martes, 1 de julio de 2014

Los cuerpos extraños - Lorenzo Silva


Hace ya dieciséis años que en mi vida se cruzaron Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Eran entonces muy jóvenes. Rubén tenía 33 años y Virginia, 24. Con ellos he viajado a Mallorca, Guadalajara, Canarias, Madrid, Barcelona, y ahora por Valencia y la costa levantina.
Ambos, casi todo el mundo ya lo sabe, son dos guardias civiles adscritos a la Unidad Central de Madrid con una misión: resolver crímenes difíciles.

Rubén Bevilacqua, Vila, es licenciado en Psicología que opositó a la Guardia Civil para conseguir la seguridad de un sueldo que, aunque bajo, sea para toda la vida. Pero allí encuentra su razón de ser con la peculiaridad de nos aspirar a la promoción profesional aunque le conozcamos de sargento y ya sea subteniente. Es un hombre complicado e inteligente con la afición de pintar soldaditos de plomo de ejércitos derrotados.

Virginia Chamorro proviene de familia de militares y si tiene vocación y aspira a hacer carrera en la Guardia Civil. La conocemos de guardia y ya es sargento. Tiene, según Vila, un gran parecido con la actriz Verónica Lake y es el contrapunto a su compañero, amigo y jefe.
Ambos, después de tantos años trabajando juntos, tienen una relación muy especial y se entienden perfectamente sin hablar. Los dos, en las novelas de la serie, van cumpliendo años al mismo ritmo que sus lectores.

Y en este punto llegamos a la última novela de la serie, Los cuerpos extraños. Es la tercera parte de una trilogía sobre la corrupción. En El alquimista impaciente se hablaba de la corrupción privada, en La Marca del meridiano era la corrupción policial y en ésta tiene el trasfondo de la corrupción política.

En esta última aventura de la pareja más famosa de picoletos de la novela negra española, Lorenzo Silva da un paso valiente hacia delante y nos sumerge con su estilo tan cercano en un tema muy sensible para todos los que nos ha tocado vivir en estas tierras, como es la corrupción política que campa por los cuatros puntos cardinales de nuestro país. Y el escenario no puede ser más acertado al poner a nuestros protagonistas en la Comunidad Valenciana donde esas huestes corruptas que mal gobiernan llevan muchos años forrándose el riñón, haciendo y deshaciendo a su antojo con el dinero de todos y sembrando el territorio de palacios de congresos faraónicos, centros comerciales mastodónticos, museos galácticos, urbanizaciones fantasma y cuando no de aeropuertos sin aviones decorados con monumentos horripilantes de precio estratosférico del peor gusto para inmortalizar al hacedor de tamaños disparates. Hemos sido, mejor dicho somos, gobernados por unos aspirantes a mafiosos que no tienen ningún pudor de pagar un saco de millones por un dibujo, un diseño o una maqueta de un proyecto que nunca verá la luz. Y si la ve, se caerá a trozos en muy pocos años pues no se han construido con arreglo a lo que han costado, mostrándose ante nuestros asombrados ojos como unos cuerpos extraños testigos de tanta impunidad. La Cosa Nostra o La Camorra valenciana se ha nutrido desde hace muchos lustros ya de personajes horteras, tanto de listillos, como de pijos y paniaguados , pero que han demostrado no tener ningún tipo de escrúpulos a la hora de saquear el patrimonio y el erario público que es de todos y no de uso exclusivo de esta parte de gente sin conciencia.

Y allí va nuestra genial pareja a investigar el crimen de una alcaldesa joven, ambiciosa e impetuosa de una localidad de la costa cuyo cadáver ha aparecido medio desnudo tirado y abandonado en una playa, encendiendo todas las alarmas del Estado, haciéndonos pasar horas de entretenimiento y gozosa lectura a lo largo de sus páginas hasta llegar al final en un desenlace inesperado marca de la casa y de las novelas de estos entrañables protagonistas.
Es hora que la clase política empiece a dar signos de responsabilidad ya que para eso fue elegida por todos los ciudadanos que en ese lugar la colocó.Una responsabilidad que consiste en gestionar la cosa pública y no en hacerse millonario con ella, que parecen gozar de absoluta impunidad aunque vayan dando pelotazos urbanísticos que sirven, seguramente, para blanquear un dinero teñido de sangre y sufrimientos de aquellos que los eligieron como sus representantes, es decir, los más débiles.

Lorenzo Silva lo describe perfectamente en Los cuerpos extraños, una novela casi negra de una España triste,  y nos sumerge en este mundo con su maestría habitual que nos hace devorar con absoluto gozo las correrías de estos magistrales personajes que ya ocupan un lugar imprescindible en nuestra literatura contemporánea. Y desde luego me confieso fan irreductible de ambos aunque llegue a la conclusión tan triste y tan amarga al cerrar el libro al terminar de leer su última página, de que la corrupción es como la paella; en ningún sitio la hacen como en Valencia.