viernes, 2 de octubre de 2015

Promesas de arena




Hay que reconocer varias cosas a Laura Garzón. La primera su valentía, en principio por lanzarse al mundo de la literatura, y después por haber tratado en su primera novela, Promesas de arena, un tema audaz y original como es el mundo del voluntariado en el conflicto judío-palestino dentro de ese gueto, creado por aquellos que lo sufrieron en el siglo pasado, como es la franja de Gaza.


Pero Laura Garzón nos cuenta la historia también de manera muy insólita, interesante y amena de forma nada cobarde. Laura Garzón es una contadora de cuentos, una gran contadora de cuentos que te atrapa en sus letras y te introduce de lleno dentro del escenario que ella ha elegido por muy lejano y desconocido que sea para ti, acomodado y más o menos feliz lector occidental. Y es valiente porque, como mujer inteligente y comprometida que es, trata a la mujer de forma muy diferente a la mujer en una novela romántica al uso que nos tiene acostumbrados la literatura actual.

Esta Lucía, que enamora, cae rendida en una pasión irreprimible de "unos ojos azules que no tienen fondo" cuando ella, al acabar sus estudios va como cooperante al paso fronterizo con Egipto de Rafah y se da de bruces con la dura realidad de encontrarse en un mundo hostil que dinamita y hace saltar por los aires sus ideas románticas de ayuda a los más necesitados. Una Lucía que se enamora de forma apasionada y que se va haciendo, a medida que transcurre el relato, más fuerte y sensata, aunque se enamore perdidamente en esa situación agobiante que la supera como vía de escape pese a su total convencimiento de que ese amor no le conviene y reconoce que, aunque sea el amor de su vida, es muy peligroso.

Promesas de arena nos hace pensar, nos hace sentir y nos hace elegir como elige Lucía.

Además de la historia de amor, Laura Garzón nos sumerge en otra historia paralela como es la de los asentimientos palestinos de la franja de Gaza y describe perfectamente las necesidades y carencias que tienen los que viven allí y los esfuerzos de la gente que, desinteresadamente, intentan ayudar en el drama que sufre el pueblo palestino, aunque lo hace, de forma inteligente, desde el punto de vista humanitario sin impartir doctrina ni hacer en ningún momento crítica política.

Lo que si hace es describir el choque que se produce en Lucía, joven, europea, preparada y totalmente consciente de su condición femenina, al ir observando comprender, no aceptar, cuidado, todo lo que para ella son derechos de los seres humanos como la independencia, la integridad física y moral y la libertad en la toma de decisiones.

Me ha sorprendido Laura Garzón por ese coraje que vuelca en Promesas de arena. Laura Garzón escribe una novela de amor, no me gusta el adjetivo romántica para ella, con un lenguaje que no tiene parangón en el género, al utilizar un verbo muy cinematográfico con flashbaks y fundidos, con frases cortas y descripciones precisas que nos llevan de la ternura a la emoción en un relato de superación en un escenario al límite de lo soportable, donde, siendo como es un libro de amor, nunca cae en la ñoñería describiendo casi con un lenguaje naturalista tradiciones de la cultura árabe y las relaciones sexuales de los protagonistas.

Promesas en la arena es un canto al amor, a la amistad, a la solidaridad, a la rebeldía, a la supervivencia, al coraje y a la miseria de este mundo, pero con un mensaje optimista y esperanzador. Promesas de arena es una gran primera novela. Una novela comprometida donde la autora no toma partido ni por los palestinos ni por los judíos sino que nos cuenta la tragedia humanitaria en donde todos sufren por culpa de unos pocos que prometen y prometen, aunque sus promesas queden enterradas por la arena del desierto convirtiéndose en Promesas de arena que se escurren entre sus desesperados dedos.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

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