martes, 13 de enero de 2015

Ofrenda a la Tormenta




Llueve sobre Baztán. Cae muchísima agua para cerrar el círculo de la trilogía de Dolores Redondo con Ofrenda a la tormenta. La Diosa Mari aguarda su sacrificio.


Solamente ha pasado un mes desde el traumático final de Legado en los huesos cuando una mujer denuncia que la muerte súbita de su nieta, oficialmente una muerte de cuna, le parece sospechosa tras el comportamiento extraño del padre de la niña, que ha sido detenido cuando intentaba robar el cadáver pronunciando palabras inconexas. Por el estado en que se encuentra el cuerpo del bebé parece que se trata de un asesinato, lo que lleva a Amaia Salazar y a su equipo de la Policía Foral de Navarra a investigar casos parecidos de muertes de cuna con demasiadas irregularidades que se produjeron en el valle en el pasado, en una investigación que va a cerrar ese círculo que se empezó con El guardián invisible, continuó con Legado en los huesos y finaliza con esta Ofrenda a la tormenta, donde conoceremos por fin  el origen del mal, del dolor y de la situación trágica que puso en marcha las fuerzas mitológicas imperantes en el valle y que llevaron a Amaia Salazar a volver a su lugar de nacimiento para resolver los crímenes que sembraban este idílico lugar.

Es muy difícil de escribir la reseña de Ofrenda a la tormenta ya que es casi imposible no decir algo que desvele cosas importantes de la trama, pero está claro que esta tercera entrega no defrauda como tampoco lo hicieron sus dos predecesoras. Vemos en ella a una inspectora Amaia Salazar con muchísimas más dudas y más angustiada como absoluta protagonista de la novela, aunque más solitaria y pensativa. Los otros personajes quedan más difuminados y no tienen tanto peso aquí, aunque en ningún momento dejan de ser geniales.

Se respira en Ofrenda a la tormenta un miedo sórdido, un frío insoportable lleno de lluvia, niebla, nieve y oscuridad, una mezcla de realidad y fantasía con la mitología ancestral y atávica del bosque en el que las tradiciones del pasado se heredan en el presente en una vorágine de horror y mal. Y todo dentro de ese paisaje paradisiaco del valle del Baztán donde el río es testigo mudo de todo lo que pasa en una sociedad matriarcal educada en un mundo mitológico que aún sigue vivo en el valle, dentro de una investigación policial apasionante, donde se pueden hacer crímenes rituales como sacrificio basados en unas creencias causantes de situaciones tan monstruosas.

Después del Basajaun y del Tarttalo ahora es el momento del Inguma, un perverso demonio de la noche que asfixia a los niños pequeños mientras duermen para beberse su aliento. Todo esto es el verdadero valor del libro, pues esa creencia religiosa no debe ser tomada a risa mientras haya alguien capaz de matar o morir por creer en una cosa que parece magia pero que en estos lugares del valle se vive como una religión que se transmite de madres a hijas.

Pero todo esto no es nuevo. La fe es poderosísima. Puedes no creer en ella, pero hay gente que sí lo hizo en el pasado y muy posiblemente lo sigue haciendo. Como dice Dolores Redondo, en Baztán se tiene la creencia de que lo que todo tiene nombre existe, y si se puede matar en nombre de ello, pues se mata.

Una gran trilogía de la que soy incapaz de decir si una novela es mejor que otra pues a mi me han parecido excelentes las tres. Dolores Redondo nos ha hecho pasar dos años fantásticos. 

La Diosa Mari, la Anbotoko Dama, Bideko Ematze Xuria o Arpeko Saindua, Reina de la Naturaleza y de todos sus componentes, diosa de la justicia, defensora de la honradez y muy severa con la injusticia, que desprecia y castiga el mentir, el robar, no cumplir la palabra dada, no respetar a las personas y la arrogancia, que anuncia su llegada y presencia con una tormenta, tiene que estar orgullosa de esta magnífica ofrenda que le ha hecho Dolores Redondo.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega