jueves, 3 de julio de 2014
La pequeña capital de provincias de Paco Umbral - Juan Pedro Martín Escolar-Noriega
Hace unos días navegando por internet me encontré con un vídeo titulado Valladolid, ¡cómo me gustas! Y viéndolo me vino a la memoria Francisco Umbral (1932-2007) ese domador de palabras, gran narrador, memorialista, diseccionador de la vida y la sociedad de nuestro país, articulista todoterreno e intimista poeta.
La pequeña ciudad plateresca que tanto inspiró a Paco Umbral para escribir novelas de ambiente provinciano con Valladolid siempre en el fondo como marco indeleble del artista adolescente que empieza a vivir. De ella decía emocionado: “Valladolid, mi Valladolid de entonces, era una fiesta. Una fiesta triste y negra, de guerra y de luto, pero cantaba la edad dorada de la infancia y yo era un niño en una calle larga y fría, calle de San Blas, con huertas y monjas y ebanistas y sombrererías. Habían puesto en las fachadas unos carteles como para anunciar la guerra, carteles con alambradas y palomas, y cascos y cañones. Los moros y los regulares venían al anochecer. Los regulares venían en sus camiones, desde Capitanía, y los moros aparecían, lentos, entre las sombras de la Plaza de San Miguel”.
Paco Umbral pasó frío y hambre en su casa de la Plaza de San Miguel, estudió en el José Zorrilla, fue botones en el Banco Central, fue contertulio en la cafetería Maga y en el Hostal Florida y empezó a trabajar en el principal periódico de nuestra ciudad, El Norte de Castilla, el que lleva en su portada “con sus letras góticas, muy negras, sobre gran fondo blanco, una catedral del periodismo”. Como Proust se envenenó con su magdalena y como Baudelaire se drogó con el láudano. Su destino era la literatura y vivía en la magia de tantos libros y escritores. Y Valladolid protagoniza varias novelas de una infancia cruel y de una atroz adolescencia. Comió como muchos niños vallisoletanos pan negro hecho de salvado y porciones de miedo. Valladolid era esa ciudad “que todo lo había tenido y todo lo había perdido" por lo que en su obra se huele y se siente la melancolía. Valladolid era para él memoria, lirismo, temor, temblor, ciudad de procesiones, ciudad de culpas y provincia de tedio, y aunque no la nombre nunca, a diferencia de Madrid, su segunda ciudad, a la que nombra continuamente y la cita, ahí está omnisciente. Sus libros de Madrid son el presente. Los de Valladolid son el pasado. En los de Madrid predomina la prosa. En los de Valladolid, el lirismo.
“Vieja ciudad. Pequeña ciudad. A veces vuelvo a la ciudad de provincias, gris y melancólica, ayer perfil de galeón, hoy navío desguazado, de donde han nacido alguno de mis libros –los pocos que merecen la pena leerse- y donde ha nacido uno mismo, aunque uno no haya nacido allí.”
En su novela vallisoletana Capital del dolor (1996), nos relata la guerra civil en la pequeña ciudad, donde vuelve a ser su ciudad de tedio y plateresco, a convertirse en escenario de su educación sentimental. Nos cuenta la guerra cruel. Al principio la ciudad es sólo un precioso magnolio en el patio de las Teresianas y acaba siendo el eco de las campanas de las Clarisas y el de los partes de guerra que escupían los altavoces de la Plaza Mayor. Pasamos de una manera traumática de la ciudad de alegres colores de los pavos reales del Campo Grande al blanco y negro de las pistolas falangistas, dejando entre ambos el camino de su protagonista que sueña su ciudad en un mágico itinerario sentimental. Sus rincones aparecen continuamente. La calle Pasión es “larga y misteriosa, con iglesias y menestralía”; la Plaza Mayor es “espaciosa, mal lograda, con su acera de San Francisco, salón de la vieja corte, y la estatua del Conde Ansúrez”; la Fuente Dorada “con soportales y fotógrafos es una plaza irregular, de plano inclinado, como una plaza soñada por Chirico, el italiano de moda”; la calle Angustias “de una plata sucia, de un adoquinado ilustre, toda de tiendas y teatros que acaba convirtiéndose en un descenso a la judería castellana, como el secreto vaginal y viejo de la ciudad”; la casa de Cervantes es “céntrica y hundida, sombría y bella, prestigiada de yedras y perfumes de maderas antiguas y cuarterones”; la Catedral es “grandiosa como una tumba de gigantes, fría como las bodegas de Dios, frustrada como una gran nave que se hunde, escorada, inmensa, descomunal y fea”; el bar Cantábrico en la Plaza Mayor esquina a la calle Santiago es “capilla Sixtina del vino y primera catedral del cubismo decorativo, con sus chicas penagos vestidas de parisinas para tomar el aperitivo”; el teatro Calderón al principio es una “corralada enorme de la cultura local, con un siglo XIX dormido en sus terciopelos rojos, con sueño de peluche, con un pasado reciente ilustrado en sus pasamanos de oro y sus barandales de alta comedia” y es asaltado al comienzo de la guerra por unos “políticos grises y unos madrileños azules, violentos, negros, refulgentes de hebillas y pistolas”.
Y vienen los fusilamientos y el protagonista cada vez tiene más amigos fusilados en “Cocheras” que estaba por el Paseo de Filipinos y era donde se guardaban los tranvías azules y amarillos, “hasta que llegaron los falangistas y convirtieron los tranvías en cárceles, para arrestar ugetistas y fusilar poetas” que “atados en cuerda en fila llega andando a media tarde al Fondor (el Campo Grande recién regado en la novela) desde donde llegaba un hechizo verde del interior del parque modernista, y el grito de los pavos reales ponía un versallismo agrio y elegante sobre el rugido de la pólvora y los colores sucios de la guerra”. La represión militar tiene lugar en el cerro de San Cristóbal donde la gente asiste a los fusilamientos “como las tricoteuses de París que iban a hacer calceta a la sombra de la guillotina”. El cerro de San Cristóbal es “piedra y cielo, plata y sangre, y las elegantes de la ciudad llevan sombrillas blancas, anacrónicas y alegres, para protegerse del sol casi vertical guilleniano, que ilumina con su grandeza siniestra el ritual de los fusilamientos”.
Pero al principio del libro ese camino sentimental no es tan agrio y atroz en esa ciudad salvaje “donde la luna se derrama todas las noches en cascada sobre el gótico plateresco de San Pablo”. El protagonista, Paulo, se inicia en el sexo con una prostituta, Rosa Luguillano, y su camino hacia donde trabaja es un “camino plateresco y juzgados, de palacios y Reyes Católicos, la entraña histórica de la ciudad, un camino de rías populares y torres góticas, el camino de la Esgueva, de los tontos al sol, de las clarisas, de la infancia y los entierros”.
Después se enamora de la hija de un ferroviario, Constitución, y pasea con ella por los barrios ferroviarios, por la plaza Circular y por la calle Estación “con su larga tapia hasta llegar al puente negro sobre los trenes deslumbrantes del anochecer”.
¿Se puede escribir mejor que Francisco Umbral? Es un mago de las letras que ha sido el gran cronista poético de esta ciudad a la que yo vine, haciendo el camino inverso que hizo él, a vivir desde Madrid y que gracias a su verbo duro y lírico aprendí a conocerla y a enamorarme de ella. Pero no sólo en esta Capital del dolor. También en otras muchas, novelas de iniciación adolescente protagonizadas por esta capital de provincias llena de tedio y desencanto donde muchachos deshonran a niñas gitanas, niños de derechas y de centros católicos llevan a las muchachitas en flor y guantes amarillos a remar a las barcas del Pisuerga, jóvenes que juegan en los billares situados junto a la Catedral, mañanas de plata y niebla, procesiones y culpas con un Cristo en cada esquina y una procesión en cada calle, “barrio de las Delicias, calles ferroviarias, largas, húmedas y habitadas por los personajes de humo de los trenes”.
Pequeña capital de provincias, pequeña ciudad plateresca, pequeña ciudad de pavos reales, guardas forestales y peces de colores, capital del dolor. Valladolid.
martes, 1 de julio de 2014
Los cuerpos extraños - Lorenzo Silva
Hace ya dieciséis años que en mi vida se cruzaron Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Eran entonces muy jóvenes. Rubén tenía 33 años y Virginia, 24. Con ellos he viajado a Mallorca, Guadalajara, Canarias, Madrid, Barcelona, y ahora por Valencia y la costa levantina.
Ambos, casi todo el mundo ya lo sabe, son dos guardias civiles adscritos a la Unidad Central de Madrid con una misión: resolver crímenes difíciles.
Rubén Bevilacqua, Vila, es licenciado en Psicología que opositó a la Guardia Civil para conseguir la seguridad de un sueldo que, aunque bajo, sea para toda la vida. Pero allí encuentra su razón de ser con la peculiaridad de nos aspirar a la promoción profesional aunque le conozcamos de sargento y ya sea subteniente. Es un hombre complicado e inteligente con la afición de pintar soldaditos de plomo de ejércitos derrotados.
Virginia Chamorro proviene de familia de militares y si tiene vocación y aspira a hacer carrera en la Guardia Civil. La conocemos de guardia y ya es sargento. Tiene, según Vila, un gran parecido con la actriz Verónica Lake y es el contrapunto a su compañero, amigo y jefe.
Ambos, después de tantos años trabajando juntos, tienen una relación muy especial y se entienden perfectamente sin hablar. Los dos, en las novelas de la serie, van cumpliendo años al mismo ritmo que sus lectores.
Y en este punto llegamos a la última novela de la serie, Los cuerpos extraños. Es la tercera parte de una trilogía sobre la corrupción. En El alquimista impaciente se hablaba de la corrupción privada, en La Marca del meridiano era la corrupción policial y en ésta tiene el trasfondo de la corrupción política.
En esta última aventura de la pareja más famosa de picoletos de la novela negra española, Lorenzo Silva da un paso valiente hacia delante y nos sumerge con su estilo tan cercano en un tema muy sensible para todos los que nos ha tocado vivir en estas tierras, como es la corrupción política que campa por los cuatros puntos cardinales de nuestro país. Y el escenario no puede ser más acertado al poner a nuestros protagonistas en la Comunidad Valenciana donde esas huestes corruptas que mal gobiernan llevan muchos años forrándose el riñón, haciendo y deshaciendo a su antojo con el dinero de todos y sembrando el territorio de palacios de congresos faraónicos, centros comerciales mastodónticos, museos galácticos, urbanizaciones fantasma y cuando no de aeropuertos sin aviones decorados con monumentos horripilantes de precio estratosférico del peor gusto para inmortalizar al hacedor de tamaños disparates. Hemos sido, mejor dicho somos, gobernados por unos aspirantes a mafiosos que no tienen ningún pudor de pagar un saco de millones por un dibujo, un diseño o una maqueta de un proyecto que nunca verá la luz. Y si la ve, se caerá a trozos en muy pocos años pues no se han construido con arreglo a lo que han costado, mostrándose ante nuestros asombrados ojos como unos cuerpos extraños testigos de tanta impunidad. La Cosa Nostra o La Camorra valenciana se ha nutrido desde hace muchos lustros ya de personajes horteras, tanto de listillos, como de pijos y paniaguados , pero que han demostrado no tener ningún tipo de escrúpulos a la hora de saquear el patrimonio y el erario público que es de todos y no de uso exclusivo de esta parte de gente sin conciencia.
Y allí va nuestra genial pareja a investigar el crimen de una alcaldesa joven, ambiciosa e impetuosa de una localidad de la costa cuyo cadáver ha aparecido medio desnudo tirado y abandonado en una playa, encendiendo todas las alarmas del Estado, haciéndonos pasar horas de entretenimiento y gozosa lectura a lo largo de sus páginas hasta llegar al final en un desenlace inesperado marca de la casa y de las novelas de estos entrañables protagonistas.
Es hora que la clase política empiece a dar signos de responsabilidad ya que para eso fue elegida por todos los ciudadanos que en ese lugar la colocó.Una responsabilidad que consiste en gestionar la cosa pública y no en hacerse millonario con ella, que parecen gozar de absoluta impunidad aunque vayan dando pelotazos urbanísticos que sirven, seguramente, para blanquear un dinero teñido de sangre y sufrimientos de aquellos que los eligieron como sus representantes, es decir, los más débiles.
Lorenzo Silva lo describe perfectamente en Los cuerpos extraños, una novela casi negra de una España triste, y nos sumerge en este mundo con su maestría habitual que nos hace devorar con absoluto gozo las correrías de estos magistrales personajes que ya ocupan un lugar imprescindible en nuestra literatura contemporánea. Y desde luego me confieso fan irreductible de ambos aunque llegue a la conclusión tan triste y tan amarga al cerrar el libro al terminar de leer su última página, de que la corrupción es como la paella; en ningún sitio la hacen como en Valencia.
domingo, 22 de junio de 2014
Apaches - Miguel Sáez Carral
El barrio de Tetuán de la Victorias se crea en 1860 cuando se instalan allí las tropas vencedoras de la guerra de África, levantando tiendas los soldados junto a la carretera en terrenos de Chamartín de la Rosa. En años sucesivos el entorno se llenó de merenderos, tenderetes, casitas humildes, talleres, chatarrerías, ... Los límites del Distrito de Tetuán son los Nuevos Ministerios, La Castellana, Sinesio Delgado, Paseo de la Dirección, Reina Victoria y Pablo Iglesias.
Y aquí transcurre la historia de Apaches de Miguel Sáez Carral, en mi barrio madrileño de infancia y juventud. Leyendo sus páginas he vuelto a pasear por sus calles, me he bañado de nuevo en la piscina Victoria, he asistido a sus cines de programa doble y sesión continua, he tomado cañas en sus bares y rememorado esos días que en pandillas pasábamos las horas en la calle.
Si ella no hubiese existido todo habría terminado de una manera diferente. Pero la culpa no fue suya. Fueron mis propias decisiones las que hicieron peligrar todo aquello por lo que había luchado y las que provocaron que la policía cayera sobre nosotros, que se desatara una guerra por el poder y el barrio se estremeciera.
Meses antes, había vuelto a mi casa con un único objetivo: vengarme de los que habían hundido a mi padre y recuperar lo que nos había sido arrebatado. Él me había enseñado que un hombre debe hacer todo lo posible para cuidar y proteger a su familia. Y yo estaba dispuesto a hacerlo.
Tuve mucha suerte de que Sastre, mi mejor amigo, estuviera a mi lado. Junto a él conseguí devolver a mi familia lo que era suyo. Y aunque los métodos que usamos nunca fueron legales, según nuestras propias leyes no estábamos cometiendo un delito, hacíamos justicia. Y entonces ella se cruzó en mi camino. Ella era Carol, la amante del amo del barrio, la chica de la que me enamoré, la que hizo que todo mi mundo saltara por los aires.
Mi nombre es Miguel y esta es mi historia.
En Apaches nos vamos a encontrar con varios personajes, aunque para mi hay tres protagonistas principales: Miguel, Sastre y el barrio de Tetuán. Ese barrio habitado por gente humilde y trabajadora que está situado junto al distrito financiero de Madrid, lleno de pequeños comercios de los de toda la vida, casitas de ladrillo de una planta o dos con patio y con vecinos que se conocen todos.
«La causa de que en nuestros juegos eligiéramos ser apaches en lugar de vaqueros como el resto de los niños del mundo fue mi padre. El sostenía que en las películas del Oeste, los vaqueros eran ladrones y asesinos que querían robarles sus tierras a los indios americanos. “Los indios eran los buenos” decía mi padre.»
Apaches es una novela que tiene la venganza como referencia. Miguel es un periodista que vive relativamente bien. Tiene una pareja a la que quiere y su vida se ha desvinculado del barrio que le vio nacer y ha pasado su infancia. Pero descubre que a su padre le han estafado sus socios y su familia está totalmente arruinada. Y es entonces cuando decide volver al barrio y vengarse de todos ellos, juntándose con sus antiguos amigos para atracar las joyerías de esos socios hasta conseguir el valor de lo estafado y saldar las deudas. Pero la trama se va complicando y Miguel se enamora de Carol, la amante del jefe del barrio, lo que hace tambalear todo lo que había conseguido en poco tiempo.
La acción transcurre en 1994. El mundo ha cambiado y el barrio va perdiendo poco a poco su esencia de antes. pero Miguel, Sastre, el Boris y el Dela han mamado de sus fuentes y se lanzan a una vorágine de atracos, cuanto menos asombrosos y pintorescos, en los que vamos a poder asistir a escenas geniales como la de hacer un butrón con toda una familia comiendo un cocido o preparar un golpe con un bebé en brazos.
«Hay un mundo que desaparece y que a nuestro entender era un mundo mejor. Es posible que fuéramos pobres como ratas, pero antes había una humanidad en la convivencia que ha dejado de ser lo especial de este barrio, por así decirlo.»
Miguel Sáez Carral nos habla de venganza, de violencia, de amor, de fidelidad y de amistad, con un ritmo ágil y una escritura de fácil comprensión llena de imágenes, consiguiendo que el lector se ponga del lado de los protagonistas que son apaches que luchan por lo que es suyo y que le es robado por los "buenos".
Miguel Sáez Carral en la dedicatoria que me escribió al comprar la novela, me puso que yo era un auténtico apache de Cuatro Caminos y está en lo cierto. En mi corazón y en mis recuerdos estarán siempre esas calles que, cuando vuelvo a ellas, me hacen revivir las correrías que junto a mis amigos de infancia y juventud disfrutamos en ellas como símbolo de un pasado que no volverá pero que siempre llevaremos muy dentro de nosotros. Y sí Miguel, ahora que ya he leído el libro, esta novela me ha traído muy buenos recuerdos. Te estoy infinitamente agradecido por haber tenido el coraje apache de escribirla.
lunes, 16 de junio de 2014
Un millón de gotas - Víctor del Árbol
El mar está hecho de un millón de gotas. La primera gota que cae es la que empieza a quebrar la piedra. Tras la primera gota, la catarata emerge de la piedra. Porque sólo una aberración, un monstruo puede herir con tanta saña aquello que más ama.
Estas, y muchas más frases memorables, aparecen en la lectura apasionada y apasionante de Un millón de gotas de Víctor del Árbol.
Gonzalo Gil es un abogado metido en una vida que le resulta ajena, en una carrera malograda que trata de esquivar la constante manipulación de su omnipresente suegro, un personaje todopoderoso de sombra muy alargada. Pero algo va a sacudir esa monotonía. Tras años sin saber de ella, Gonzalo recibe la noticia de que su hermana Laura se ha suicidado en dramáticas circunstancias. Su muerte obliga a Gonzalo a tensar hasta límites insospechados el frágil hilo que sostiene el equilibrio de su vida como padre y esposo. Al involucrarse decididamente en la investigación de los pasos que han llevado a su hermana al suicidio, descubrirá que Laura es la sospechosa de haber torturado y asesinado a un mafioso ruso que tiempo atrás secuestró y mató a su hijo pequeño. Pero lo que parece una venganza es solo el principio de un tortuoso camino que va a arrastrar a Gonzalo a espacios inéditos de su propio pasado y del de su familia que tal vez hubiera preferido no afrontar. Tendrá que adentrarse de lleno en la fascinante historia de su padre, Elías Gil, el gran héroe de la resistencia contra el fascismo, el joven ingeniero asturiano que viajó a la URSS comprometido con los ideales de la revolución, que fue delatado, detenido y confinado en la pavorosa isla de Nazino, y que se convirtió en personaje clave, admirado y temido, de los años más oscuros de nuestro país.
"La primera gota es la que empieza a ser océano" y la novela comienza con una primera gota ya impactante y sobrecogedora que nos va a llevar como un torrente camino del infierno que van a tener que sufrir los personajes de la obra en un viaje a través de la Historia europea del siglo pasado y principios de éste.
Una historia apasionante y demoledora en donde se encuentran diferentes géneros literarios que sacan a la luz todas las miserias y vilezas del ser humano en un marco oscuro y sobrecogedor, pero absolutamente absorvente. Novela negra, novela histórica y, por qué no, también novela de amor que, en como un gran mosaico en forma de puzzle, Víctor del Árbol va encajando de forma maestra todas las piezas, encontrando un desenlace final esclarecedor y magistral.
La historia tiene dos argumentos paralelos. El que se desarrolla a principios del siglo XXI en la ciudad de Barcelona y el que nos lleva desde 1933 a 1967 paseando por la Unión Soviética, los gulags de Siberia, la Guerra Civil española, los campos de refugiados de los republicanos españoles en el sur de Francia , la II Guerra Mundial, el París de la postguerra europea y la España de la dictadura, que me han obligado continuamente a buscar información sobre lo narrado, demostrándome que el autor ha realizado una labor de documentación impecable y exhaustiva.
La historia cuenta con unos personajes que rayan la genialidad en un mundo sórdido y oscuro donde campan las injusticias, la maldad, la corrupción y también el amor. Personajes como Gonzalo, Elías, Ramón, Roberto, Irina, Anna, Tania, Laura, Javier, Lola, Luis, Esperanza, Igorn o Agustín ya formarán parte de mi galería de iconos literarios.Unos personajes a los que la violencia y la traición alcanza a todos en un mundo desesperanzador que nos hace abrir los ojos ante hechos históricos recientes que esperemos que no vuelvan a suceder.
Un millón de gotas de Víctor del Árbol es una de las mejores novelas que se van a publicar en 2014. Un millón de gotas es una de las grandes obras de este siglo. Si Laura no puede luchar ella sola contra toda la maldad del mundo porque sus esfuerzos son sólo una gota en el océano, Un millón de gotas es una gota en el océano literario español, pero una gota muy grande escrita por un impresionante navegante de ese océano, Víctor del Árbol.
miércoles, 21 de mayo de 2014
La cocinera de Himmler - Franz-Olivier Giesbert
Rose es una anciana de 105 años. ¿Una cándida abuelita? Todo lo contrario. Es una anciana de armas tomar que durante toda su vida ha sufrido lo indecible y que ha perdido a todos sus seres queridos en situaciones trágicas. Una mujer de 105 años que no cree más que en el amor, la risa y la venganza. Una cocinera superviviente al genocidio armenio, capaz de guisar para Himmler y de enfrentarse cara a cara con la Revolución cultural de Mao. Una auténtica heroína. He aquí la hilarante epopeya de Rose, una cocinera que nunca le ha temido a nada y que ha sobrevivido a las barbaries del siglo XX (el genocidio armenio, los horrores del nazismo y los delirios del maoísmo) sin perder el humor, el deseo de sexo y el afán de venganza: los tres pilares de la felicidad en su particular credo. A los ciento cinco años aún regenta su famoso restaurante en Marsella, guarda una pistola en el bolso y no puede evitar los pensamientos eróticos cuando se cruza con algún tipo interesante. Esta singular cocinera, marcada por dos hombres y un siglo, se toma la justicia por su mano matando a sus enemigos suavemente.
Esta es la historia que se nos narra en la novela La cocinera de Himmler de Franz-Olivier Giesbert. Rose nace en Armenia en 1907 y pese a sus 105 años tiene una mente absolutamente lúcida y brillante que como piensa que lo más fácil es que se va a morir pronto decide volverse interesante y se pone a escribir sus memorias para intentar demostrar que no somos muertos vivientes y que todavía tenemos cosas que decir... al recibir una carta desde Alemania donde se le comunica la muerte de una tal Renate Fröll de la que más adelante tendremos noticias sobre quién es.
Conoceremos que a los siete años perderá a toda su familia en el genocidio de los turcos al pueblo armenio al que sobrevivirá milagrosamente. Sobrevivirá también a la I Guerra Mundial. Formará una familia que también será asesinada en los campos de concentración nazis. Conocerá a Himmler, comandante en jefe de las SS, en el pequeño restaurante que regenta en París e irá con él a Alemania en busca de su marido y de sus dos hijos. Conocerá a Hitler en su Nido del Aguila. Trabará amistad con Jean Paul Sartre y a Simone de Beauvoir. Viajará a Estados Unidos y a China donde será víctima de la Revolución Cultural de Mao. Y volverá a regentar en Marsella un nuevo restaurante.
Asistimos pues a un gran fresco de todo el siglo XX. Ese siglo donde se calcula que se eleva a 231 millones el número de muertos provocados por conflictos, guerras y genocidios. Ese siglo en el que tuvo lugar el exterminio de los judíos, el de los armenios, el de los tutsis. Sin mencionar las matanzas de comunistas, anticomunistas, fascistas y antifascistas. Se sucedieron las hambrunas políticas en la Unión Soviética, en la China Popular o en Corea del Norte, que diezmaron a una población supuestamente rebelde. Los sesenta o setenta millones de víctimas de la Segunda Guerra Mundial, provocada por Adolf Hitler, que inventó la industrialización de las masacres. A todo ello hay que añadir el resto de infamias, como en el Congo Belga, en Biafra o en Camboya. Ese siglo en el que el palmarés del horror, Hitler, Stalin y Mao figuran en los primeros puestos, con decenas de millones de muertos en su haber. Gracias a la complicidad de sus aduladores, intelectuales o políticos, pudieron aplacar su sed de sangre y ejecutar con todas sus ganas tantos sacrificios sobre el altar de su vanidad.
Y Rose viajará por él con su salamandra Teo, un nuevo Pepito Grillo, y su lista donde figuran aquellas personas que le han hecho daño y que irá vengándose de ellas poco a poco con un lenguaje lleno de humor y un descaro que hacen de esta novela literalmente sobresaliente, un relato revelador de la condición humana más repugnante y a su protagonista en un ente de ficción memorable, que cree que el mal engendra el bien de una forma divertida, cínica y generosa, alegre, sensual y ambiciosa. rLa cocinera de Himmler de Giesbert primero toma el color de la tragedia para luego convertirse en una novela picaresca, llena de aventuras ideadas por una imaginación salvaje. Giesbert tiene un innegable don para la elección de la palabra justa y para el retrato mordaz. Esta cocina narrativa es decididamente rica en sabores, con agilidad y con ritmo.
Rose se convierte en una protagonista única y excepcional que hará que el lector se sienta totalmente identificada con ella. Pero la novela, que narra acontecimientos tan trágicos, es un canto a la esperanza donde Rose nos da sus preceptos básicos o mandamientos que la han permitido llegar a edad tan longeva: vivid cada día como si fuera el último, olvidadlo todo pero no perdonéis nada, vengaros los unos de los otros, desconfiad del amor pues se sabe cómo se entra pero no cómo se sale, no dejéis nunca nada en vuestro vaso, ni en vuestro plato, ni a vuestra espalda, no dudéis en caminar contra corriente ya que sólo los peces muertos la siguen, moríos vivos, y dejad a un lado vuestro amor propio pues si no, nunca conoceréis el amor. Sólo así el día vendrá. No os preocupéis. Todas las mañanas se presenta. Basta con abrir los ojos.
"La vida es como un libro que se aprecia, un relato, una novela, un ensayo histórico. Nos encariñamos con los personajes y nos dejamos llevar por los acontecimientos. Al final, ya lo estemos escribiendo o leyendo, no queremos terminarlo. Ése es mi caso. Tanto más teniendo en cuenta que me quedan muchas cosas por hacer y decir. Sé que mis labios continuarán siempre en movimiento, incluso cuando estén mezclados con la tierra, y que continuarán diciendo sí a la vida, sí, sí, sí..."
viernes, 16 de mayo de 2014
Zero Café - Juan Pedro Martín Escolar-Noriega
Acabo de bajar esas escaleras del Zero Café desde del servicio. Esas escaleras que fueron las últimas que bajaron Marifer en su vida en Memento mori para encontrarse con Augusto mientras sonaba Sirena varada de Héroes del Silencio que Paco Dvt había pinchado. Antes no he podido resistirme y, aprovechando que el garito preferido de Augusto Ledesma y el único sitio, donde según él, ponen buena música en todo Valladolid, estaba prácticamente vacío a esas horas, he entrado en el baño de las chicas para hacer esa fotografía inquietante que te recibe una vez traspasada la puerta.
¿Vio Marifer esa fotografía cuando entró? Ella que nunca había estado en ese bar y que después de discutir con su novio dirigió allí sus pasos para, como broma macabra del destino, encontrarse en pocas horas tendida ya sin vida entre los matorrales del parque Ribera de Castilla. Si se fijó en ella ¿qué pensó?. Enciendes la luz y de repente de tus peores sueños aparece esa imagen de dos mujeres decimonónicas que fijan su mirada en ti mostrando sus bocas llenas de sangre invitándote a salir corriendo de allí, mientras la luz de la pared a la que miran condenadas se refleja en el cristal.
Miro ahora en casa esta fotografía que anoche hice y me inquieto aún más. Veo reflejadas también mis manos como en una escena de efectos parapsicológicos y fantasmales que seguramente tiemblan dejando la imagen en un escorzo, seguramente debido a que no puedo apartar mis ojos de esos vestidos negros coronados de esos cuellos blancos teñidos de rojo y de esos peinados simétricamente separados por una raya que parece el certero golpe de un hachazo.
Bajo despacio la escalera y mis ojos abarcan la sala del Zero Café ténuamente iluminada por detalles de luz roja que cargan de energía las zonas muertas, mientras que destellos de luz azul rompen tímidamente el espacio del bar creando rincones donde antes solo había oscuridad y los candelabros sobre la barra y las lámparas colgando del techo que le dan un toque gótico que roza lo siniestro. Alzo mis ojos y en el techo del local reina el Tetsujin 28 Go, ese robot que algún turista japonés ha querido comprar. Termino de bajar y dirijo mis pasos a la barra en la que me espera el gin tonic que Luis minutos antes me ha servido para continuar mi charla con Paco Dvt.
El Zero Café tiene ese ambiente gótico e inquietante pero Augusto Ledesma tenía razón. Buenas bebidas, excelente música y mejores dueños, razones más que suficientes para que cuando pases por Valladolid no dejes de pasar por él y, si no hay mucha gente, no dejes de hacer una visita al servicio de las chicas y, si eres capaz de ello, te pares un momento ante ese cuadro que te recibe invitándote a una orgía de sangre mientras te paras a reflexionar que pasó por la mente de Marifer cuando bajaba esas escaleras camino de su final mientras Sirena varada de Héroes del Silencio flotaba en el ambiente.
Claro que eso solamente nos lo puede responder César Pérez Gellida.
jueves, 15 de mayo de 2014
Betsabe leyendo - Sofía París
La familia Aponte alquila un piso en la calle Camelias de Málaga. Días después el casero les regala un cuadro titulado “Betsabé leyendo”, pintado, según les dice, por Rembrandt. Los Aponte cuelgan en cuadro en el salón del piso. Los primeros días el matrimonio no puede evitar percatarse de la presencia del cuadro. Hay una aureola misteriosa en ese cuadro que les obligaba a fijarse constantemente en él. La tal Betsabé no parece que esté posando para el retratista, más bien semeja una fotografía captada furtivamente, sin permiso de la lectora que en ella aparece. Toda la vida del matrimonio comienza a relacionarse extrañamente con el misterioso cuadro…
Éste es un libro extraño. En este libro se cuenta la historia de una familia cuyos integrantes desde el principio de los tiempos nacen, se casan y mueren en domingo. En este libro viajamos por Málaga, Mataró, el Valle de Arán Estados Unidos y Holanda. En este libro nos encontraremos con un cuadro de Rembrandt posiblemente falso o seguramente auténtico. En este libro nos encontraremos con Amador, Esperanza, Julio, Antenor, Naiquen, Marta, Silvia, Evaristo, Benjamín, Alejandro Magno, Rembrandt, Hendrickje, Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy. En este libro hay alquimia en una moneda de una aleación desconocida que es capaz de curar enfermedades.
Betsabé leyendo de Sofía París es una novela cuanto menos extremadamente original que hace unos días me encontré en una edición Kindle y que me puse a leer con curiosidad. He buscado por todas partes datos de la autora y no he conseguido encontrar nada por lo que este libro tiene aún más un aura de misterio. Nos cuenta la historia de varios personajes entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado que se entrelazan como una tela de araña en una trama bien escrita y muy entretenida a lo largo de cuarenta capítulos.
"Aquella madrugada de domingo, todos los vecinos del bloque transitaban por el piso de alquiler que tenían los Aponte en la calle Camelias. Los ojos de la mujer del cuadro, que pendía cómodamente en el comedor de la vivienda, no paraban de seguir a todos los que se acercaron hasta el caluroso piso. El ajetreo era incesante. La cotilla del primero, el viudo del ático, los jubilados del rellano y hasta aquel matrimonio con cinco hijos que nunca les dejaron hacer la siesta el domingo, estaban dentro del comedor. Apiñados. Todos querían ayudar de una forma u otra. La comadrona, Doña Ángela, solicitó silencio a los presentes y sacó al rellano a cuantos hombres había en la casa."
La autora escribe con un estilo muy fluido y de fácil lectura lo que hace adentrarte en la historia que sigue un ritmo constante del que no logras desengancharte pese a que los personajes van y vienen mezclándose en la narración. Una novela incalificable pero que me ha dejado un poso de verdadera satisfacción. Espero que pronto volvamos a ver algo de Sofía París y que descubramos de quién se trata. Desde luego Betsabé leyendo me ha parecido una obra bella como lo es su cuadro protagonista y tan inquietante y extraña como él. Las historias siempre tienen un principio, desarrollo y final; aunque no necesariamente en ese orden.
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