lunes, 27 de marzo de 2017

O



Tengo que confesar que leer a Alejandro Pedregosa me causa un enorme placer, por lo que tener entre mis manos un nuevo libro de relatos suyos, que más que leerlos me he embebido una y otra vez, es una de las cosas que mejor me pueden ocurrir.

Ya con sólo encontrarse con su preciosa portada de un sextante dorado en el que queda enmarcado el rotundo y breve título como es el de O, ya te invita a abrir el libro para ver que maravillas encierra dentro de sus breves trece relatos.

La vocal “o” es la decimosexta letra del abecedario español que representa el fonema vocálico medo posterior y que en la lógica escolástica representa la proposición particular negativa. No sé si será por esto último, pero me imagino a Alejandro Pedregosa que se viste de Guillermo de Ockham y elimina de sus cuentos todo aquello que no es evidente, porque el número de entes no tiene que ser multiplicado sin necesidad y, por tanto, da prioridad a la experiencia empírica del conocimiento intuitivo inmediato de la realidad particular. Para él, no existen entidades abstractas separadas de las cosas o inherentes a ellas. Los universales son sólo nombres que existen en el alma, son procesos mentales mediante los cuales el entendimiento aúna una multiplicidad de individuos semejantes mediante un término donde prima la voluntad sobre la inteligencia y donde el único conocimiento posible tiene que basarse en la experiencia.

Pero, por favor, no te asustes y sigue leyendo. O no es un tratado tomista ni Alejandro Pedregosa tampoco es una persona tan sería y aburrida como Santo Tomás de Aquino. Bueno, es que ni siquiera es santo.

O es un juego de trece cuentos cuyos títulos tienen todos una referencia a un personaje como una guía para el que lo está leyendo. El personaje protagonista está separado del tema tratado en el relato por la vocal “o” como algo aclaratorio del personaje que es alguien de nuestro imaginario cultural. Así nos encontramos con personajes bíblicos, personajes de obras literarias, de canciones populares infantiles, de cuentos de hadas o del cine que están ubicados fuera de su hábitat y de su tiempo y que se enfrentan o se ponen en situación ante hechos tan serios de palabras tan rimbombantes y sesudas como son monarquía, patriotismo barato, vasallaje, pobreza, tanto moral como económica, lucha armada terrorista, esclavitud, usura, represión, pornografía, prostitución… , reducidos a la cobardía, la trampa, la locura y el miedo. Tras el “o” disyuntivo aparece el descenso a las realidades cotidianas de la pobreza, la fraternidad, la esclavitud y la represión.

No puedo dejar de tener envidia sana por como escribe y habla Alejandro Pedregosa. Nos sumerge en temas muy serios, pero con esa retranca suya del sur, aderezada por la tranquilidad y el sosiego de la lluvia pausada y lenta del norte. Los trece cuentos de O se llenan de comicidad, ternura, ayuda, sacrificio, compromiso y cuidado de unos hacia otros. Historias breves e intensas escritas con minuciosa maestría con ese lenguaje propio del autor, exacto, conciso, riguroso, detallista, claro, atractivo y refinado al que no le falta gracia, agudeza e ingenio que hace dibujar en tu boca una sonrisa por lo deslumbrador de su prosa.

En O cabe en pocas páginas casi todo: la traición, el cacique, la frontera mejicana, el machismo, la deshonrosa cualidad del honor militar generador de guerras inútiles que lo alimentan, el angustioso terror del cuidador del enfermo de Alzheimer y sus dudas sobre la muerte y la eutanasia, el qué dirán en el mundo cerrado rural, las supersticiones, la vileza del terrorismo, la esclavitud de la prostitución, la pasión asesina del amor, la hipocresía de la Iglesia o consejos vendo que para mí no quiero, las fuerzas vivas que mueren a manos de otras fuerzas más vivas, más falsas y más corruptas que ellas, las excentricidades de la usura, la ingenuidad de la juventud, la corrupción de los gobiernos, la muerte de la rebeldía, la felicidad de la mansedumbre alcanzada por un plato de lentejas, las artimañas de los poderes fácticos en los pueblos, el horror de las dictaduras militares, las consecuencias malévolas de una venganza mal medida, las ilusiones de un emigrante según otros, o la facilidad de engañar a los ciudadanos con cuentos y patrañas.

Hay que leer a Alejandro Pedregosa. Si aún no lo has hecho es una gran oportunidad de empezar a hacerlo con  O o perderás la oportunidad de zambullirte en la ilusión. No es un tratado tomista. Es infinitamente más divertido y ameno con toda seguridad.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

1 comentario:

  1. Una vez más alimentas nuestro espíritú lector y haces, de lo que sería una mera descripción personal sobre tu percepción de la obra, algo tan brillante como la novela en sí misma. Increíblemente acertada, como siempre, llena de entusiasmo y de esa pasión que contagias con tus letras a todos nosotros sobre cualquier texto que cae en tus manos.

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