lunes, 29 de agosto de 2016

La lluvia en la Mazmorra



Un sanatorio infantil secreto, el sobre en la pitillera que no pudo entregar al Rey, cruceiros para enterrar niños sin bautizar, cementerios ambulantes, timbas para juegos suicidas, una actriz millonaria en bancarrota, un antiguo novio morfinómano, un amante joven al que nadie conoce, un hijo secuestrado después de muerto, la panda de asesinos y matones de Unión Patriótica que campan por la ciudad a sus anchas y un Somatén provocador que causa desolación, un fantasma que donó su cuerpo y el de sus amigotes a la ciencia, un teatro de autómatas calígrafos que escriben mensajes amenazantes, asesinatos, una dramaturga vanguardista en ciernes de efervescente imaginación y liante, un dramaturgo de afilado colmillo que ya empieza a tener gran renombre, un sereno desengañado, turbio y taciturno de vida pasada problemática, una maestra de niños especiales, un joven juguetero, un mayordomo descarado y rompecorazones, niños pilluelos explotados laboralmente que contraen enfermedades muy graves, un ciego y su acompañante que dialogan, un Madrid de principios de los años treinta del siglo pasado, vital, auténtico y palpable descrito con todo detalle que se convierte en un personaje más de la novela, unos cafés literarios y otros locales menos recomendables y mucho más salvajes, un homenaje absoluto al mundo teatral, el final de una época oscura y trepidante en convulsiones políticas y sociales que darán paso a su derrumbamiento para adentrarse en otra esperanzadora para una nación pero que en pocos años volverá a ver cercenada su libertad, unos burdeles y prostíbulos de baja estofa, un proxeneta obseso, emboscadas, engaños aristócratas redivivos, sainete y conspiraciones dentro de los ministerios, dos policías que a la menor ocasión se ponen a recitar La venganza de Don Mendo, espiritistas, doncellas y damiselas, amores románticos y otros no tanto, conspiraciones, bohemios, burgueses y nobles, camerinos, granadas utilizadas como salvoconductos, apuestas clandestinas, cartas que no aparecen, ... ¿Quién asesinó a la gran actriz Ana Ermitaño en vísperas del fin del general Miguel Primo de Rivera? ¿Dónde escondió la carta que iba dentro de la petaca que debía entregar a Alfonso XIII durante el estreno en el Teatro Español de Madrid de La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca? ¿Dónde se encuentra el padre de Marcela que ha desaparecido? ¿Qué ocurre en un palacio del Paseo de La Castellana donde su propietario el conde de Alivenza, ayuda de campo del mismísimo Rey de España, ha fallecido de calenturas tercianas a los treinta y nueve años de edad, y resucita al día siguiente encerrándose en la bodega del caserón y llenándose su casa, La Mazmorra, de curiosos que no abandonarán sus salones sin saber qué y cómo ha ocurrido tan prodigioso suceso?

Todo esto y mucho más aparece en la delirante, magnífica, excelente, espléndida, genial, formidable, extraordinaria, estupenda, maravillosa, brillante, incomparable y magistral novela de Juan Ramón Biedma, La lluvia en la Mazmorra.

Juan Ramón Biedma maneja con total acierto y maestría la oscuridad, el fatalismo, la ironía, el humor absurdo que raya en lo disparatado en un collage de facciones serias y fúnebres, sonrisas cómplices, gestos fruncidos y carcajadas hilarantes en una obra que mezcla lo negro, lo histórico, lo costumbrista y lo fantástico en un homenaje supremo a Enrique Jardiel Poncela, y otros personajes históricos como el cineasta Benito Perojo o la gran actriz de teatro Margarita Xirgu, para hacerle salir del olvido y el silencio con un humor cáustico, irónico, inteligente, sin recurrir nunca al chiste fácil, con diálogos ingeniosos y agudos, rozando el absurdo y lo cómico, dentro de una ambientación extraordinaria que esconde una especie de aureola de magia. Un Jardiel Poncela que encarnó de forma perfecta al escritor vanguardista que utiliza el humor, a veces negro, como arma arrojadiza contra los estereotipos, las fórmulas estándares, las ideas preconcebidas o dadas por eternas o inmutables de la época que le tocó vivir gracias a su imaginación rebelde o anárquica, y creador del jardielismo, término que pretende sintetizar y reunir tanto la filosofía de vida como la función catártica que el dramaturgo y novelista madrileño atribuyó a la literatura que fue escribiendo y produciendo a la luz del magisterio de Ramón Gómez de la Serna con un tono agresivo y mordaz en relación tanto con la tradición humorística castellana como con el espíritu rebelde de las vanguardias novecentistas con una voluntad de renovación del humorismo y la inverosimilitud como núcleo de la estética humorística y de la dimensión metaliteraria.

Juan Ramón Biedma recoge ese estilo jardielista y otros paratextos como imágenes, dibujos, recortes de periódico, publicidad, etc. para escribir una auténtica joya de la literatura contemporánea española. La lluvia en la Mazmorra libera tristezas, limpia y aclara mediocridades literarias y refuerza la esperanza de la excelente prosa castellana actual. La lectura de La lluvia en la Mazmorra se convierte en algo absolutamente imprescindible. Gracias, Juan Ramón Biedma, por haber escrito esta obra de arte.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

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