lunes, 16 de febrero de 2015

Gótica y erótica


No es un género el erótico que me guste porque me resulta aburrido. Tampoco es un género el gótico porque, no sé como decirlo, me atraiga en especial.

Acabo de leer un libro de un autor de mi ciudad, Dioni Arroyo Merino, titulado Gótica y erótica. ¿Qué me atrajo de él? ¿Su portada? Paso de portadas ya que lo que me interesa es lo que hay dentro. ¿Su temática? Ya he dicho que son temas que tampoco me atraen. Seguramente ha sido el que el autor sea de esta ciudad, Valladolid, que tanto está necesitada de manifestaciones culturales.

Gótica y erótica me ha gustado y divertido. ¿Es un libro erótico? Definitivamente si. Pero es un libro erótico cuando menos sorprendente y en esencia elegante. Hay una frase en la novela que dice que lo importante de un relato erótico para que no se convierta en pornografía pura y dura es que tenga un argumento. Y Gótica y erótica argumento tiene, ¡vaya si lo tiene!

Marco es un personaje atormentado desde que se quedó viudo al morir su mujer, Penélope, en un accidente. No tiene problemas económicos por la indemnización del seguro y por la pensión de viudedad que recibe, pero no se encuentra nada bien. No puede olvidar a su mujer pese al tiempo transcurrido y no aguanta a sus suegros demasiado pendientes de él y que no le dejan un mínimo de tranquilidad que le permita rehacer su vida, y quiere conseguir un trabajo donde siempre ha sido el sueño de su vida que es en la radio.

Acude a una entrevista lejos de su ciudad, Santander, donde una emisora local busca llenar algunas horas de la madrugada con un programa original que atraiga oyentes. Habla con su director, Antonio, que no considera adecuado el programa de Marco. Cuando finaliza su entrevista conoce a Sandra, una mujer joven y muy atractiva que también acude a hacer una entrevista por el mismo motivo que él.

Marco es consciente que nunca conseguirá el trabajo y decide volver a su ciudad al día siguiente. Por la noche se encuentra de nuevo por la calle con Sandra que le comenta que su proyecto le ha gustado mucho a Antonio. Se trata de grabar una serie de programas eróticos para lo que se necesitan un par de locutores, hombre y mujer, por lo que había pensado que fuera Marco quien la acompañara. Como son contratados los dos, Marco alquila un piso viejo y destartalado y poco a poco va descubriendo en él una presencia fantasmal, Leonor, que habita también allí.

A lo largo de varias semanas, el amor y el deseo aterrizarán en la vida de Marco. Leonor será un mar de sentimientos encontrados, un amor que atraviesa la frontera de la vida y la muerte. Sandra será un océano de sexo a flor de piel desbordante y toda la obscenidad que una mujer puede ofrecer. Todo un ambiente erótico y gótico con sus dosis de suspense e intriga.

Vamos a ver a un Marco atormentado por sus recuerdos pasear por un Santander especial y espectral, lleno de dolor por la pérdida de su mujer y donde se mezcla el amor, el erotismo y el misterio de Leonor, a la que decide ayudar y de la que termina enamorándose.

Sandra es el contrapunto a Leonor. Es una mujer con un gusto muy claro por el sexo con quien sea y en cualquier sitio, capaz de manejar con su físico espectacular a cualquier hombre a su antojo.

Dioni Arroyo Merino promueve la cultura en Castilla y León y en Valladolid con la creación de varias asociaciones y ha escrito esta Gótica y erótica en una colección de libros que hablan de la visión masculina del erotismo mezclando sabiamente el cóctel con ese ingrediente de cuento de terror, en un mundo éste prácticamente copado por escritoras dando una visión diferente al género y, ¿por qué no decirlo?, dignificándolo en estos tiempos repletos de sombras y otras ínfimas novelas sobre este tema.

Tengo que dar las gracias a Dioni Arroyo Merino por esa lucha emprendida por la cultura en mi ciudad y por haber escrito esta breve novela que es Gótica y erótica.

Gótica y erótica sorprende por su argumento y queda patente, como dice su autor, que si se había desarrollado el instinto del placer en nuestros cuerpos, era con un objetivo más que evidente: gozar para ser felices. Con Gótica y erótica, Dioni Arroyo Merino nos hace gozar con buena literatura con su escritura clara, sencilla y, no me cansaré de decirlo, muy elegante pese a lo escabroso del asunto.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

miércoles, 11 de febrero de 2015

Los últimos españoles de Mauthausen



A la memoria de mi abuelo Pedro Escolar-Noriega Puig que sufrió muchos años de reclusión en las cárceles franquistas por ser únicamente militante del Partido Socialista Obrero Español.

En el verano de 1999 hice un viaje a Austria y la recorrí entera durante una semana en automóvil. Una mañana llegué a un pueblo a orillas del Danubio y de repente al ver su nombre me vino a la memoria una autobiografía de Mariano Constante titulada Los años rojos que leí en mi juventud en un bonito libro editado por Círculo de Lectores. Seguí por la carretera y me di de bruces con un cartel indicador que ponía Memorial Campo de Concentración de Mauthausen (Gedenskstätte KZ Mauthausen) y no dudé ni un instante en recorrer los cinco kilómetros que separaban la civilización del monumento al infierno que se construyó allí hacía cerca de sesenta años y que riadas de personas tuvieron que recorrer a pie entonces. Nunca podré olvidar la macabra fortaleza, su patio de cocheras, su plaza, sus barracones con camastros estrechos donde tenían que dormir cinco seres humanos, su avenida central, sus cámaras de gas, sus hornos crematorios, su enfermería donde en vez de curar se asesinaba a los enfermos con inyecciones de gasolina en el corazón, su chimenea por donde salían del campo los que en este siniestro lugar se encontraban detenidos en régimen de esclavitud en forma de humo, sus placas indicadoras escritas en alemán, inglés y francés que explicaban a los visitantes las atrocidades allí cometidas, los pabellones donde vivían los SS con sus familias, el salto del paracaidista y la cantera con su impresionante escalera de la muerte con sus horribles y desiguales 186 escalones donde murieron tantos y tantos hombres aplastados por las piedras de 50 kilos que tenían que transportar en su espalda. La temperatura era alta pero te sobrecogías pensando en esos inviernos centro europeos donde gente mal alimentada, mal vestida y exhausta de trabajar muchas horas al día como esclavos y con un peso inferior a los 40 kilos, tenían que soportar temperaturas a la intemperie de 35º bajo cero, muchas veces calados por el agua con la que les rociaban.




Quince años después llega a mis manos el libro Los últimos españoles de Mauthausen de Carlos Hernández de Miguel como un gran homenaje en el año que se cumplen en el mes de mayo los 70 años de la liberación de los campos de concentración nazis por las tropas aliadas y los 75 años de que más de 9.000 españoles y españolas empezaron a llegar a Mauthausen, Buchenwald, Ravensbrücck o Dachau y de los que solamente lograron sobrevivir unos 4.000, y que me ha vuelto a recordar, ahora con palabras en español, el horror que viví esa mañana de agosto en Austria.

Esta es la historia que cuenta nueve mil historias, una por cada una de esas personas que sufrieron la ignominia y donde se reflejan sus vidas, anhelos, viajes en funestos de trenes de la muerte, sus sufrimientos en los campos, la solidaridad en la que se apoyaron para tratar de sobrevivir, su alegría por la liberación y su frustración ante la imposibilidad de no poder volver a la patria. Esta es la historia que habla de víctimas y que habla de sus verdugos. Esta es una historia de sufrimiento, muerte, torturas inimaginables a manos de los siniestros miembros de las SS, dignidad, solidaridad y resistencia.

En febrero de 1939, con frío y lluvia constante, las carreteras de Cataluña, ante su inminente caída en manos de las sediciosas tropas al mando del general Franco, se llenan de hombres, mujeres y niños en una marcha desesperada que les lleve a cruzar la frontera francesa hacia un futuro incierto para huir de la muerte segura y de la patria, la suya, por el único motivo de haber luchado para defender a la República defendiendo la libertad del pueblo traicionado por el fascismo que había aniquilado todas las esperanzas democráticas conseguidas. Pero en vez de encontrar una vida digna y libre, el Gobierno francés los encerró en campos de concentración como si fuesen bestias donde morían de frío, de hambre y de todo tipo de enfermedades. Este fue el trato recibido por los republicanos españoles en el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Cuando Adolf Hitler invadió Polonia, Francia declaró la guerra a Alemania que en muy pocos meses conquistó su territorio pactando con el general fascista francés Petain. Ante la más absoluta indiferencia del Gobierno de Franco, más de 9.000 españoles abocados a una nueva guerra, fueron entregados a los alemanes que los hacinaron en terribles trenes de la muerte camino de los campos de concentración a donde pudieron, los que no fallecieron allí dentro durante el agónico viaje, llegar con vida lamiendo el agua que se condensaba en los tornillos de los vagones.

Pero les quedaba por vivir algo verdaderamente peor. Iban derechos al infierno del que, en palabras a ellos dirigidas, nunca podrían salir con vida sino en forma de humo por la chimenea. Y empezó la carrera por la supervivencia. Correr para sobrevivir. Correr para lavarse. Correr para llegar el primero a uno de los kommandos  de trabajo menos duro y salvarse de la cantera y de los ciento ochenta y seis terribles peldaños de la escalera de la muerte. Correr para la distribución de la sopa aguada. Correr para evitar los golpes. Correr, siempre correr para poder sobrevivir.

Un infierno insufrible donde los deportados por la noche soñaban que eran libres y que estaban con su familia porque por las noches no tenían pesadillas; la pesadilla comenzaba cuando despertaban. Un infierno en el que había que llegar a ser fuerte llegando al egoísmo para si mismo y no pensar ni en esposa ni hijos porque si lo hacían acababan muertos, siendo menos costoso para los que a nadie tenían y su única preocupación era comer esa infame sopa con alguna patata y algún nabo y de permanecer con vida hasta la noche.



Así pasaban las interminables horas y los interminables días de trabajo agotador y noches en vela, de comida insuficiente, de golpes y vejaciones continuas, de temor y pánico a caer enfermo y obtener el pasaporte hacia la cámara de gas, la inyección de gasolina en el corazón o el tiro en la nuca. Descubriendo hasta donde puede llegar el hombre cuando odia sin límites, aunque también encontrando la capacidad que tiene para hacer el bien, con una generalizada solidaridad para ayudar al compañero más débil.

Los republicanos españoles tenían la ventaja frente al resto de prisioneros de otras nacionalidades por haber pasado tres años de sufrimiento y lucha en la guerra civil por su supervivencia por lo que en Mauthausen eran capaces de convertirse en ratas perspicaces que comen el queso sin caer en la trampa, frente a unos fanáticos que lo único que querían era tener mano de obra esclava hasta que pudieran ser capaces de trabajar, mientras ellos, la raza pura, se dedicaba a la lucha para ganar la guerra e imponer el nuevo orden. Para conseguirlo lo tenían muy claro. El que valía para el trabajo, vivía. El que no valía, ya fueran hombres, mujeres o niños, eran exterminados, es decir, más tarde o más temprano eran asesinados todos, si no morían por si mismos o se suicidaban, y más en esas condiciones.

Pero la entrada en la guerra de Estados Unidos y la debacle alemana en la invasión de Rusia, torcieron a la Alemania nazi todos sus planes. Los dirigentes nazis vieron que llegaba su derrota y no se podía permitir que ningún prisionero de los campos de concentración pudiera llegar con vida y caer en manos del enemigo para ser testigos de tanta atrocidad cometida. Por ello se condenó a todos los concentrados como prisioneros a una aniquilación masiva.



Pero la liberación llegó y la alegría para todos los supervivientes fue inmensa, aunque muy pronto para los españoles se volvió en amargura teniendo que permanecer en Mauthausen porque nadie les quería. Los soviéticos se iban a Rusia, los franceses a Francia y los españoles se quedaban allí... solos, llegando muchos a preguntarse si habían sido más afortunados por llegar vivos que los que habían muerto en los campos.

Carlos Hernández de Miguel ha escrito un grandioso alegato de homenaje a estos españoles olvidados en nuestro país. Los últimos españoles de Mauthausen es un libro emocionante y sobrecogedor cuya lectura te pone el corazón en un puño y que en palabras de su autor "no es un libro fácil porque nunca pretendió serlo, pero espero que resulte útil, ya que la historia de nuestros deportados no tiene fecha de caducidad".

Los últimos españoles de Mauthausen es un monumento a esos patriotas que lucharon por la libertad recibiendo como pago la negación de la suya propia y la muerte, en este aniversario que se va a celebrar en los próximos meses. Es un grito desgarrador para que dejen de ser olvidados en nuestra tierra y que se les reconozca de una vez por todas su abnegación y sacrificio frente a la intolerancia, el racismo, el populismo, las traiciones que sufrieron, los pactos que firmaron sus verdugos y la pasividad de quienes eran considerados como los buenos de la película en esos días en que la vida no significaba nada para quienes querían gobernar el mundo y tenerlo humillado a sus pies.

Los últimos españoles de Mauthausen nos deja muy claro que todo lo que se relata en él puede ser extrapolado a nuestros días. Es un libro que debería ser de lectura obligada para todos y en especial para los jóvenes, para que vean, sepan y no olviden nunca. Es deber de la memoria. Hay que recordar lo que ocurrió en los campos de concentración nazis para que hechos tan lamentables no se repitan ni vuelvan a ocurrir nunca. Hay que hacerlo por todos y especialmente por los que no lograron salir con vida de allí. Es obligatorio saber y no olvidar, pues si no se sabe o se olvida se volverá a votar por el fascismo porque creeremos nuevamente en su discurso populista.

Hay que tener muy presente que como mínimo 136.000 desaparecidos en la Guerra Civil yacen en las cunetas de las carreteras y en fosas comunes bajo toneladas de tierra, enterrados como perros, mientras desaparecen las ayudas a las Asociaciones de la Memoria Histórica por el gobierno del Partido Popular que no duda en homenajear a los que lucharon en la División Azul bajo las órdenes de Adolf Hitler mientras éste arrasaba Europa y aniquilaba a seis millones de judíos y a veinte millones de soviéticos. Esos gobernantes del Partido Popular que miran para otro lado y mantienen calles y monumentos a mayor gloria de militares fascistas y dirigentes falangistas o que imponen libros de texto que tienen que leer nuestros niños y niñas en la escuela de primaria donde se dice que Federico García Lorca murió, cerca de su pueblo, durante la guerra de España, o que Antonio Machado se había marchado a Francia con su familia y que allí había vivido hasta su muerte.Ese Partido Popular, heredero de los que segaron la libertad de la República, que gobierna España con una mayoría absoluta gracias al voto de muchos españoles y que ha paralizado la Ley de la Memoria Histórica, volviendo a poner a los verdugos de nuevo en un nivel superior al de las víctimas con las cuales tenemos el deber moral de recordarles siempre para que nunca mueran.

Me está saliendo una reseña muy larga de Los últimos españoles de Mauthausen, pero escribiría durante horas y horas sobre este libro. Solamente me queda agradecer a Carlos Hernández de Miguel su trabajo exhaustivo de documentación y de entrevistas con la escasa treintena de superviviente que nos quedan del horror y con sus familiares, y su escritura clara, limpia y vibrante empleada para narrar y escribir durante año y medio esta crónica excelente. Y por supuesto, agradecer también a Ediciones B por publicarla y facilitarme un ejemplar de ella que ocupará un lugar preferente en mi biblioteca siempre.

Hace unas horas finalizaba la lectura con el alma encogida, profundamente emocionado y absolutamente sobrecogido por lo que mis ojos han leído durante estos últimos días. Mis pensamientos vuelven  a esa plomiza y calurosa mañana de agosto de 1999 y observo de nuevo muy claramente el monumento erigido en la explanada de los campos de Mauthausen a la memoria de los republicanos españoles que murieron allí por ser luchadores y defensores de la libertad. Recuerdo que como no tenía nada a mano, recogí del suelo una pequeña piedra que puse junto a las innumerables que pueblan todos sus recovecos y un pequeño ramillete de flores silvestres como humilde tributo a su sacrificio. Como reza su placa, siento profunda pena y congoja. ¡Cuánto os lloro, compañeros! Nunca os olvidaré porque sois ejemplo de lo más grande de lo que es capaz de alcanzar el hombre.

En nuestra memoria siempre todos los que murieron. En nuestra memoria siempre todos los que ni el tren del exilio ni la deportación os consiguió quitar la viada, pero si os robó la vida.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

martes, 3 de febrero de 2015

Epitafio de un asesino


En Volveremos a Macondo ya han aparecido las reseñas de En un rincón del alma y de As de corazones de Antonia J. Corrales, uno de mis grandes, si no el mejor, descubrimientos del año pasado. Me gustaron tanto estas dos novelas que me plantee que debía ponerme con los dos primeros libros de tan especial escritora aunque no fueran del mismo género a las mencionadas sino muy diferentes para descubrir la evolución de su autora.


He empezado con su primera obra, Epitafio de una asesino, publicada en 2005, y verdaderamente el estreno de Antonia J. Corrales no tiene nada que ver con lo que nos depararía años después con sus dos novelas intimistas publicadas hasta la fecha, aunque ya nos da una visión de su buen oficio. Epitafio de un asesino es una novela de intriga y suspense. Pero claro, ahora puede que alguno de vosotros estéis pensando en eso de otra novela de intriga y suspense. Pues no, Epitafio de un asesino es suspense en estado puro y hasta su última línea hay intriga donde se desvela parte de la trama. Vamos que no es una novela al uso.

Un escritor de novelas de suspense que le han dado una fama espectacular, Abelardo Rueda, descubre como los asesinatos que narra en su nueva novela aún inédita, están ocurriendo en realidad y se ve involucrado en una serie de crímenes que siguen escrupulosamente la trama de ésta, cuyo argumento solamente conoce él y, en parte, su esposa, Adela. Tras cada una de las muertes hay algo más que la barbarie de un asesino en serie y tras los anónimos que recibe, algo más que simples citas bíblicas. Los homicidios esconden un escalofriante secreto, una información a la que el escritor tuvo acceso tras sus investigaciones de historiador, lo que de verdad le satisface, sobre Felipe II y El Real Monasterio de El Escorial. Esa información, junto a un secreto íntimo, que no puede desvelar, hará que su vida dé un giro vertiginoso y nefasto, sumergiéndolo dentro de un laberinto infernal.

Esto último es la sinopsis comercial, pero Epitafio de un asesino tiene mucho más que evidentemente no voy a revelar para no destripar el libro en primer lugar, y porque, en segundo lugar, se convertiría en una reseña excesivamente larga, ya que en Epitafio de un asesino, Antonia J. Corrales juega con todos nosotros con giros inesperados escribiendo un puzzle con un engranaje perfecto en donde todo lo que ocurre no es nada de lo que parece ser y donde todo el mundo puede ser víctima y verdugo.

Epitafio de un asesino  podéis estar ahora suponiendo que es un libro atrayente, y la verdad es que engancha muchísimo después de un comienzo un tanto reiterativo donde se repiten mucho todos los personajes en sus diálogos. Pero de repente todo cambia y te das cuenta de que ya no hay vuelta atrás y que has sido absorvido por un bucle trepidante que no te dejará apartar los ojos del libro, y si lo haces, porque necesitas en tu vida hacer otras cosas, en tu cabeza sentirás que no dejan de machacarte ideas y preguntas sobre la novela, deseando acabar con lo que estás haciendo para volver a ella. Es más, Antonia J. Corrales nos desvela la identidad del asesino cuando aún faltan un buen puñado de páginas para acabarlo, y entonces piensas: ¿qué nos va a contar ahora? Pues algo increíble va a suceder por difícil que pueda parecer. Entramos en la resolución de tantos personajes y subtramas que han aparecido hasta ese momento en un descenso a tumba abierta, imparable y apasionante hasta llegar a esa última línea en la que, como ya he dicho más arriba, se desvela parte de la trama.

Sí, Epitafio de un asesino es una primera novela, pero Antonia J. Corrales ya nos va poniendo sus cartas encima de la mesa demostrándonos que es una buena escritora que irá madurando para convertirse en una excelente escritora años después en su camino hacia la genialidad artística.



Me gusta mucho Antonia J. Corrales. Escribe muy bien, describe perfectamente y construye unos personajes, para mi su gran logro y especialidad, apasionantes, cercanos y creíbles. Y mira que en Epitafio de un asesino los personajes son odiosos, a cada cual más. Abelardo es un títere en manos de Adela, su mujer, que le lleva por donde ella quiere sin que a él le importe lo más mínimo, porque es incapaz de tomar una sola decisión por sí mismo por pura comodidad. Abelardo se dedica únicamente a escribir, aunque escriba sobre lo que le pida Adela. Adela solo se quiere a sí misma. Solo le importa vivir bien. Quiere conservar su posición y para ello será capaz de hacer cualquier cosa con el único objetivo de conservar su bienestar. Es una mujer muy inteligente y egoista, y ella es plenamente consciente de ello pero no le importa en absoluto porque es muy fría y materialista. El tercero en discordia, Arturo, es un engreído, un gilipollas, un mujeriego y un cabrón cuando hay un negocio por medio. Es muy rico y posee muchas empresas, aunque no le vamos a ver nunca trabajando. Los tres protagonistas nos van a contar la historia cada uno desde su punto de vista y cada uno con su suficiente dosis de maldad, acompañados por el grupo de secundarios, también perfectamente construidos por la pluma ágil y detallista de Antonia J. Corrales en esta historia en la que todos estarán sumergidos dentro de una pesadilla entre Madrid y su sierra, Santa Eulalia en la isla de Ibiza, el Monasterio de El Escorial y Santander.


Una gran novela novel como ya me suponía que lo iba a ser por las dos últimas escritas y publicadas por Antonia j. Corrales, que nos dice en unas de sus redondas frases que la cultura, el exceso de cultura, nos vuelve un tanto paranoicos y excéntricos a todos. Hay que tener cuidado con la cantidad de conocimientos que se adquieren, porque es tan peligroso como la carencia de ellos. Yo tengo que confesar, Antonia J. Corrales, mi locura más absoluta hacia tu persona y hacia tu obra y aquí, en mi blog, te digo mi obsesión por la aparición de tu nueva novela de la que has tenido la deferencia de hablarme. Mientras llega el esperado momento, me consolaré leyendo el libro que me falta de ti y releyendo tus dos últimas y maravillosas novelas. No me queda otra para aliviar mi mono.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

sábado, 24 de enero de 2015

Lo que el hielo atrapa


Pensé que la nueva novela de Bruno Nievas, Lo que el hielo atrapa, me iba a gustar y me he equivocado. Lo que el hielo atrapa me ha maravillado, encantado y atrapado en una historia apasionante que me ha llenado el cuerpo de sentimientos gracias a la maestría de este joven autor que, si ya en sus anteriores novelas y relatos había alcanzado cotas de gran literatura, consigue en su última obra su libro más ambicioso y logrado.

Ernest Shackleton en la expedición Nimrod (1907-1909), después de veintinueve días de marcha, consiguió llegar al punto más al sur jamás hasta entonces alcanzado por el hombre, a la latitud 88º23'S a menos de 180 kilómetros del polo y por debajo de la barrera de las simbólicas 100 millas. Pero el 9 de enero de 1909 dio por terminada la marcha a tan solo 97 millas del Polo Sur, colocando la Unión Jack y bautizando la meseta antártica con el nombre de Eduardo VII del Reino Unido. ¿Pero por qué decidió regresar estando tan cerca de la meta? Shackleton decidió regresar, a tan solo unos días de conseguir alcanzar su objetivo, para que todos los hombres a su cargo pudiesen volver con vida.

A su regreso a Inglaterra como un héroe comunica su decisión de volver a intentarlo en una próxima expedición. Pero se le adelanta Robert Scott, su rival, con la expedición Terranova (1910-1912), donde logró alcanzar el Polo Sur el 17 de enero de 1912, pero solo para encontrarse que los noruegos de Roald Amundsen lo habían hecho cinco semanas antes: Scott y sus hombres fallecieron congelados en el viaje de regreso.

Scott y Shackleton ya habían coincidido en la expedición Discovery (1901-1904) que les llevó a alcanzar la latitud 82º17'S, a unos 850 kilómetros del polo y pararon ahí porque Shackleton enfermó, cosa que nunca fue perdonada por Scott que siempre le consideró el motivo de su fracaso.

En agosto de 1914, Shackleton, tras haber fracasado pues en los dos intentos de alcanzar el Polo Sur en los que se embarcó, intenta reunir los fondos para llevar a cabo la única gesta que quedaba por realizar: atravesar la Antártida. No obstante los rumores del inicio de la Gran Guerra son cada vez mayores y parece que la expedición está condenada antes de partir, aunque Winston Churchill la termina autorizando.

Esta última expedición romántica, bautizada con el nombre de expedición Endurance, es la que Bruno Nievas nos va a contar en Lo que el hielo atrapa. Shackleton quería atravesar a pie de norte a sur la Antártida, ese continente muy poco conocido, inhóspito, con el peor clima del planeta, corrientes marítimas y el peor enemigo, la placa de hielo. Y lo hacía sabiendo por experiencia propia que por debajo de los 40º de latitud sur no hay ley, y que por debajo de los 50º, ni siquiera existe Dios. La Antártida, esa tierra donde las temperaturas en invierno pueden bajar de los 70º bajo cero y en verano la media es de menos 30º; donde si se vierte agua desde un cazo, cuando llegue al suelo estará congelada; donde el viento puede superar los 300 kilómetros por hora y cada dos kilómetros por hora de velocidad del aire equivale al descenso de un grado de temperatura, con lo que vientos de 40 kilómetros por hora, los habituales, congelan la piel en minutos. James Cook, el famoso navegante británico del siglo XVIII, ya dijo que la Antártida no era tierra para el hombre. Es una tierra helada e inhóspita, toda llena de hielo, nieve, icebergs, tormentas, pero también llena de una belleza inusitada y desconocida. Ballenas, focas, orcas, pingüinos y cientos de especies de aves llenando de vida un entorno que es más de lo que aparenta. La Antártida parece un lugar yermo y monocromo pero en realidad posee muchos matices y está llena de vida.


En el buque Endurance se embarcarán para la aventura veintiocho hombres y una mujer, Zara Foley, que huye de la Justicia y de la policía de Londres que la busca por haber matado a un hombre en defensa propia y que huye de la miseria, del hambre y del cadalso.

Vamos a conocer y emocionarnos con la magistral pluma de Bruno Nievas a estos hombres históricos que quedaron atrapados por el hielo, que estuvieron cuatrocientos días sin pisar tierra firme ciento sesenta a la deriva en una placa de hielo, siete navegando en botes abiertos, verdaderas cáscaras de nuez, por el terrible Atlántico Sur, y los dos últimos sin agua. Vamos a asistir a diecisiete días de navegación angustiosa a bordo del pequeño ballenero James Caird para recorrer las 800 millas que separan la isla Elefante de la isla Georgia del Sur, y vamos a asistir con el corazón encogido a la travesía que, después de recorrer 1.500 millas llenas de peligros por las traidoras grietas, voraces orcas, temibles serpientes marinas, hambre y frío que congela los huesos, después del hundimiento del Endurance, van a tener que recorrer a pie 35 kilómetros en treinta y seis horas, atravesando el interior de Georgia del Sur, explorando un territorio que antes nadie había pisado, para poder salvar la vida de veintinueve personas.



Vamos a conocer a una serie de personajes inolvidables como son Wild, Worsley, Crean, Orde-Lees, McNish, Hurley, Macklind, Hussey, Blackborow, Hudson, Greenstreet, Bakewell, McCarthy, Howle, Green, Mcllroy, Vincent ... y sobre todo a los verdaderos protagonistas de la novela, Shackleton y Zara. Unos personajes que se nos harán muy cercanos, llenos de sentimientos, de superación y de optimismo frente a tanta adversidad, en una historia que nos recuerda a esa increíble Mobby Dick en una de las gestas del hombre mas fascinantes del siglo XX transformada en una aventura que nos mantendrá leyendo sin aliento, gracias a la narrativa clara, precisa y sin descanso de Bruno Nievas.


Lo que el hielo atrapa es un libro bellísimo, emocionante, apasionante, que no te da ninguna tregua, que te mantiene en vilo constantemente durante toda su lectura, que te engancha desde el principio y que te hace llorar al final de emoción. Lo que el hielo atrapa es un libro con el que Bruno Nievas nos vuelve a reconciliar con el ser humano y nos descubre una naturaleza impresionante que nos demuestra que aunque nos creamos dominadores, la única ley natural que existe es que en realidad no somos nada, dentro de la naturaleza, con unos diálogos brillantes y preciosos. 

En Lo que el hielo atrapa, Bruno Nievas escribe una absoluta Odisea moderna con un Ulises excepcional, Shackleton, un auténtico líder obsesionado por descubrir y explorar lo inexplorado hace solamente cien años. Un líder que nunca tuvo una palabra de desánimo para sus hombres que se enrolaron en la aventura al leer un anuncio que decía que se buscaban hombres para viaje peligroso, sueldo bajo, frío extremo, largos meses de total oscuridad y escasas posibilidades de regresar con vida, pero que él les condujo por ese camino de baldosas amarillas hacia conseguir el tesoro de la gloria. Un auténtico líder que mantuvo siempre alta la moral de sus hombres porque para él lo importante es lo que les arenga diciéndoles que siempre habrá una hazaña que realizar y que ahí estará siempre él con los mejores hombres para regresar todos con vida porque esa es la promesa que les hace al decirles también que vaya donde vaya, regresará siempre con todos ellos. Y como es un hombre de palabra, lo cumple con ese impactante discurso que les dirige: "Hemos sufrido y hemos pasado hambre. Nos hemos arrastrado, nos hemos aferrado a la gloria, hemos visto a Dios en Su Esplendor, y, sobre todo, hemos escuchado el texto que nos brinda la naturaleza. A través de este camino, arduo en el hielo ... hemos llegado al alma desnuda del hombre".Una fantástica novela de aventuras escrita fantásticamente por Bruno Nievas. Un canto al heroísmo y a la naturaleza que Bruno Nievas nos regala para que tengamos el libro siempre muy cerca de nosotros. Una auténtica maravilla que nadie debería perderse. Una historia que nos atrapa en una vorágine emocionante, porque ya se sabe que Lo que el hielo atrapa, el hielo se lo queda.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

viernes, 16 de enero de 2015

Indivisa Manent


¿Quieres saber cómo empezó todo? ¿Quieres saber qué ocurrió horas antes de que Augusto Ledesma abriera la puerta del Zero Café la noche del 11 de septiembre de 2010 y se diera de bruces con el vídeo de The Cranberries, Promises?

Poco después Augusto, saboreando su segundo gin tonic de Hendrick's que le había servido Luis, y sentado en los sillones de piel situados frente a la barra, se fijó en Marifer cuando bajaba las escaleras del servicio después de que se pusiera una raya que no sería la primera ni la última de la noche, esa noche que si que sería la última de su vida pues en unas horas sus grandes ojos negros y brillantes se apagarían para siempre.

Antes de esa noche que marca el banderazo de salida para la enorme trilogía de César Pérez Gellida, Canciones, versos y trocitos de carne, Augusto Ledesma nos cuenta que el 10 de septiembre de 2010, se encuentra podando un bonsái en su casa del barrio de Covaresa de Valladolid cuando se iban a cumplir dos años desde que sus padres adoptivos fallecieron en un desgraciado accidente de automóvil volviendo de Redipollos, y es en ese momento cuando decide ponerse en marcha, rompiendo con su pasado, para realizar su obra.

Nos habla de sus falsos amigos a los que lleva sin ver desde hace una larga temporada porque ninguno de ellos le interesa una puta mierda, mientras baja en un taxi hacia el centro de Valladolid, camino del Zero Café.

Al día siguiente, 11 de septiembre de 2010, se despierta con un tremendo dolor de cabeza y recuerda la madrugada cuando conoce a una chica a la que llama Afrodita con la que, en la casa de él, follan como dos desconocidos, con esa pasión opuesta al impuesto compromiso. 

Recibe una llamada de teléfono y decide tras la conversación que es el Memento mori, y cuando ha anochecido ya en Valladolid se encuentra caminando como un autómata por la calle San Blas en dirección al Zero Café, siguiendo su particular camino de baldosas amarillas, mientras planifica lo que va a ser su vida a partir de ese momento con su poesía, Afrodita, en el bolsillo.

Abre la puerta y se da de bruces con el vídeo de The Cranberries, Promises, mientras se va adentrando en el bar, gritando las primeras estrofas con el brazo derecho levantado en alto para encontrarse con su destino cuando empiece a sonar La sirena varada de Héroes del silencio y se le ponga la piel de gallina.

Genial y potente César Pérez Gellida como siempre en este spin off titulado Indivisa Manent que nos demuestra que es tan grande y buena la trilogía que, para nuestra fortuna, no acabó con el final de Consummatum est y que podremos seguir disfrutando con cada uno de sus personajes durante mucho tiempo.

Puedes descargarte, yo te lo aconsejo encarecidamente que lo hagas, este pequeño relato en amazon.es por tan solo 0,94 euros.

Nota importante: No se te ocurra leer Indivisa Manent antes de haber terminado Memento mori y Dies irae, pues este relato contiene información trascendental que desvelan uno de los aspectos fundamentales de la trama.


©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

martes, 13 de enero de 2015

Ofrenda a la Tormenta




Llueve sobre Baztán. Cae muchísima agua para cerrar el círculo de la trilogía de Dolores Redondo con Ofrenda a la tormenta. La Diosa Mari aguarda su sacrificio.


Solamente ha pasado un mes desde el traumático final de Legado en los huesos cuando una mujer denuncia que la muerte súbita de su nieta, oficialmente una muerte de cuna, le parece sospechosa tras el comportamiento extraño del padre de la niña, que ha sido detenido cuando intentaba robar el cadáver pronunciando palabras inconexas. Por el estado en que se encuentra el cuerpo del bebé parece que se trata de un asesinato, lo que lleva a Amaia Salazar y a su equipo de la Policía Foral de Navarra a investigar casos parecidos de muertes de cuna con demasiadas irregularidades que se produjeron en el valle en el pasado, en una investigación que va a cerrar ese círculo que se empezó con El guardián invisible, continuó con Legado en los huesos y finaliza con esta Ofrenda a la tormenta, donde conoceremos por fin  el origen del mal, del dolor y de la situación trágica que puso en marcha las fuerzas mitológicas imperantes en el valle y que llevaron a Amaia Salazar a volver a su lugar de nacimiento para resolver los crímenes que sembraban este idílico lugar.

Es muy difícil de escribir la reseña de Ofrenda a la tormenta ya que es casi imposible no decir algo que desvele cosas importantes de la trama, pero está claro que esta tercera entrega no defrauda como tampoco lo hicieron sus dos predecesoras. Vemos en ella a una inspectora Amaia Salazar con muchísimas más dudas y más angustiada como absoluta protagonista de la novela, aunque más solitaria y pensativa. Los otros personajes quedan más difuminados y no tienen tanto peso aquí, aunque en ningún momento dejan de ser geniales.

Se respira en Ofrenda a la tormenta un miedo sórdido, un frío insoportable lleno de lluvia, niebla, nieve y oscuridad, una mezcla de realidad y fantasía con la mitología ancestral y atávica del bosque en el que las tradiciones del pasado se heredan en el presente en una vorágine de horror y mal. Y todo dentro de ese paisaje paradisiaco del valle del Baztán donde el río es testigo mudo de todo lo que pasa en una sociedad matriarcal educada en un mundo mitológico que aún sigue vivo en el valle, dentro de una investigación policial apasionante, donde se pueden hacer crímenes rituales como sacrificio basados en unas creencias causantes de situaciones tan monstruosas.

Después del Basajaun y del Tarttalo ahora es el momento del Inguma, un perverso demonio de la noche que asfixia a los niños pequeños mientras duermen para beberse su aliento. Todo esto es el verdadero valor del libro, pues esa creencia religiosa no debe ser tomada a risa mientras haya alguien capaz de matar o morir por creer en una cosa que parece magia pero que en estos lugares del valle se vive como una religión que se transmite de madres a hijas.

Pero todo esto no es nuevo. La fe es poderosísima. Puedes no creer en ella, pero hay gente que sí lo hizo en el pasado y muy posiblemente lo sigue haciendo. Como dice Dolores Redondo, en Baztán se tiene la creencia de que lo que todo tiene nombre existe, y si se puede matar en nombre de ello, pues se mata.

Una gran trilogía de la que soy incapaz de decir si una novela es mejor que otra pues a mi me han parecido excelentes las tres. Dolores Redondo nos ha hecho pasar dos años fantásticos. 

La Diosa Mari, la Anbotoko Dama, Bideko Ematze Xuria o Arpeko Saindua, Reina de la Naturaleza y de todos sus componentes, diosa de la justicia, defensora de la honradez y muy severa con la injusticia, que desprecia y castiga el mentir, el robar, no cumplir la palabra dada, no respetar a las personas y la arrogancia, que anuncia su llegada y presencia con una tormenta, tiene que estar orgullosa de esta magnífica ofrenda que le ha hecho Dolores Redondo.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

viernes, 2 de enero de 2015

El síndrome de mamá osa




Si a una osa le intentas arrebatar a su cría recién nacida, se defenderá con todas sus fuerzas que, aunque yo no sé como serán afortunadamente para mi integridad personal a la cual aprecio en gran medida, supongo que serán muchas.


Luz Bartivas en su primer libro, El síndrome de mamá osa, nos cuenta esa aventura apasionante que es tener un hijo y que comienza ya antes de conocerlo y tenerlo entre sus brazos y que transcurre a lo largo de muchos años.

Luz Bartivas nos enseña como en una madre se despierta de forma inmediata el instinto de protección hacia su hijo, el cual va a acompañarla siempre como si fuera una verdadera osa.

Pero además de ese instinto de protección a su osezno u osezna, mamá osa y, por qué no, papa osezno, recorrerán un periplo lleno de innumerables situaciones, vivencias, alegrías, desconciertos, dudas, temores, ilusiones y preocupaciones, que a veces no vamos en un principio saber afrontar y que nos superarán, aunque con el tiempo y la práctica respiraremos al descubrir que son acontecimientos cotidianos muchas veces intrascendentes.

Luz Bartivas hace en El síndrome de mamá osa ese recorrido apasionante desde sus comienzos. Asistimos al nacimiento del hijo y los primeros terrores de una mamá novata, los primeros años, el drama de llevarlo a la guardería y separarse por primera vez de él, el primer colegio, el salto a Primaria, la llegada del hermanito y vuelta a empezar cuando todo empezaba a ir ya sobre ruedas, el paso a Secundaria y el horror al Instituto por los padres, y el aterrizaje en la adolescencia.

¿Es El síndrome de mamá osa un tratado sobre esa aventura que es la maternidad? Pues si, claro que si. Además Luz Bartivas sabe  y conoce en sus propias carnes de lo que habla por su condición de madre y por su experiencia de muchos años en Asociaciones de Padres de la Escuela Pública. Pero no es un tratado ni tomista ni escolástico infumable y aburrido porque Luz Bartivas lo llena de momentos divertidos que salpican la lectura de tema tan serio e importante. Momentos que nos hacen pensar y sonreír, cuando no desternillarnos a carcajadas como me ha ocurrido a mi, con esas situaciones que la autora describe de fiebres, cacas, mocos, cólicos, abuelas, cuñadas, vecinas, amigas, la teta al aire, percentiles, eructos,celos de papá oso, parejas sin hijos, guarderías, uniformes escolares, elección de colegio, tacos, graduaciones, deberes, profesores, actividades extra escolares, regalos a la profe, institutos, fracasos escolares y adolescentes cargados de hormonas a punto de explotar.

Luz Bartivas engancha con su escritura y nos hace disfrutar. Tiene una forma de escribir clara, sencilla y coloquial. Luz Bartivas escribe muy bien, y no lo digo porque sea amiga mía sino porque yo siempre digo lo que me da la gana y ahora quiero decir esto porque así me lo parece y ha demostrado con este libro.

Es Volveremos a Macondo un blog dedicado a la narrativa y aunque El síndrome de mamá osa no sea una novela, está plagado de giros que te hacen leer sus páginas como si lo fuera. Un libro espontáneo y muy divertido que nos cuenta cosas muy serias como lo de que al colegio y al instituto se lleva a los hijos a que reciban una enseñanza, pero que está en manos de los padres la educación de ellos para que lleguen a hacerse independientes y sean trabajadores, inteligentes, solidarios, empáticos, justos y amables; en definitiva, unas personas buenas que merezca la pena conocer y de las que nos sintamos orgullosos y deje en ellos esa estela como ser humano solidario.

Luz Bartivas se estrena con un libro bonito como es El síndrome de mamá osa. No vamos a echar la culpa a nadie, nada más que a ella. Como buena mamá osa seguro que pronto nos engendra y pare otro gran libro.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega