En los últimos años está apareciendo en el mundo literario español una serie de jóvenes autores que como sigan escribiendo así de bien van a crear escuela.
Hace unos días leí un artículo de Lorenzo Silva en el que decía que de todas las novelas que había leído el año pasado una de las mejores era La última tumba de Alexis Ravelo diciendo: "Otro poderoso indicio de la excelente salud del género negro en España, en este caso procedente de Canarias, donde Alexis Ravelo ambienta una historia llena de fuerza y de sabiduría narrativa que explora el submundo de los desheredados, con resultados que lo acreditan como un digno continuador de esa tradición del género que tiene al lado oscuro como protagonista y a Jim Thompson como su profeta mayor. De paso, nos demuestra otra cosa, nada baladí: que no hace falta situarse en la gran capital, ni en los espacios más comerciales y transitados de la novela policial, para sacarse un librazo que se devora y sabe como los mejores." Me puse a buscarla y he pasado unas horas disfrutando de un gran libro que me ha dejado con ganas de más ahora que acabo de terminarlo.
Adrián Miranda Gil entra la cárcel siendo un yonqui descerebrado, pero no es un asesino. Veinte años dan para mucho y logra no solo desengancharse de la heroína y de sus otras adicciones, sino que estudia y lee, experimentando una transformación personal importante. Y esto lo notan los de su entorno cuando ya ha cumplido la condena y sale. Adrián se convierte en un detective de un solo cliente, él mismo, que va a investigar el pasado y no parará hasta descubrir quién o quiénes le hicieron la jugarreta de colgarle el marrón del asesinato.
Pura novela negra escrita muy bien. Y está muy bien escrita porque la historia está narrada en primera persona por el protagonista y la primera persona en novela negra consigue describir ambientes oscuros y porque el lenguaje empleado, sobre todo cuando el narrador es un delincuente, es el adecuado para hacer la historia creíble. Además está ambientada en Las Palmas y el resto de la isla de Gran Canaria por lo que utiliza un lenguaje de allá que resulta muy atractivo y natural acorde con la historia con unas reflexiones de su protagonistas dignas de los grandes personajes de este género.
La última tumba es una novela que se lee como un revulsivo y, lo que es mejor, te obliga a seguir leyendo porque te zarandea, te golpea, te estruja las tripas pese a que otras tareas requieran el concurso de los modestos esfuerzos del lector. Paseamos al lado de Adrián por las calles en busca de respuestas con naturalidad, cuidando mucho sus pasos caminando despacio por la isla, conduciendo con prudencia, sonriendo por la vida. Todo lo necesario para que nadie sospeche de lo que pasa por su cabeza, de lo que está maquinando. Es una buena persona que ha pagado por algo que no le correspondía pagar y necesita saber por qué fue el blanco de esa conspiración para poder vengarse en una trama sin fisuras y, sobre todo, un personaje principal absorbente: ambiguo, oscuro, ingenuo a su manera, un inocente acostumbrado a sobrevivir en las peores alcantarillas. Adrián habla directamente con el lector, a quien le da una versión de los hechos que hace que te pongas de su lado y que entiendas, incluso, que quiera hacer su justicia.
Alexis Ravelo es un grande del género negro de nuestro país.
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