jueves, 31 de diciembre de 2015

Con el miedo en los tacones



Define su autora, Teresa Álvarez Blanco, su libro Con el miedo en los tacones como "una novela "ligera" para entretener un rato y olvidarse de los problemillas...".

Y llegó Elvira, divertida, despistada, cotidiana... por fin una protagonista algo rellenita, ligeramente patosa, y muy, muy entretenida. ¿Su misión? buscar a Elisa, una absoluta desconocida para ella pero con un punto en común: su asombros parecido físico. ¿Qué motivos hay que para Elisa tenga que buscar a una persona a la que no conoce de nada y no ha visto en la vida? La casualidad, la pura y simple casualidad que la llevará a vivir situaciones peligrosas y a poner su vida en riesgo.

Tengo que dar la razón a Teresa Álvarez Blanco porque Con el miedo en los tacones entretiene y entretiene mucho, haciéndote olvidar durante las horas en que con su muy divertida lectura esos problemillas que nos acosan de continuo. En lo que no estoy muy de acuerdo es con el calificativo de "ligera"  que. por supuesto, no lo pone como algo peyorativo. Con el miedo en los tacones no tiene, claro está, nada que ver con A la busca del tiempo perdido de Marcel Proust ni con el Ulises de James Joyce, pero en sus páginas se encuentra esa magia sorprendente que envuelve a la buena literatura. Yo más que de ligera la definiría como divertida, chispeante, ocurrente, jovial, entretenida, amena, placentera, ingeniosa, aguda o centelleante.

Con frases cortas y directas que convierten la historia en algo muy ágil, Teresa Álvarez Blanco nos cuenta la casi surrealista aventura de Elvira que nos habla en primera persona y que me ha recordado al desternillante protagonista loco que Eduardo Mendoza creó para esa saga del detective anónimo allá por 1978 y que ya lleva publicadas cinco novelas, la última en este año de 2015. Y no quiero hacer comparaciones, pero me niego en redondo a considerar a Eduardo Mendoza como un autor "ligero". Elvira sólo sé que ya ha sido protagonista de dos novelas, la primera Helarte de miedo que tendré que volver a releer pues lo disfruté cuando aún no existía este blog. Lo demás, querido lector, lo dejo a tu intuición.

Me queda por decir poco ya, que el tiempo apremia y se termina el año. Y no voy a decir nada más porque quiero, querido lector, que descubras a Elvira y a Chema y disfrutes, tanto como lo he hecho yo, de su estrambótica vida, de sus cenas llenas de sandwiches de jamón, queso, lechuga y tomate, de sus alocados viajes en moto, de sus trabajos decepcionantes, aburridos y mal pagados, de sus existencias anodinas, quizás muy parecidas a todas las nuestras, que de repente tienen la suerte de verse sacudidas por una persona desconocida que nos pone todo patas arriba, y de los juegos de Elisa con sus cuatro sobrinos que le absorben toda su energía en el parque espachurrada entre la hierba.

Con el miedo en los tacones es una deliciosa novela "ligera" fruto de la asombrosa imaginación de una mujer que disfruta con Isabel Allende, Almudena Grandes, José Luis Sampedro y con La madre de Máximo Gorki. No es fantasía, tampoco magia ni siquiera la acción es tan trepidante que deja sin aliento pero es la pequeña historia de una mujer, como cualquiera de nosotros, que lleva una vida absolutamente normal y que se ve envuelta en una situación extraordinaria. Sólo me queda recomendarte vivamente que entres a divertirte con Elvira, te sumerjas en la lectura y disfrutes de cada uno de sus momentos.

Gracias Teresa Álvarez Blanco por tu amistad, por tu deferencia tan generosa en enviarme el manuscrito de tu novela y, sobre todo, por haber hecho disfrutar tanto con tu libro a este enamorado de Gabriel García Márquez.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

martes, 8 de diciembre de 2015

La fragilidad del neón



Al terminar la lectura de La fragilidad del neón tengo la sensación de que la única nota de color se encuentra en las luces azul y rosa del burdel La Vie en Rose de la calle Les Vilandes en Montmartre que iluminan la negrura de la habitación de Ramón Sandoval y en los ojos verdes de Claire. Todo lo demás es en blanco y negro, a lo sumo gris, como en el último capítulo de la novela, que Juan Laborda Barceló titula La esperanza. Tan blanco y negro como la película Fallen Angel protagonizada por Linda Darnell.

Ramón Sandoval, un inmigrante español refugiado en París, trabaja como chófer tras perder su particular guerra en España y haber sido hurtado de la gloria de haber sido, junto a los republicanos españoles, los que primeros entraron en París con sus carros de combate el día de la liberación de la ciudad del yugo nazi. Pero la capital francesa en 1961 no es un paraíso. El conflicto argelino aviva los peores resentimientos en algunas facciones del ejército que amenazan con derrocar la democracia bajo el pretexto del colonialismo.


Argelia está inmersa en su cruel guerra de independencia y, mientras, la V República de De Gaulle, en el París que se debate entre las luces y las sombras, es amenazada por las pretensiones imperialistas de algunos altos cargos militares. El FLN y la OAS harán peligrar la estabilidad de Francia y de Europa, donde la guerra fría ya ha abierto una brecha entre sus naciones.

La llegada a París de la estrella de Hollywood Linda Darnell, convierte a Ramón en su chófer particular. Junto a ella, entrará en contacto con cineastas y escritores, reflejo del vivo mosaico cultural que es la ciudad. Y no solo eso, Maurice Papon, el mismísimo jefe de la policía parisina, le asigna el papel de protector de la actriz. Existen, al parecer, fundadas sospechas de que Darnell podría ser objeto de un atentado por parte del FLN en su lucha por la independencia de Argelia. Ramón se convierte así, sin él saberlo, en una pieza más de un complejo engranaje.

El control de Argelia es una cuestión de Estado para Francia, pero aquel territorio podría ser también una pieza clave para configurar un nuevo panorama mundial en una hipotética confrontación entre Washington y Moscú, en un marco de guerra fría en la que las dos potencias intentan que no ocurra la teoría del dominó en la que si cae una pieza hacia un lado, irán cayendo todas las demás.

¿Es posible que para implicar a los Estados Unidos en la defensa de Argelia como una colonia francesa todo valga?


La fragilidad del neón es una metáfora del paso del tiempo en relación a los ideales, de como los años castigan a las ideologías que, como en el tenebrista cuadro de Goya, Saturno devorando a un hijo, aniquilan y engullen a sus propios hijos más fieles que han creído fielmente en ellas. La luz del neón es la imagen del fracaso y del derrotado, del que ha creído y está de vuelta de todo. Ramón Sandoval no es un converso que cree en otra cosa sino que solamente cree en lo que le sucede y en su monótona vida sin alicientes. Ramón Sandoval ha perdido todo. Ha perdido a sus padres en la guerra, la guerra en la que luchó, su patria bajo el yugo fascista, al amor de su vida asesinada en un campo de concentración nazi, a su hermano que combate en el desierto de Argelia y al que sólo le unen esporádicas cartas, y que le han convertido en un hombre totalmente vacío. 

En los años sesenta del siglo pasado se reencuentra la gente con la esperanza pues es una década de apertura al mundo mientras hay naciones que luchan contra el colonialismo por su independencia en la que se producen muchas muertes, enfrentando de nuevo las ideologías con los aspectos negativos que se producen en ellas.

Todos los personajes de la novela están en plena decadencia. Ramón Sandoval atenazado por sus miedos y sus fantasmas hundido en el fracaso más hondo, Linda Darnell que ve como su matrimonio y su época de gran actriz de Hollywood toca sus últimas notas, Manuel Sandoval que intenta poner en pie unas ideas de justicia, solidaridad y libertad en un infierno en el que sus compañeros de batalla no lo tienen tan claro, Maurice Papon que siente como puede algún día ser acusado de crímenes contra la humanidad desde su puesto de jefe de la prefectura de la V República por haber defendido la Francia Libre del general Petain y haber colaborado con los nazis,... Todos en su papel intentan tener una vía de escape en esa capital de la luz ensombrecida por unos hechos trágicos.

La fragilidad del neón es una novela muy documentada en hechos históricos reales en una situación en algunos aspectos ficticios y en cine, donde Juan Laborda Barceló se mueve como pez en el agua al ser un apasionado de ambos temas al narrar una historia basada en hechos históricos muy identificados, muy vivos y muy tangibles, cuajada de innumerables insinuaciones cinematográficas. Toda la novela está estructurada de forma muy cinematográfica con todas escenas descritas como si de un guión de cine se tratara, Así se ve en cada una de ellas como si fuese una escena en si misma cerrada con un principio intenso, un desarrollo y un final que intenta subir la situación para enlazar con la siguiente, y en dos lugares diferentes como son el desierto argelino y París que se van mezclando en la trama, compensándose continuamente para al final converger en los hermanos, Ramón y Manuel Sandoval.

La fragilidad del neón es una historia dramática salpicada de situaciones políticas que habla de dos espacios atrayentes y muy distintos con grandes dosis de intriga y de acción, aunque parezca ser que el tiempo esté suspendido dentro de ella, y repleta de homenajes al mundo de la farándula más glamourosa y el mundo del arte que hacen ir avanzando la trama y donde los personajes, increíbles y magníficos tanto los principales como los secundarios, como Rafael, se van acercándose y alejándose para encontrarse en su final, y donde, a medida que se van construyendo las historia ficticias nos acercamos a la realidad en un devenir paralelo. 

Ramón Sandoval, un hombre absolutamente descreído, se encuentra en este París fascinante con una mujer que le puede salvar. Claire es el único asidero al que se puede aferrar Ramón para lograr su salvación ya que no tiene a nadie más, excepto a su único amigo, Rafael, que se reúne todos los días con él para charlar de sus vidas con nostalgia en un jardín a las espaldas del Museo Cluny que, si bien no existía en octubre de 1961, Juan Laborda Barceló lo incluye en la novela porque un creador como él es capaz de inventar escenarios para escribir una historia tan bellísima, cruda, profunda y emocionante como es La fragilidad del neón en donde sus personajes son peones de una partida de ajedrez humana en un juego de luces y de sombras que sobrevuela durante toda la narración dentro de una obra vibrante y amarga que no deja a ningún lector indiferente.

Juan Laborda Barceló se recrea en una historia que se nota que se encuentra muy a gusto escribiendo con una prosa muy cuidada tendente al lirismo y alejada de excesos de de figuras barrocas donde se desnuda y nos hace aprender y disfrutar al mismo tiempo de una trama llena de hechos históricos, ambientes parisinos, cine y fetiches, en la que se reflexiona sobre el individuo y las ideologías para proponerte que es lo que se debe de hacer ya que la Historia siempre se escribe por cuestiones de amor, de dinero, de sexo y por cuestiones de poder inmediato. 

Como los ideales, el neón se comprime, expande, cambia de color y fractura con el paso del tiempo, cita con la que nos adentramos en La fragilidad del neón, ese neón que muestra que esas conductas ideológicas que resultan muy brillantes pero que al final están bastante vacías pues encima de las ideas siempre están las personas. Después se lee la primera frase de la novela, "Un incendio en la oscuridad del desierto es igual que una cerilla dentro de un congelador: prende con facilidad, pero el frío de la noche se encarga de apagarlo". Y definitivamente, el lector ya quedará absorbido de forma irremediable en una auténtica obra de arte para descubrir todas las melancolías de Ramón Sandoval que le alimentan y le permiten seguir adelante a pesar de todos los fantasmas que le acechan desde su pasado y que le hielan el alma como en esos versos que se encuentran en el decrépito tomo de poesías de Miguel Hernández que lleva siempre en el bolsillo de su chaqueta cuando lee el poema de El soldado y la nieve: 


Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
es una soledad de galopante luto.

Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
de celeste maldad, de desprecio absoluto.




©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

viernes, 4 de diciembre de 2015

Melodía quebrada



Quien haya tenido en su vida el privilegio de poder haber conocido Barcelona, no puede dejar de leer Melodía quebrada de Josep Camps. Barcelona tiene muchas novelas en que ella es gran protagonista en la historia que se cuenta dentro de ellas, pero en ésta de Melodía quebrada, Josep Camps da un paso adelante y nos muestra una Barcelona en su más absoluta actualidad y sumergida en un mundo de corrupción política e intereses turbios de grandes empresarios que en sus negocios siempre ganan, pese a quien pese, frente a los derechos de los ciudadanos de a pie. Y en cuestión de ganar más y más dinero raro es el caso en que pierdan.

Al sargento de los Mossos d,Esquadra Mercado, a partir de aquí siempre ya Tiki, adscrito a la División de Investigación Criminal en el Área Central del Crimen Organizado en el Central Complex Egara de Sabadell, le encargan la investigación de la muerte de Guillermo Canals, un muy acaudalado empresario catalán con importantes conexiones políticas y sociales, cuyo cadáver en extrañas circunstancias aparece dentro de la sauna privada de un exclusivo club de golf de su propiedad en la Sierra de Collserola.

Tiki Mercado es, además de policía, extoxicómano, fiel, incorruptible y muy cercano a todos nosotros, a los ciudadanos de a pie me refiero, porque Josep Camps ya se encarga de hacérnoslo real y semejante, muy real y semejante. A mayores, es un enamorado del rock and roll de los años 70, pincha discos en un garito, es un soltero empedernido y, pese a tener un gran éxito entre las mujeres, a las que adora, parece que, por sus miedos a su pasado y pese a los consejos de su psiquiatra que le ayuda desde hace cinco años para superar su adicción a las drogas y al alcohol, no tiene excesiva suerte en sus relaciones con ellas.

Tiki Mercado, con la inestimable ayuda de su compañera Elvira Sangenís, empieza a investigar lo que parece ser un asesinato más en su carrera para ir destapando una descomunal y sorprendente trama de corrupción urbanística dentro de la ciudad Condal donde parece que en vez de proteger el bien común y el bienestar de los ciudadanos, que pagan religiosamente sus impuestos, la Generalitat y el Ayuntamiento prefieren proteger a grandes empresas privadas para los fines económicos de estas y de aquellos dos, sea en épocas de bonanza como en ésta de crisis que ahora sufrimos. Y digo Generalitat de Catalunya y Ayuntamiento de Barcelona porque la trama se sitúa en esta ciudad, aunque bien es sabido por todos los más ilusos de que en casi todas partes de nuestro país cuecen habas y se prefiere dejar, por dinero, claro, que un patrimonio íntimamente ligado a la ciudad y al disfrute de los que en ella viven y trabajan pase a convertirse en el negocio de sólo unos pocos que, qué casualidad, siempre son los mismos.

Y aquí tengo que volver a hablar de una Barcelona contemporánea, magistralmente descrita por Josep Camps, que se convierte en una sólida y absoluta protagonista imprescindible de Melodía quebrada junto a un Tiki Mercado inconmensurable que no deja de preguntarse el porqué desde más arriba que el puesto que él ocupa quieren callar y pasar un tupido velo sobre los acontecimientos que se narran y si las personas pueden llegar a ser tan molestas como para anular una operación policial. Pero, como ya he dicho, Tiki Mercado es leal, honesto, fiel e incorruptible y no cejará en su empeño de esclarecer los hechos utilizando todas las armas, algunas rozando hasta la ilegalidad.

Es Melodía quebrada una novela que poco a poco va entrando en el lector hasta que, de repente, éste descubre que ha sido absorbido por su historia de forma tal que sin darse del todo cuenta queda atrapado sin remedio entre sus páginas.

Barcelona ha sido motivo de inspiración para muchas historias negras y policiales, aunque Josep Camps da una vuelta de tuerca con Melodía quebrada ofreciéndonos una versión genial de la actualidad más próxima y en todo momento aderezada por esa sorprendente banda sonora original repleta de canciones del más puro rock and roll, del verdadero rock and roll en su época más gloriosa, del rock and roll de las grandes bandas como los Rolling Stones, Led Zeppelin y Credence Clearwater Revival, que nos acompañan desde su primera página hasta que cerremos el libro.

Y, por último, vamos por el gran protagonista, el genial Tiki Mercado, un personaje que entra por la puerta grande de la mejor novela negra. Pasada la barrera de los cuarenta, de 1,88 de altura, 90 kilos, moreno, nacido en Castilla y León en La Horra cerca de Aranda de Duero, hijo único, que se afeita solamente una vez por semana, que se gasta en ropa menos que una monja de clausura y que fuma sin parar. Un tipo al que le gustan sobre todas las cosas las mujeres y el verdadero rock and roll. Toxicómano, aunque lleva ya cinco años sin consumir, con sus miedos y dudas, ayudado por su psiquiatra. Empezó a estudiar Filosofía y Letras y lo abandonó al poco tiempo. Héroe y maestro para sus compañeros, pese a que sus métodos de trabajo no son siempre del agrado de su superior, el subinspector Carreras, pero que, como es un gran policía, le deja más o menos carta libre. Muy impulsivo, pero afable y amigo de sus amigos. Vive y deja vivir sin esperar nada de la vida salvo un buen punteo de guitarra eléctrica o el beso cálido de una mujer. Para mantenerse en forma, Elvira le ha aconsejado que se ponga a correr y él se pone con ahínco a hacerlo nada menos que por las tremendas cuestas de la montaña del parque de Montjuic. Odia conducir, pero alguien le ha regalado una pequeña scooter de 50 cm. cúbicos y con ella se mueve por Barcelona, lo mismo renqueando por la empinada carretera de Vallvidriera como embalándose por las bajadas de ese Montjuic, que su amigo Alfonso Galán le ha hecho amar, porque alguien le ha contado que por su asfalto corrieron hace años en sus bólidos de Fórmula 1 unos tales Jackie Stewart y Emerson Fittipaldi adornadas sus caras con inmensas patillas. Es respetuoso con la gente, pero ante las injusticias puede llegar a rozar la violencia. Absolutamente honesto y leal, tanto que es capaz de hacer lo que hace en el final majestuoso de Melodía quebrada donde se demuestra que no todo lo que parece ser es lo que se supone que es. ¿Se puede retratar mejor a un personaje? Josep Camps nos presenta a uno que estoy seguro que seguirá deleitándonos muchos años.

Melodía quebrada es una fantástica novela negra escrita con un explosivo cóctel, del mejor Boadas o Dry Martini, de tres ingredientes perfectos como son Barcelona, rock and roll y Tiki Mercado. Los dos primeros me han hecho volver a esos años en los que yo me paseaba por sus calles o cuando un adolescente se moría con esa música acompañado por todos sus amigos. El tercero me ha fascinado de tal manera que ya estoy deseando, recién acabada la lectura del libro, de embeberme en nuevos casos suyos aún por escribir y ser publicados.

¿Algún pero a Melodía quebrada? Venga si, voy a poner uno. Cuando Tiki pasea por Barcelona me recuerda al gran Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán, y cuando está investigando o hablando con Elvira mi cabeza se va a los geniales Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva. Me pongo en este momento a pensar y observo, Josep Camps, que esto no se sostiene y que ni siquiera puede ser un pero, porque recordar a estos maestros creadores de estos personajes al leer Melodía quebrada demuestra que esta novela es una obra maestra. Tiki Mercado ya está charlando con ellos para siempre.


©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

jueves, 3 de diciembre de 2015

El próximo funeral será el tuyo




En el pueblo de Cárcar, desde hace muchos años, las campanas de la iglesia tocan muy a menudo a muerto, y, cuando es una mujer, los ancianos que allí viven temen que sea una joven que haya vuelto a suicidarse, aunque quizás sean asesinatos en vez de suicidios.

Estela Chocarro debuta en el mundo de la narrativa con la novela El próximo funeral será el tuyo, escrito que presentó hace años al Premio Fernando Lara con el título de Réquiem por el ángel caído y el seudónimo de Stella Maris, quedando entre las diez finalistas entre 198 obras presentadas inéditas en lengua castellana, aunque no llegó a ganarlo. Afortunadamente, no se quedó en el cajón y fue publicada por Maeva bajo este nuevo título.

¿Qué pasa cuando se escarba en las heridas del pasado? Rebeca Turumbay, una chica joven de Barcelona, profesora y experta en la obra de Salvador Dalí que trabaja en el Teatro-Museo del artista en Figueres, viaja a Cárcar en Navarra para conocer sus raíces y descubre que su abuelo paterno, Ángel, fue acusado del asesinato de Celia Urbiola, una adolescente, en 1945. Rebeca llega al pueblo de sus antepasados desde la gran ciudad y tiene ciertos prejuicios hacia los habitantes del pueblo navarro, que también recelan de ella, pero estos le irán poco a poco ayudándole y apoyándole en sus pesquisas para esclarecer lo sucedido hace ya tantos años. Así Rebeca se rodea de Víctor, un periodista de un diario local, y de un grupo de ancianos que viven en la residencia geriátrica de la localidad y está formado por Daniel González, "el Gallardo", Patricio, "el Gitano", Marcelo Ágreda y Anastasia Chelezquer que le prestarán su apoyo desde dicha residencia en la que pasan sus últimos años de vida.

Rebeca pondrá su vida en serio peligro para averiguar la verdad de los hechos ocurridos en el que parece ser que de una manera u otra muchos de los habitantes del pueblo estuvieron implicados.

Estela Chocarro nos regala una historia perfectamente ambientada en ese pueblo de la comarca de la Ribera del Alto Ebro, a 65 kilómetros de Pamplona y perteneciente a la Merindad de Estella, en las faldas de un monte y surcado por el río Ega, por el que subiremos y bajaremos con los personajes continuamente por la calle Monte, veremos su Mini Cooper descapotable rojo con una franja blanca aparcado en su Plaza Mayor, visitaremos su iglesia y oiremos sus campanas en el tórrido mes de julio de 2010.

También nos deleitaremos con sus personajes, alma máter de la historia, todos perfectamente descritos y dibujados por la autora: Rebeca, joven profesional, urbana, moderna e independiente que según  iba leyendo me iba recordando cada vez más al Cary Grant de Con la muerte en los talones. El Gallardo, un anciano irónico y arisco de aspecto impecable que en su juventud pintaba y que con su tío Ángel Turumbay, de aproximadamente su misma edad y abuelo de Rebeca, hacía negocios con sus reproducciones perfectas de Dalí. El amigo de el Gallardo, Patricio "el Gitano", un hombre imperturbable y carente del sentido del humor, pero con un gran sentido del honor, que llegó un día a Cárcar como vendedor ambulante y se quedó a vivir allí. Marcelo Ágreda, que empieza a sufrir una demencia senil pero que tiene ratos de lucidez geniales y sorprendentes y que siempre está cantando jotas o recitando refranes del pueblo. Anastasia Chelezquer, mujer de gran carácter pero que nos muestra una gran sensibilidad, viuda y enamorada, pese a sus ochenta años, de Daniel, "el Gallardo".

Estela Chocarro quiere hacer un homenaje con El próximo funeral será el tuyo al pueblo donde vivió hasta los 18 años y a esas historias que escuchaba embelesada sobre esas anécdotas y narraciones locales que le contaba su padre y que le despertaron la curiosidad para explorar los parajes de Cárcar, sobre todo los que aparecen en la novela, como la cuesta de la Peña Caída, la cueva, el río, el cementerio y la iglesia, y se basa para escribir El próximo funeral será el tuyo en un crimen que acaeció de verdad en Cárcar en 1924 donde fue asesinada una joven por un hombre que fue condenado a ir a la cárcel y que, al salir de ella, nunca más volvió al pueblo. Estela Chocarro traslada el asesinato a 1945 porque necesita que en 2010 haya personajes que estén vivos para que puedan dar cuenta de lo que pasó.

Estela Chocarro hace volar su imaginación, y la nuestra, en El próximo funeral será el tuyo y escribe una historia muy atrayente y divertida, visual y que te anima a ir, junto a Rebeca, descubriendo los enigmas que plantea, con una escritura clara y sencilla y un lenguaje perfecto para recrear ese ambiente de un pueblo pequeño donde todos se conocen o, incluso, son familia y donde, nada más llegar un forastero, le cosen a preguntas. Un lugar así que es caldo de cultivo para que sucesos, secretos y dramas se enquisten a lo largo de los años y que, aunque nadie hable del tema y simule no saber nada, nadie ha olvidado lo ocurrido.

El próximo funeral será el tuyo es una buena narración que te hace pasar unas horas de diversión y entretenimiento con lo que hay que agradecer, y mucho, a Estela Chocarro el que haya escrito este libro que, para mi y por haber estado ya escrito bastante años antes que una famosísima trilogía situada en esas tierras, voy a proclamarla precursora de una prometedora novela negra navarra.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

jueves, 26 de noviembre de 2015

Los besos en el pan


Si tienes en tus manos, que espero que lo tengas, Los besos en el pan podrías ir directamente a su tercera parte, titulada Después, y disfrutarías de todo lo que hay dentro de ella ya que es un magnifico resumen de todo lo que encierran sus páginas. Pero, siempre hay un pero, te perderías la gran maravilla que encierran sus dos partes anteriores, tituladas Antes y Ahora, cosa que ya desde el principio, te comunico que no debes perderte para deleitarte con la increíble palabra de Almudena Grandes y no quedarte tan solo con esas apenas quince página finales.

Los besos en el pan empieza y acaba igual:

"La familia Martínez Salgado vuelve de las vacaciones y parece que de pronto se llena el barrio de gente.
Aquí les despedimos, en este barrio de Madrid que es el suyo, distinto pero semejante a muchos otros barrios de esta o de cualquier ciudad de España, con sus calles anchas y sus calles estrechas, sus casas buenas y sus casas peores, sus plazas, sus árboles, sus callejones, sus héroes, sus santos, y su crisis a cuestas.
Aquí se quedan sus vecinos, familias completas, parejas con perro y sin perro, con niños, sin ellos, y personas solas, jóvenes, maduras, ancianas, españolas, extranjeras, a veces felices y a veces desgraciadas, casi siempre felices y desgraciadas a ratos, pero iluminadas ya por la luz de otro septiembre".

Entre medias vamos a vivir las historias, grandes y pequeñas, de una serie de personajes, muchos, que intentan vivir como intentamos vivir todos en esta época de crisis que nos ha tocado vivir a todos. Desahucios, privatizaciones, recortes, pérdida de nivel adquisitivo, amor, angustia, juventud que tiene que emigrar como hace años lo hacían nuestros padres y abuelos, reformas laborales que únicamente benefician a los poderosos que siguen forrándose para hundir al pueblo llano... donde los adultos que no están en el paro vuelven al trabajo, los niños a la escuela, y la vida sigue pasando.

Cheung y Guan-yin serán felices, aunque pronto serán obligados a volver a mudarse a otra habitación, en un piso para parejas con niño, que seguirá siendo propiedad de su jefe común. Amalia seguirá como puede con su peluquería con esfuerzo y dedicación, a la que volverá Diana que sigue con la incertidumbre sobre el Centro de Salud donde trabaja donde se van consiguiendo pequeñas y grandes victorias en los tribunales siempre recurridas por el neoliberalismo. Pascual seguirá detrás de mostrador de su bar ayudando en lo que pueda a sus clientes y amigos. Andrés volverá a Madrid. La sede de Soluciones Inmobiliarias Prisma seguirá estando en el mismo edificio, pero no con la misma plantilla. Sebastián no acaba de salir de una, cuando se mete en otra, aunque su futuro parece ser un poco mejor. Charo ve como su esfuerzo va dando poco a poco sus frutos. Unos amores empiezan y otros acaban. Marisa escribe su libro, aunque a las editoriales no les guste que sea una historia real. Su madre ayuda a los suyos poniendo el árbol de Navidad en la temporada que más hace falta la ilusión de sus seres queridos, aunque sea agosto. Toni empieza a estudiar sin descanso. Jaime conoce a Adriana y empieza una nueva historia de amor. Begoña trabaja en el vivero. Tiene días buenos y días malos. Pepe Martínez, un hombre dispuesto a cumplir sus promesas, va al Calderón con su hijo Pablo desde el primer partido de la Liga, aunque ya se verá lo que dura. María Gracia se arrepiente de haberse cortado el pelo. Sigue trabajando como una burra, limpiando casas por horas y desayunando en el mismo bar del metro, aunque vivir ya no le hace demasiada ilusión. Laura, después de emigrar a Alemania, si que ha recuperado la ilusión. Adela y su nieto José siguen con su actividad, aunque ella intuye que pronto alguien se cruzará en su camino. Sofía Salgado recuerda todas las mañanas a Luna, aunque se siente culpable pese a haber intentado todo lo posible. En cambio, a Marita no le consuelan sus éxitos. Las cajas que conceden hipotecas quiebran, los bancos que las absorben no se hacen responsables de la gestión. 

Tras cinco años de saturación informativa sobre la crisis, novelarla conlleva ciertos riesgos. Almudena Grandes nunca fue ajena a la concepción de la novela como crónica histórica y épica menor, especialmente en el reciente ciclo de los Episodios de una Guerra Interminable, pero ahora se aparta provisionalmente de ese marco y se detiene a mirar el presente. En su nueva novela, Los besos en el pan, narra las historias de una apretada gavilla de gentes que habitan un barrio del centro de Madrid. A modo de pórtico se presentan las grandes coordenadas de ese espacio con figuras, así como las grietas abiertas recientemente. También se explicita ahí el propósito y el enfoque que amarran estas páginas, a modo de un directo alegato contra el olvido ¿impuesto?, contra el miedo paralizante, y a favor de recuperar la rabia y la dignidad perdidas.

Los besos en el pan es una novela coral, llena de noticias del aquí y ahora, que, como en un gran fresco, pinta un año en la vida de estas gentes que se reparten en tres generaciones, ofreciendo así el contraste del tiempo. En su mayoría pertenecen a las clases medias y populares, con predominio de las figuras femeninas y perfiles que permiten a la autora desarrollar sucesos o situaciones representativas: el hambre infantil en las aulas, el desmantelamiento de la sanidad pública, las estafas bancarias (hipotecas o preferentes), la burbuja inmobiliaria, la amenaza de las competidoras chinas explotadas por las mafias, la tentación yihadista desde la miseria y la desesperación en que viven algunos… Hay además periodistas, policías, emigrantes de variada procedencia, adolescentes combativos, universitarios, amas de casa, una asistenta, parados de larga duración… La ligazón entre las numerosas piezas de este puzzle está muy bien resuelta a partir de los lazos familiares, la amistad, las relaciones laborales o la frecuentación de espacios como el bar, la peluquería o el edificio ocupado, si bien más de un percance o situación se fía en exceso a la casualidad y la coincidencia.

Los besos en el pan es una novela que avanza en superficie, ramificándose, donde no todas las ramas tienen el mismo alcance ni similar peso. Es una historia de muchas historias.

Para la Almudena Grandes, esta situación actual se puede calificar de posguerra, donde los combatientes son, por un lado, los ciudadanos y por otro, los grandes lobbys financieros. Se destaca el papel que juegan las asociaciones vecinales en el ámbito de la solidaridad y la lucha. De la misma manera que destaca también el papel de los abuelos; esos abuelos que precisamente son los protagonistas jóvenes de su serie, Episodios de una guerra interminable en la que ha tenido que tomarse un descanso para relatarnos lo que nos está ahora casi ochenta años después.


Los besos en el pan es una novela sobre el hoy .Y es una novela circular, literalmente hablando. La empieza un narrador que pasea su mirada por las calles, casas y tiendas de un barrio donde viven los personajes que luego iremos conociendo. Y él termina la historia. 

La crisis es la atmósfera que respiran los personajes, pero Los besos en el pan no es un libro truculento o panfletario. La crisis trajo más paro e inestabilidad laboral, pero la gente sigue enamorándose, divorciándose, estudiando, naciendo o muriendo. En ese sentido y en otros, Almudena Grandes ha logrado capturar la vida real y narrarla en esta novela. Almudena Grandes describe, narra, crea un mundo, mantiene el ritmo y la atención del lector. Logra que sonría, o llore. O afirme con la cabeza porque él es quien sale en la novela o alguna vez lo ha sido. Con Los besos en el pan, Almudena Grandes vuelve, como siempre ha dejarnos con un buen sabor de boca. El buen sabor de boca que deja la gran literatura que ella lleva ya tantos años ejerciendo.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

domingo, 22 de noviembre de 2015

Presentación de la novela El jardín vertical en Valladolid



Valladolid, 20 de noviembre de 2015

Alejandro López Andrada nace en 1957, o sea, es tan joven como yo, en Villanueva del Duque (Córdoba), localidad de la que es hijo predilecto. A los 35 años fue elegido miembro de la Real Academia de las Letras de Córdoba. Su fuente de inspiración está en su Valle de Los Pedroches.

Es autor de una veintena de poemarios, casi otras tantas novelas y recopilaciones periodísticas y ensayos.

Ha recibido innumerables premios como, entre otros muchos, el Nacional San Juan de la Cruz, el Rafael Alberti, el José Hierro, el Ciudad de Badajoz, el Andalucía de la Crítica, el Ciudad de Salamanca, el Fray Luis de León y el Ciudad de Córdoba.

Su novela El libro de las aguas fue llevada al cine, dirigida por Antonio Giménez Rico, en el año 2008 y rodada en ese increíble Valle de Los Pedroches.

Alejandro López Andrada es un hombre tan polifacético que hasta ayer me enteré que también ha sido letrista de canciones de grupos como Los Iberos, los Módulos y del cantautor y amigo personal Pablo Guerrero.
En su pueblo, su nombre rotula una plaza, Plaza de Alejandro López Andrada, donde se encuentra la casa donde nació.




Alejandro López Andrada y yo no nos hemos conocido personalmente hasta esta tarde, aunque llevamos casi cuatro meses teniendo una amistad en las redes sociales. Yo desde hace ya un tiempo, en mi página de Facebook, tengo la rareza u osadía de poner una poesía de un poeta durante un mes. Empecé con La voz a ti debida de Pedro Salinas, y como tuvo éxito me permití continuar con esta sana costumbre. Por ella han pasado diversos poetas como Luis Cernuda, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo o Miguel Hernández, con el que estoy este mes. Acabando julio, pensé que todos los poetas que ponía estaban ya muertos. ¿no habría en el panorama de nuestras letras algún poeta vivo del que yo no conociera su obra? Comentando el asunto con otra gran amiga mía, aunque aún sólo virtual, Mamen Romero Muñoz, me dijo que por qué no ponía a un paisano suyo que tenía una obra muy interesante, y me dio el nombre de Alejandro López Andrada. Empecé a buscar por esa fuente inagotable de inspiración que es Internet y me di cuenta enseguida que se trataba de un gran poeta y en ese caluroso mes de agosto, ese poeta que hoy tengo el placer de tener a mi izquierda sentado a mi lado, diariamente empezó a embellecer mi muro con sus increíbles poesías y textos. Como Alejandro López Andrada es un hombre en extremo generoso y afable a diario me comentaba cada poema que de él iba apareciendo mostrando una infinita gratitud hacia mi persona por difundir su obra, cosa que yo hacía con el maravilloso placer de poder conocer su fabulosa manera de escribir. Hace algo más de un mes me comentó que quería presentar en nuestra ciudad de Valladolid su última novela, El jardín vertical, y que se sentiría muy orgulloso de que fuera yo el que fuera su anfitrión y presentador. Por supuesto, su propuesta me llenó de orgullo y acepté de manera inmediata. Y me puse al trabajo de organizar con una gran ilusión el evento en la mítica Librería Sandoval donde nos encontramos todos reunidos.

Hoy es 20 de noviembre de 2015. Hace cuarenta años decidió dejarnos, por fin, uno que jodió la vida a mi familia y a tantas y tantas familias, para dar paso a la esperanza y a la luz en esa España oscura y cercenada por su mitad. Pero, hoy también, se cumplen cuatro años en que los españoles decidimos dar mayoritariamente el poder a los herederos del dictador que nos mintieron a todos, a mi desde luego no porque ya se de que van, como lo han hecho siempre. sobre todo lo que prometieron, dejando otra vez nuestra tierra como un erial en este periodo de tiempo en que llevan en el poder. Hoy 20 de noviembre, que fecha tan paradójica, se presenta en nuestra ciudad El jardín vertical que habla precisamente de todo esto.

Alejandro López Andrada ha confesado que escribe con la realidad ética de forma estética en toda su obra, la cual es muy comprometida. Para sus poesías y textos se basa en lo que sus ojos admiran en sus interminables paseos por el campo de su valle y están muy ligados a la Naturaleza.

En un poema suyo, Hombre raro, que él me reveló que era su poema que quizás mejor le define dice que ama las ortigas, en su pecho duermen los pastores, es la luz que a los gañanes muertos le da agua, ama el dolor de los nogales, a veces es espiga enamorada de las estrellas últimas del cielo, vive en el vientre antiguo de las nubes, los mirlos le saludan y le abrazan las collalbas, es el hombre último que habla con los pájaros.

Como ya he dicho, en su ya muy importante obra en prosa, también está siempre presente su sentido poético del que le es muy difícil desprenderse, si no le es imposible. Sus novelas son muy líricas y poéticas. Alejandro López Andrada es un hombre sencillo, un poeta que encuentra su equilibrio espiritual en la soledad y en la armonía de su tierra natal de Los Pedroches, al norte de la provincia de Córdoba, plagada de las dehesas, lindando con ese sur de Extremadura que él elige para poner el pueblo de Aguanís, en el valle de La Serena, donde vive su infancia Daniel, el protagonista de El jardín vertical. Alejandro López Andrada es un escritor que llena de luz sus palabras.

Tiene muy claro que la misión de la Literatura, ahora mismo, debe servir, además de embellecer la realidad, para transformar esa realidad, cambiarla.

En esta época tan materialista en la que un neoliberalismo capitalista está hundiendo a los seres más humildes, a las personas más desprotegidas, a los obreros, a los trabajadores... la Literatura tiene que ser un arma para luchar contra esa ignominia degradante para cambiar el mundo.

Alejandro López Andrada tiene un espíritu poético que es capaz de atravesar la realidad para extraer de su corazón la esencia de la vida, del alma y palpar lo que es inasible. A Alejandro López Andrada le gusta escribir para la gente, para los demás, y entiende la literatura como un acto de entrega y de generosidad. Es tan generoso que casi todo lo que escribe lo vierte en su página de Facebook y en su Blogg que llevan su propio nombre y que os invito desde aquí que los visitéis.

En su defensa continua de los más pobres le lleva a escribir El jardín vertical que hoy estamos presentando y donde entra de lleno en el momento tan difícil que nos ha tocado vivir.

El jardín vertical lleva el subtítulo de La novela de un indignado, porque, efectivamente, se trata de un texto escrito desde la indignación que corroe a muchos de los que venimos sufriendo los desmanes de un Gobierno que, en sus cuatro años de gobernanza, se ha caracterizado por eliminar muchos años de derechos conquistados y a hundir en la pobreza a grandes sectores de la población.


El jardín vertical tiene un tono poético. melancólico, reflexivo y justo en Daniel, su protagonista, con una eficaz construcción de la trama en la que se contrasta la vida rural y la vida urbana dentro de los movimientos sindicales y sociales, quedando perfectamente retratados los más débiles (ancianos, inmigrantes, pobres, los grandes olvidados de la Historia), aunque la novela nunca cae en lo panfletario gracias a esa gran voz narrativa que sitúa en un contexto personal un problema global.
En la reseña que hace unos días publiqué sobre El jardín vertical en mi blogg Volveremos a Macondo escribo lo siguiente:

"Palabras, duras y bellas palabras, como luz, con la que empieza y termina el libro, miedo, desolación , incertidumbre, bastardo, hijo de puta, tristeza, temblor, lloro, humillación, aberración, amor, solidaridad, hipocresía, corrupción, idealismo, conciencia, fuego, dolor, muerte, vida, olvido, orfandad, dignidad. Palabras que le sirven a un mago de las palabras, Alejandro López Andrada, componer en su sabia y poética prosa esta breve y bella novela que es El jardín vertical.

Pero como decía su abuelo, el fascismo puede cambiar de traje, o de camisa, pero que, al final, sus hechos siempre lo delatan y, aunque algún día se marcharán, volverán vestidos de corderos. Y finalmente volvieron, gracias a esa democracia los hijos y los nietos de los que decapitaron, muchas décadas antes, el progreso y la igualdad. Y de repente Daniel pierde al amor de su vida, su trabajo en una residencia de ancianos que es privatizada, su casa y sus amigos. Pierde todo menos el honor y la dignidad que si han perdido ya muchos y que no encuentran ni un minúsculo asidero al que aferrarse para sobrevivir antes de que los arrastre la tormenta de la crisis que sirve para un Gobierno autoritario de ideas neoliberales que la han auspiciado para hacer saltar por los aires principios y pisotear derechos elementales para volver la patria plomiza que de niño conoció y que pensaba que ya nunca más volvería a ver, protagonizada por un equipo de políticos pertenecientes a un Gobierno represor de miserables que en muy poco tiempo han acabado cercenando todo lo que exhala un tufo a libertad y que se llaman demócratas, mintiendo en todo y creando un futuro que es un horizonte muerto, la pared de una casa olvidada por el sol, que no sienten nada por el prójimo y que pasan su vida jodiendo a los demás. Un Gobierno de torpes que superan a su ignorancia. Un Gobierno lleno de maldad e insensato cuyos peores defectos son el orgullo y la mentira, además de ser tercamente ineptos. Un  Gobierno aliado con las mafias del poder, con la Iglesia comprometida con los ricos, que hace desahucios umbríos apoyando a una Banca corrupta, carroñera e insaciable en una España sumida de nuevo en la pura oscuridad.

El jardín vertical es un grito de desesperación en el caos en el que ninguno debe resignarse sin lucha constante para desenmascarar tanta patraña. Alejandro López Andrada es un valiente escribiendo claramente la historia de los últimos cincuenta años de nuestros pueblos y de nuestras ciudades, y eso es lo que tenemos que ser todos nosotros, valientes, y luchar sin desmayo ni descanso desde el lugar que ocupemos porque cuando una persona lo ha perdido todo, cuando pierde el amor de su vida, cuando pierde su casa, cuando pierde su trabajo, cuando hasta le abandonan sus amigos, únicamente le queda la dignidad y se convierte en un animal herido que arremete contra todo con furia, aunque lo hace convencido de que lo hace por amor hacia los demás, por la dignidad y la revolución.

Alejandro López Andrada es un poeta sensible y un hombre de paz que ha tenido la osadía y el coraje de escribir El jardín vertical que es una bomba de relojería directa a la línea de flotación de la impudicia tan absoluta de quienes nos gobiernan en este momento. Él tiene la fuerza de sus palabras. ¿De qué fuerzas dispones tú para acabar con la pesadilla?"

El jardín vertical hoy, cuando hace pocos meses acaba de salir, es una novela contestataria, pero mañana será una novela histórica y su vigencia literaria estará siempre ahí. Por fin ya era hora que, un autor con una sólida carrera literaria, haya dado un golpe en la mesa en cuanto a lo que está sucediendo en España.

Muchas gracias, Alejandro, por escribir El jardín vertical y por venir a visitarnos de nuevo a Valladolid. Muchas gracias por haberme invitado a que te de paso a tu increíble palabra de forma tan generosa.

Antes de dar la palabra a Alejandro López Andrada, me vais a permitir que os hable de una persona que hoy no ha podido estar con nosotros, aunque estoy seguro que le habría gustado mucho hacerlo. Él me ha recordado al pastor de cabras, amigo de Daniel, del primer capítulo de El jardín vertical porque él, en su juventud también era pastor en esa España tétrica y rural. Pero ese muchacho tuvo la gran suerte de encontrarse  con una maestra que, por lo que fuera, le cogió cariño y gran afecto y, como seguramente era una maestra de esa II República segada por el fascismo, le enseñó a leer y a escribir. Y ese muchacho, en este campo castellano de los Montes Torozos, cuyas cunetas siguen hoy llenas de fusilados perdidos sin que les podamos llevar una triste flor porque no sabemos donde están, que tanto ama y que le vio nacer siempre llevaba en su zurrón un libro. Y un libro siempre me pide para leer. Éste ya no podrá hacerlo y estoy convencido que le gustaría mucho leerlo. Después, como Daniel, abandono su pueblo y el campo y se vino a la ciudad para dar un futuro mejor a su familia. Hoy se está despidiendo de todos nosotros con una gran dignidad, la misma con la que siempre vivió. Alejo, mi suegro, el padre de mi compañera, doy las gracias por haberte podido conocer.

Ahora si. Os dejo con Alejandro López Andrada. Nos tiene que decir muchas cosas con su maravillosa palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra asistencia.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

lunes, 16 de noviembre de 2015

El jardín vertical




Palabras, duras y bellas palabras, como luz, con la que empieza y termina el libro, miedo, desolación , incertidumbre, bastardo, hijo de puta, tristeza, temblor, lloro, humillación, aberración, amor, solidaridad, hipocresía, corrupción, idealismo, conciencia, fuego, dolor, muerte, vida, olvido, orfandad, dignidad. Palabras que le sirven a un mago de las palabras, Alejandro López Andrada, componer en su sabia y poética prosa esta breve y bella novela que es El jardín vertical

Existe en Madrid un edificio, la Caixa Forum que es un centro cultural, dedicado principalmente a exposiciones temporales. Se integra dentro del llamado Triángulo del Arte, en el Paseo del Prado de Madrid, situado en la mitad sur del citado Paseo, enfrente del Real Jardín Botánico colindante con el Museo del Prado. Se encuentra en un lugar intermedio entre dos grandes museos de la zona, el Museo Thyssen - Bornemisza y el Museo Reina Sofía. En su fachada se encuentra un jardín vertical que es contemplado por Daniel, el protagonista de la novela, en una noche lluviosa sentado en un banco frente a él y esto le sirve a Alejandro López Andrada para componer su metáfora de esta crisis que nos asola, originada precisamente por la Banca, por ellos, por los ricos, que, al final se ha cebado solamente con los débiles y los más vulnerables de la sociedad y nos dice que es necesario poner ese jardín vertical en posición horizontal, pues el jardín en su verticalidad es un antagonismo a todo lo que en nuestra vida tiene que caminar en un recorrido de dignidad y desarrollo personal que sean codiciables y gratos, Esa verticalidad es una pared contra la que colisionan las esperanzas de los españoles que estamos viviendo hoy en día y es ese muro impenetrable de las actitudes de los que nos gobiernan que, mientras deberían facilitar la vida de los ciudadanos, nos la pisotean y masacran como lo estamos día a día observando y sufriendo.


El jardín vertical comienza con la confesión de Daniel, encerrado en su domicilio, de que ha hecho algo que no sabemos, asume las consecuencias de lo realizado y acepta lo que ha hecho aunque le parezca duro admitirlo, sin tener demasiado claro si su acción al final ha servido para algo aunque piensa que no ha sido en balde. Y es ahí, en esa casa en la que está encerrado donde nos empieza a contar su historia, en primera persona, desde su niñez en un pueblo de la comarca de La Serena, al sur de Extremadura, durante los años sesenta del siglo pasado hasta nuestros días donde descubriremos ese plan muy arriesgado y demencial que ha cometido, en un Madrid casi espectral y dentro de un país derrumbado social y éticamente, acosado por la crisis económica, el paro y la corrupción política.

Daniel salió de su pueblo, Aguanís, homenaje a otras ciudades míticas como Mágina, Macondo o Comala, tras un hecho trágico en su familia en una comarca deprimida en un rincón de Extremadura en esa España franquista oscura y gris para venir a Madrid con trece años a vivir a casa de unos tíos que viven en un barrio obrero poco antes de que muera el Dictador. Nos cuenta esa etapa de la Transición y el triunfo socialista de 1982 en un ambiente casi revolucionario y de alegría, años luminosos donde empezó a expandirse la cultura y la libertad creció por todas partes, de su vida universitaria, de los cines y de los cantautores de la época, Luis Eduardo Aute, Pablo Guerrero y Luis Pastor, el encuentro con su futura mujer, Marieta, una progre tan bella que se parece a Serena Grandi y que huele el día que la conoce a jazmines mezclados con frambuesas en la noche que fue para Daniel la más feliz de su vida, pero con una cultura que, en el fondo, aunque ella lo negara, tiene su raiz en las bases de un clasismo exclusivista, radical, soberbio, instalado en ambientes de la alta sociedad a la que pertenece su familia frente a la de Daniel que viene de la realidad opuesta, la de los perdedores y los vasallos de una derecha rural, siniestra y torva, su afiliación a las Juventudes Comunista del PCE y su militancia dentro de ese partido, su amor por el medioambiente, la lectura, la ternura y su empatía con los que sufren. Unos finales de los años setenta de aire fresco imposible de comparar con el ambiente rural, pobre y atávico, asfixiado por la beatería y el franquismo de su niñez.

Pero como decía su abuelo, el fascismo puede cambiar de traje, o de camisa, pero que, al final, sus hechos siempre lo delatan y, aunque algún día se marcharán, volverán vestidos de corderos. Y finalmente volvieron, gracias a esa democracia los hijos y los nietos de los que decapitaron, muchas décadas antes, el progreso y la igualdad. Y de repente Daniel pierde al amor de su vida, su trabajo en una residencia de ancianos que es privatizada, su casa y sus amigos. Pierde todo menos el honor y la dignidad que si han perdido ya muchos y que no encuentran ni un minúsculo asidero al que aferrarse para sobrevivir antes de que los arrastre la tormenta de la crisis que sirve para un Gobierno autoritario de ideas neoliberales que la han auspiciado para hacer saltar por los aires principios y pisotear derechos elementales para volver la patria plomiza que de niño conoció y que pensaba que ya nunca más volvería a ver, protagonizada por un equipo de políticos pertenecientes a un Gobierno represor de miserables que en muy poco tiempo han acabado cercenando todo lo que exhala un tufo a libertad y que se llaman demócratas, mintiendo en todo y creando un futuro que es un horizonte muerto, la pared de una casa olvidada por el sol, que no sienten nada por el prójimo y que pasan su vida jodiendo a los demás. Un Gobierno de torpes que superan a su ignorancia. Un Gobierno lleno de maldad e insensato cuyos peores defectos son el orgullo y la mentira, además de ser tercamente ineptos. Un  Gobierno aliado con las mafias del poder, con la Iglesia comprometida con los ricos, que hace desahucios umbríos apoyando a una Banca corrupta, carroñera e insaciable en una España sumida de nuevo en la pura oscuridad.

Alejandro López Andrada escribe con su escritura poética de siempre sin dejar de lado la violencia en su lenguaje que el argumento necesita. Como es un auténtico enamorado de la cultura y de la literatura hace a lo largo de las páginas de El jardín vertical diferentes homenajes a diferentes obras y autores. Daniel nos recuerda al Meursault de El extranjero de Albert Camús, obra donde advierte sobre el hombre que está siendo creado. Es una denuncia frente a una sociedad que olvida al individuo y le priva de un sentimiento de pertenencia activa en la comunidad y escribe una obra provocadora en cuyo trasfondo aparece el rostro desgarrado de una España herida y violentada por un Gobierno y una Europa neoliberal. Pinta una historia gris donde el paisaje está oscurecido por la extirpación de cualquier pasión o voluntad del hombre. Daniel, como Meursault, es el personaje que encarna ese sentimiento de profunda apatía por todo lo que le rodea haciéndose de manera más ostensible en la actitud ante la situación que vive. Daniel, al contrario que Meursault, si tiene valores, aunque esté degradado por el absurdo de su propio destino, el matrimonio fracasado, la amistad perdida, la superación personal... le preocupan. No soporta y le produce un asco inmenso la gente egoista que no se preocupa por el débil, ni tampoco soporta al que se refugia en la resignación. Pero su ateísmo está justificado, la vida no tiene ningún sentido en este escenario, la confianza en fuerzas externas a él mismo le produce una sensación de caída hacia el abismo de lo incierto. La búsqueda de la felicidad no se hallaba en esa religión, ni en la confianza en una sociedad cuyos mecanismos y leyes son desconocidos al individuo, la felicidad se encontraba en uno mismo, en la seguridad de la propia existencia, en la conciencia de ser y cuyo fin es el mismo conocimiento del ser. Daniel, como Meursault, se transforma así en un extranjero que juzga y remueve los fantasmas de una sociedad angustiada, cuya moral, carente de sentido, regula la vida de un todo social. Esa moral que condena a muerte de igual manera a un hombre que no llora la muerte de una persona desesperada que ha perdido todo, hasta su dignidad por unos mal nacidos.

Daniel también recuerda al Juan Preciado de Pedro Páramo de Juan Rulfo. Se pasea por un Madrid casi fantasmagórico, oscuro y lluvioso en el que parece que sus habitantes están muertos y habla con ellos.

Y también quiere hacer un homenaje a La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela. Pascual Duarte, habitante de la Extremadura rural como Daniel que nos cuenta su vida y que recurre a menudo a comparaciones con la naturaleza. Su vida y la realidad-política española está marcada por un clima de profunda inestabilidad. El protagonista de la obra, como Pascual Duarte, naturalmente también se ve influenciado, condicionado e impregnado por el clima social reinante en el momento, pero. al contrario de la novela de Cela, las referencias explícitas son fáciles de deducir y el autor está refiriéndose implícitamente a las mismas.

No hace muchos años, ya iniciada la crisis que se ha cebado principalmente con el Sur de Europa y con los más débiles, el escritor griego Petros Márkaris decía que la literatura debía denunciar lo que está ocurriendo. Alejandro López Andrada parece que ha recogido ese guante y escribe El jardín vertical una novela muy arriesgada y muy comprometida que habla de una época muy difícil que recuerda a otra muy cruenta que dejamos hace cuarenta años. Una España, la de antes y la de ahora mismo, en la que quien está en el poder en vez de estar con el pueblo, gobierna contra el pueblo, pisoteando y arrancando sus derechos y libertades con total indignidad, corrupción, chulería y desprecio hacia la gente que sufre y paga una crisis que ellos mismos provocaron con su avaricia y desmesura. Daniel va extrayendo a lo largo de las páginas de El jardín vertical el dolor, la ignominia, el fracaso y el desprecio que le azotó al final del franquismo en su pueblo durante su niñez en un medio rural lleno de señoritos, falangistas chulos de medio pelo y de sus pelotas aduladores a una época ya de madurez, en la que ya no le queda nada porque lo ha perdido todo y que la pesadilla de su niñez vuelve por estos que parecen haber descubierto y fabricado la democracia, cuando todos los de su especie y condición sólo han luchado contra ella a lo largo de nuestra Historia.

Daniel y, como muchos, este gran poeta y escritor que es Alejandro López Andrada amamos las cosas limpias, horizontales, aunque este mundo este repleto de objetos verticales, de escalas militares, de oposiciones a cargos relevantes, de puestos políticos de un rango elevadísimo que, aún habiendo sido votados por el pueblo, no miran jamás al suelo; muy al contrario, quienes disfrutan en la altura de esos cargos gustan de que la gente se arrodille solicitando limosnas y protección. El miedo en estos tiempos es la cera que da pábulo al poder. Todo esto es lo que ha pasado en todo el Sur de Europa, y más que en ningún otro sitio aquí, en nuestro país, en nuestras calles, en España, donde nos rodea un sistema capitalista injusto en el que su alumno más aventajado como es quien la mayoria de los españoles le votaron el 20 de noviembre de 2011 nos quiere llevar hacia un Nuevo Orden Mundial destrozando derechos y libertades y esclavizando la luz que antes había en el ambiente. Las normas austericidas que se aprueban en Bruselas desangran países hundidos por el paro y la miseria por mucho que se pavoneen de que gracias a ellas estemos sacando a flote la cabeza.

El jardín vertical es un grito de desesperación en el caos en el que ninguno debe resignarse sin lucha constante para desenmascarar tanta patraña. Alejandro López Andrada es un valiente escribiendo claramente la historia de los últimos cincuenta años de nuestros pueblos y de nuestras ciudades, y eso es lo que tenemos que ser todos nosotros, valientes, y luchar sin desmayo ni descanso desde el lugar que ocupemos porque cuando una persona lo ha perdido todo, cuando pierde el amor de su vida, cuando pierde su casa, cuando pierde su trabajo, cuando hasta le abandonan sus amigos, únicamente le queda la dignidad y se convierte en un animal herido que arremete contra todo con furia, aunque lo hace convencido de que lo hace por amor hacia los demás, por la dignidad y la revolución.

Alejandro López Andrada es un poeta sensible y un hombre de paz que ha tenido la osadía y el coraje de escribir El jardín vertical que es una bomba de relojería directa a la línea de flotación de la impudicia tan absoluta de quienes nos gobiernan en este momento. Él tiene la fuerza de sus palabras. ¿De qué fuerzas dispones tú para acabar con la pesadilla?


©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

viernes, 30 de octubre de 2015

Hotel Mediterráneo



A veces te hablan de libros u de autores para ti desconocidos. A veces tienes la suerte de abrir el buzón de tu casa y encontrar que una gran amiga te regala un libro. A veces tienes la gran suerte de tener entre tus manos y leer un libro como Hotel Mediterráneo de Alejandro Pedregosa.

Hotel Mediterráneo es un libro absolutamente fresco, plagado de personajes estrambóticos, una historia que roza el surrealismo mágico pero que te identificas desde el principio con lo que en él se narra, un libro en el que te deslumbra su luz.

El Hotel Mediterráneo no es un hotel y ni siquiera, pese a su nombre, no tiene vistas a ese mar que pinta de azul sus largas noches de invierno ni que se acerca y se va después de besar tu aldea. En el Hotel Mediterráneo, situado en un barranco de un bosque de un lugar indeterminado donde habitan una serie de personajes sublimes que huyen de sus vidas anteriores. Unos y otros se refugian en él por si un día para su mal les viene a buscar la parca, en un paisaje tranquilo en medio de la naturaleza donde llueve y llueve detrás de los cristales, para refugiarse y comenzar una nueva vida, más plácida, más reflexiva: más humana.

La fundadora es Amparo, la abuela vasca a la que Joan Manuel Serrat le escribió cuando era joven eso de que como al viento, la lluvia y el trueno la parieron al sereno a la sombra de un nogal... y creció viendo a sus pies Tolosa... para cobijar a gente que no puede ver su cielo y su mar, y Maite, su amiga, seria e imperturbable psicóloga. Ambas, de personalidad fuerte, fueron conscientes de que debían fundar esa casa de acogida para mujeres en peligro de muerte por sufrir el acoso de sus maltratadores que ejercieron sobre ellas violencia de género.

También vive allí el Presidente, malhablado pero bonachón, antiguo político corrupto de las tierras del Sur que expía escondido sus delitos y ejerce de cocinero entre interminables noches de porros, botellas de vino y jugosas conversaciones con Francesc, Fransés para el Presidente, un joven pianista enamorado de la música de Serrat, que huye de Barcelona al morir su abuela que le crió y darse cuenta que la ciudad se le queda pequeña y le vacía el alma, que nos cuenta en primera persona la historia. Y Tamara, joven y bonita, extraña, arisca y cohibida, que un día huyó de su pueblo alejándose del maltrato de su marido porque cree firmemente que quiere asesinarla.

Para subsistir entre todos regentan un restaurante que tiene más éxito que el mismo hotel. Todos viven como una familia en un presente confortable exento de lujos pero de buena calidad frente a la que gozaban en sus anteriores vidas. Tamara, la última huésped que ha llegado al hotel, enamora perdidamente a Francesc que intenta ayudarla encubriendo hasta el infringimiento de las normas de la institución. Tamara para Francesc es la gloria vestida de tul con la mirada lejana y azul... porque yo amaba a esa mujer de cartón piedra.

Hotel Mediterráneo es un libro especial, notable, sorprendente, raro, distinto, pero extraordinario que se empieza a leer sin saber muy bien a dónde va a ir a parar, pero que mantiene la atención, por varios motivos, entre ellos el particular y sano sentido del humor que Alejandro Pedregosa imprime en él. En cuanto uno se da cuenta, ya han aparecido, de forma espontánea y natural, los elementos clave del relato, por lo que ya se está enganchado, y no se puede parar hasta el desenlace. Quizás acaba sabiendo a poco, pues se trata de una novela de corta extensión, pero desde luego deja mejor regusto así que si se hubiera hecho pesada. Desde el principio es un libro bonito, pero para mi es a partir de su mitad cuando se convierte en precioso. Hotel Mediterráneo es un canto a la libertad, a romper con el pasado y empezar de nuevo que pone en juego una trama realista contada sin melindres ni remilgos.


Hotel Mediterráneo habla de muchas más cosas que de la violencia de género. Es una historia llena de historias asombrosas y espectaculares y, sobre todo, es un libro de amor, con mayúsculas, desinteresado y desmedido, donde la prosa de Alejandro Pedregosa, plagada de poesía, parajes sugerentes, metáforas alusivas, palabras imaginativas y ensoñadoras, nos arrinconan en un oasis de buena literatura para poder refugiarte y abstraerte del mundo durante unas horas.


Las palabras de amor que Alejandro Pedregosa vuelca en su Hotel Mediterráneo me han hecho soñar y su estupenda banda sonora original de Joan Manuel Serrat me ha lanzado a lugares recónditos, sublimes y únicos que ya creía olvidados cuando de joven rayaba sus discos de tanto escucharlos y volver a recordar nombres que me saben a yerba.
Hotel Mediterráneo hace volar la imaginación. Y para eso sirve la literatura, para hacerte volar en un ensueño.


©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega