócrata, de la que nada sabemos hasta el final, y con ese pasado que quiere olvidar aunque se obstine en querer cambiar su futuro al que tanto teme; o esas impresionante María Médem que tiene como tono de su teléfono móvil la canción de Tal como éramos cantada por Barbra Streisand y que ha cambiado mucho al no ser ya esa mujer inocente cazando asesinos y encajando tantas decepciones en su vida para que deje de ser una soñadora, tiñendo su vida en color sepia que es el color de la nostalgia y la melancolía.
Merecía la pena, y mucho, esperar a La mirada de Chapman y merecía la pena para llevarme la gran alegría de que Pere Cervantes ha escalado muchos escalones para alcanzar la cumbre del género. La mirada de Chapman es una muy bella novela escrita de manera perfecta, donde la trama policial exquisita, gracias a la profesionalidad de Pere Cervantes como policía durante veinticinco años es un mero adorno y vehículo para adentrarme en unos personajes, todos impecables en su descripción, que dan vida a una novela imprescindible que definitivamente le doctora como un gran escritor y estupendo narrador de historias.
He terminado de leer La mirada de Chapman y vuelvo a la primera página para releer la dedicatoria que Pere Cervantes tuvo el honor de escribirme hace unos días en Cuenca. Yo tampoco nunca olvidaré a María Médem, esperaré con ansiedad la nueva novela de este autor y pienso, una y otra vez en esa mirada de Chapman, esa mirada que transmite el goce del poder que sólo los asesinos conocen, el poder de aniquilar una vida humana cuando ellos decidan y que, aunque sea con cuarenta y tres navajazos, demuestran y acreditan que a veces el odio también es una pasión. Sigo leyendo la dedicatoria y si, Pere, La mirada de Chapman ya siempre formará parte de esa biblioteca emotiva que todos llevamos.
Gracias Pere Cervantes por tu magnífica novela que me ha demostrado con tus dos extraordinarias criaturas por ti imaginadas que cuando el pasado se cuela en nuestro presente sin pedir permiso, sólo nos queda esperar a que el futuro lo eche o venga a alegrar nuestra vida futura. Gracias por tu preciosa dedicatoria y, sobre todo, por tu impagable amistad.
Pdta.: A ti lector, enamorado de la novela negra, no dejes de buscar y encontrar la enorme cantidad de guiños con los que Pere Cervantes homenajea a sus colegas escritores y, sobre todo, deleitate con La mirada de Chapman. Sobre María Médem, Roberto Rial y, ójala, dentro de un tiempo, Alma, no voy a decir nada. Descúbrelo tú y ya no podrás prescindir de ellos nunca más.
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega