domingo, 16 de abril de 2017

Leyendas del promontorio


Dice Raquel Lanseros que todo lo que tiene que ver con la poesía es un acto de amor. Más que decirlo, lo siente. Amor de esas fuerzas afectivas para que la poesía llegue a ser con exactitud lo que es: amar a todo lo que te rodea y que has llegado a conocer y a disfrutar mientras dura tu existencia. Y el amor se visualiza cuando lees su poesía; se percibe que Raquel Lanseros ama la poesía al tiempo que vas sintiendo, según lees sus poemas, que te vas enamorando de ellos tú mismo, porque se ama la poesía del mismo modo incesante e innegociable como se ama la vida.

Hace ahora doce años que Raquel Lanseros publicó su primer poemario: Leyendas del promontorio. ¿Qué ha ocurrido durante todo este tiempo transcurrido desde entonces desde que una muchacha publicaba sus versos hasta la de ahora que se ha convertido en una de las más reconocidas poetas de nuestro país? Posiblemente, seguro, ya no es exactamente la misma a la de entonces porque el tiempo fluye y nos traspasa transformándonos en otra persona, pero con la misma esencia de la que antes fuimos. Ahí, justamente en ese aspecto, está una de las glorias milagrosas y mágica de la literatura que deja inalterable lo que un día fue escrito con esas miradas, esos pensamientos y la concepción del mundo que el autor tenía cuando volcaba en sus palabras lo que en ese momento sentía y que nunca serán iguales a las que escriba en el presente, como tampoco lo serán en el futuro que está aún por llegar, pues ni teníamos los mismos trabajos, ni viviremos en las mismas ciudades, ni nos acompañaran las mismas personas. Así me supongo que le ha ocurrido a Raquel Lanseros como me ha sucedido a mí mismo. Pero, lo escrito quedará como testigo preferente de lo que sucedió cuando las palabras iban llenando el papel.

Cuando en 2005 Raquel Lanseros escribía y publicaba las poesías de su primer libro ignoraba, aunque seguro que sí intuía, que era una empresa fácil para la dura gesta contra el paso del tiempo, pero ya que así era su pensamiento: conjurar las flaquezas del destino. La poesía se sumerge en un ansia de juventud y de vida

"Te veré pronto. Mantente viva.
Hasta pronto, princesa.
Me quedo en tu recuerdo"

que observar con ojos curiosos un hombre cansado y solitario en un café, mientras remueve con la cucharilla el líquido de la taza u tamborilea con sus dedos sobre la mesa un tango, pensando con nostalgia en su pasado. Pasado, presente y futuro como una constante. La vida, el amor, el odio, la espera. El tiempo que destruye, transforma y abandona.
Raquel Lanseros viaja por el tiempo, por el espacio y por la literatura,

"En la bella ciudad de Dublín
donde las chicas son tan bonitas..."

Dios bendiga a América"

sueña con el éxito, aunque parece premonizar cual engañosa tiene que ser su liviandad cuando se alcanza para transformarse en un instante en mero humo, duda al mirar hacia atrás que es cuando caemos mortalmente heridos por esa duda funesta y emponzoñada que nos paraliza. Siente melancolía de gente conocida anteriormente (otra vez el tiempo, otra vez el pasado) y esa nostalgia que aprisiona el corazón por ese sueño imposible que no pudo haber sido y que por tanto no fue.

Amores de adolescencia de los dieciséis años, la libertad sentida cuando se da y se recibe el primer beso, las calles engalanadas de banderillas y farolillos en una noche cualquiera de verano en cualquier pueblo o ciudad, la esperanza de poder volver a sentirlo esa sensación en el futuro, el entusiasmo de la juventud que te hace sentir como un gigante o un dios omnipotente, en una criatura perfecta, con ansias de volar, hasta que poco a poco la vida pasa inexorable como el viento del norte y va apagando tus sueños. Pero nos mantendremos vivos, como vivo se mantuvo Ulises sin importarle lo que pudiera ocurrir, ya se encuentre con sirenas traicioneras y embelesadoras con su canto o Circes embrujadoras. Siempre en el pensamiento la idea de mantenernos vivos, más allá del olvido y más allá de la vida. Hasta conseguir volver a Ítaca. Hasta que todos seamos Ítaca.

El tiempo que fluye. El tiempo que, más que pasar, vuela, escurriéndose como si fuese agua entre nuestros dedos. Pasado, presente, futuro... Las leyendas del promontorio, el primer poemario de una muy joven Raquel Lanseros escrito hace doce años. Después llegarían el resto de sus libros. Seguramente diferentes. Y después llegarán muchos más a partir de hoy. Nada en nuestras vidas será igual Solamente una cosa permanecerá invariable e inalterable a través del tiempo: ¡qué bonito escribe siempre Raquel Lanseros!


©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega