domingo, 22 de mayo de 2022

El último verano

 




¿Será verdad que algún día tendré buena suerte como lo predijo al nacer esa bruja de Lilja y lo proclama mi nombre? Me llamo Eivor y vivo con mi amigo en una cabaña a las afueras de Hammerfest, en el norte de Noruega y en el punto más septentrional de Europa.

Fuera arrecia el viento y parece que ya es de noche de lo nublado que está a pesar de ser menos de las cuatro de la tarde. Estoy esperando a que llegue Oddmund, al que todos le llaman Paulsen por ser el apellido del pescador que lo encontró abandonado recién nacido entre harapos en una barcaza atracada en el puerto. Nadie sabía de dónde había salido ni quién era su madre. Lilja, le miró detrás de una oreja y dijo a todos que el pequeño Paulsen nació a los 48 días del último día del verano de 1983, es decir el 7 de noviembre, y añadió que llevaba abandonado dos días pues fue encontrado el miércoles 9, pese a que todo el mundo le echaba el día en el que se le encontró por lo menos seis o siete meses de lo grande que parecía. Nadie se explicaba cómo no había muerto congelado porque todos creen a pie juntillas lo que la vieja Lilja augura de todos nosotros cuando nacemos. Del pequeño Oddmund predijo que tendría una muerte violenta en el verano del año en el que cumpliera los treinta y un años, cosa que a él nunca le preocupó desde que se lo dijeron cuando lo podía entender. En realidad, él me ha confesado más de una vez que no se cree tantas patrañas.

Lo cierto es que hoy es 20 de septiembre de 2014, último día del verano del año en el que, si son ciertas las profecías de Lilja, Oddmund cumplirá esa edad dentro de cincuenta días.

Me dolía mucho la cabeza porque la noche anterior por ser viernes habíamos estado bebiendo los dos con otras dos muchachas en la cabaña hasta caer borrachos los cuatro después de haber fornicado sin medida. Al amanecer me despertó Oddmund.

-Despierta, Eivor -me zarandeó por los hombros-, voy a acercar a las chicas a su casa en la isla de Melkøya.

-¿Ahora? Si aún es de noche -conseguí articular totalmente dormido-. ¿Vas a coger ahora el coche?

-Las voy a acercar en la barca que es más corto.

-Ten cuidado con el mar porque se anuncia una fuerte tormenta -volví a meter mi cabeza bajo la almohada.

-Ya sabes que las tormentas despiertan la bestia, según Lilja -se despidió desde la puerta con una corta carcajada.

Me levanto de la cama y entro en el baño. En el espejo se refleja mi cuerpo delgado lleno de arañazos. ¡Vaya dos lobas! ¡Qué manera de follar! Me cepillo los dientes después de orinar una peste con olor a alcohol. Salgo al salón. El suelo está decorado con cuatro botellas de ginebra y una de vodka, que nos tomamos al terminar con las otras, vacías. La mesa llena de vasos y dos ceniceros a los que no les cabe ni una sola colilla más. Me tiro en el sofá y noto que me he sentado sobre algo. Lo cojo y veo que es un sujetador negro de una de las chicas que ha quedado allí abandonado. Me vuelvo a levantar y me dirijo al frigorífico para comer un bocadillo o algo. Abro la puerta y me encuentro con que sólo hay un plátano y un par de manzanas que vuelvo a dejar para que se sigan helando.

¿Dónde estará Oddmund? Ya hace varias horas que se fue a llevar a las chicas. Las conocimos anoche en el På Hjørnet Burger og Grill donde fuimos antes de ir a tomar una copa a algún garito a ver si ligábamos. No hizo falta porque cuando íbamos a pagar para irnos, a nuestra espalda oímos una voz que se dirigía a nosotros.

-Hola chicos, ¿podemos ir con vosotros a tomar una copa por ahí?

Al volverme me di de bruces con dos rubias preciosas de ojos azules como el mar que nos sonreían con picardía.

-¿Y qué hacen dos preciosidades como vosotras solas en una noche de viernes? -le dije a la que tenía más cerca de mí.

-Hemos venido esta tarde en el barco desde la isla de Melkøya, donde vivimos, a hacer unas compras y hemos perdido el último catamarán para volver -me contestó la otra-. Hasta mañana a las 9,15 no sale el primero.

-Tendremos que hacer de samaritanos esta noche con vosotras -me guiñó un ojo socarrón mi amigo- Mañana por la mañana os acerco yo al lugar que queráis.

-Eres muy amable, grandullón -le dijo la del pelo menos largo abrazándose a Oddmund-. ¿Pero dónde dormiremos?

-En nuestra cabaña que tenemos sitio de sobra, aunque solo haya dos camas.

-Pues vámonos que la noche pasa enseguida.

Nos tomamos en un pub una copa y decidimos que lo mejor era continuar la juerga en casa por lo que nos acercamos a la gasolinera para comprar hielo y alcohol antes de ir a nuestra cabaña cercana al puerto.

La verdad es que no me acuerdo de casi nada de lo que ocurrió después de beber tanto, pero mi cuerpo atestigua de que debió ser una noche de lujuria increíble.

Ha empezado a llover y el viento sopla cada vez más fuerte, cuando decido salir en busca de Oddmund.

Bajo la cuesta y al pasar frente a la casa de Lilja observo que se encuentra en el pequeño huerto en el que siembra algunas de sus hierbas para su consumo y sus hechizos. Me ve pasar y se acerca a mí presurosa.

-Buenas tardes, Eivor -me para con gesto serio-, ¿dónde vas con este tiempo?

-Estoy buscando a Oddmund que salió esta mañana y aún no ha regresado.

-Hoy es 20 de septiembre, el último día de verano -dice mirando al cielo totalmente encapotado-. Dentro de menos de dos meses habría cumplido treinta y un años.

-¿Cómo que habría? ¿Dónde está Oddmund?

-Predije que tendría una muerte violenta en el verano que cumpliese esa edad y hoy es el último día del verano de ese año- me contesta al entrar en la casa cerrando la puerta en mis narices.

Bajo la cuesta que lleva hasta el puerto y me acerco al pantalán donde atraca su barca Oddmund. El noray donde la ata está sin ninguna cuerda y de la barca solo existe una pequeña mancha de aceite sobre el agua y el neumático en el muro para que las olas no la lancen contra él.

Pregunto a unos pescadores que están cosiendo sus redes de pesca y uno me dice que le vio por la mañana muy temprano salir por la bocana del puerto en su barca. Sí, parecía que se dirigía rumbo a la isla de Melkøya. No, solamente le vio a él en la barca, pero ésta se encontraba lejos y el ya tiene mala vista, No vio que fuesen dos chicas ni nadie más con él.

Decido ir a la isla a ver si saben algo de él por allí y vuelvo a casa para coger mi viejo Volvo y acercarme con él hasta el embarcadero a unos dos kilómetros desde donde sale el pequeño barco que la conecta con el continente.

Melkøya es una pequeña isla en la que la totalidad de su superficie está ocupada por la instalación de almacenamiento y transformación de gas natural del yacimiento Snøhvitfeltet en el mar de Barents, aunque tiene unas pocas casas habitadas por obreros de la planta.

Al llegar al pequeño embarcadero me percato que no hay rastro de la barca de Oddmund por ningún lado, por lo que decido acercarme a los cuatro domicilios que hay por si alguno es donde viven las chicas. Llamo en el primero y sale un hombre joven.

-No, no he visto a nadie merodeando esta mañana por aquí. A esta isla nadie viene a hacer turismo.

-¿En qué casa viven dos chicas rubias de más o menos mi edad?

-¿Dos chicas? Usted se equivoca amigo. En esta isla sólo vivimos seis personas. El resto de los obreros viven en Hammerfest y van y vienen de allí con el barco de línea. Ah, y todos somos hombres los que vivimos aquí.

Le doy las gracias y, muy confundido, vuelvo hacia el embarcadero. Faltan unos veinticinco minutos para que salga el próximo barco y decido pasear mientras fumo un cigarrillo, pues la lluvia y el viento han amainado.

Al poco llego a un muro con una puerta metálica entornada con un cartel pegado que advierte que está prohibido el paso. Me voy a dar la vuelta cuando veo que, tras el muro, al fondo, hay una pequeña cala y, flotando en sus aguas, a unos quince metros de la orilla se mece una barca de color verde que puede ser la de Oddmund. No hago caso de la prohibición de pasar y corro hacia la pequeña playa. Efectivamente es la barca de mi amigo. No parece que haya nadie en la cubierta. Me desnudo y me lanzo al agua. Llego a la barca y subo a pulso por babor. Al secarme la cara veo que en estribor hay lo que parecen unos zapatos atados. Me acerco y con terror veo que tras los zapatos cuelga un cuerpo boca abajo que está desde la cintura sumergido en el agua. Tiro con fuerza de él y aparece la cara de Oddmund o lo que queda de ella. Tiene toda la camisa manchada de sangre que aún sale débilmente de su garganta que está cortada de oreja a oreja si las tuviera porque en donde debían estar solamente hay un montón de sangre y carne pulposa. Tiene la boca abierta también llena de sangre donde tenía que estar la lengua que ha desaparecido. Las cuencas de sus ojos también están vacías, bien porque se las han arrancado o porque han servido de festín para los peces.

Acuesto su cuerpo en cubierta y me pongo a vomitar por la borda. De las chicas nadie sabe nada. La tormenta ha debido despertar la bestia en este último día del verano del año en que mi amigo iba a cumplir en noviembre treinta y un años.