sábado, 10 de marzo de 2018

La poesía es cosa de burros


¿Les gusta leer? ¿Leen a nuestros clásicos? ¿A nuestros autores contemporáneos? ¿A los jóvenes poetas de hoy? Ahí está todo ya dicho y todos podemos encontrar inspiración y, por una vez, ser capaces de hilar un par de frases brillantes.
¿Y por qué no en una canción de un disco? ¿Saben ustedes acaso lo qué es la disforia postcoital? Seguro que si ya tienen una cierta edad como tengo yo y han leído a Paco Umbral saben qué es eso del spleen. Ah, ¿no?¿Qué no han leído nunca a Umbral por sus malas pulgas? Entonces tampoco les voy a preguntar por Camilo José Cela, Fernando Fernán Gómez, José Antonio Labordeta ni Arturo Pérez-Reverte (éste último como aún vive a lo mejor dulcifica su carácter para que los castos oídos y los límpidos ojos no pongan excusas banales, aunque soy escéptico a ambas cosas).
Pero, volvamos a centrarnos y no divaguemos. ¿Han oído alguna vez el término espín? ¿Saben lo que es un palindromo, el cuadro Sator, la hipercrítica del hipervínculo, un fractal, las granulaciones logarítmicas del girasol y la coliflor? 
Ya sé que puede que se estén preguntando si me estoy quedando con ustedes, y si ya les pregunto por la alfombra de Sierpinski o por un palimpesto, definitivamente abandonen mi caótica disertación y recuerden que se han olvidado de recoger el lavavajillas. Aguanten un poco más, se lo ruego. Al final, dentro de unos minutos tan sólo, me lo agradecerán. 
¿No me vengan ahora diciendo que nunca han oído hablar de Pixar, de Federico García Lorca, Pasolini y de Peppa Pig? ¿Quién, Pasolini? No, no es un jugador de la squadra azzurra... A propósito de Pier Paolo Pasolini, ¿han visto una película de principios de los años 70 dirigida por Jaime Chávarri y titulada El desencanto? No se la pierdan porque es poesía pura sobre la familia Panero.
Seguro que de la teoría del caos si que tienen una ligera idea. Y del efecto mariposa también. Otra cosa ya es la poesía cuántica, Erwin Schrödinger o los estados cuánticos (¿otra vez esa palabreja?)
Venga, que ya voy terminando. ¿Les apetece conocer la teoría de las esferas de valor? ¿Quién no ha oído hablar del horror vacui que en arte, hoy en día en estos tiempos en que prima lo minimalista, se ha convertido en amor vacui? ¿Tienen algo que ver Lope de Vega, el Fénix de los Ingenios, con Enrique Bunbury?
Miren, yo ya tengo todas estas preguntas contestadas porque me he embebido (no puedo decir leído porque quedaría pequeño y no me atrevo a poner fagocitado) el último libro de David Acebes Sampedro que tiene el controvertido título de La poesía es cosa de burros, aunque el burro, el asno, vamos, sea un personaje muy poético desde ese magistral Platero ramoniano, ese pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.
Lean este increíble libro de David Acebes Sampedro, empápense de la literatura que nos está rodeando siempre, lean compulsivamente todo lo que caiga en sus manos, sorpréndanse, abusen de lo esdrújulo, jueguen con las palabras y déjense embriagar con el dulce veneno de la poesía. Será entonces cuando sólo les gustará morir en mitad de un verso de Quevedo.
Sean curiosos y átense al mástil del barco que les regresa a Ítaca y sean unos privilegiados de poder escuchar el canto seductor de las sirenas. 
Todo, absolutamente todo, está en este asombroso, genial y ameno libro que es La poesia es cosa de burros
Pónganse después de su lectura delante de un cuaderno en blanco y escriban. ¿Les ha salido algo? Puede ocurrir que les pase como a ese burro que sopló una flauta y ésta sonó por casualidad. Sigan intentándolo. No se rindan tan pronto y ya no habrá casualidad ni serán un burro con suerte.
Yo me voy a poner con algo que hoy he aprendido leyendo este libro de David Acebes Sampedro y que él, seguro, entenderá. Va por ti, amigo. ¡Enhorabuena!

Déjate que te invite al final de esta reseña,
no me importa que no me hagas más atención, 
has llegado hasta aquí que es lo que importa, 
así se hacen las cosas cuando escribimos,
así me enseñaron a que las hiciera yo.

Déjame que te escriba la última línea,
no importa que no te guste esta publicación; 
así mi conciencia quedará más tranquila, 
así el hijo de mi madre dice adiós. 

     ... Y al final,
te intentaré atraer con fuerza,
mía letras serán cuerdas al llevarte por ellas,

     ... y al final,
quiero veros contentos de nuevo.
Seguid leyendo a los poetas, 
nunca lo dejéis de hacer.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega