martes, 24 de febrero de 2015

Las pequeñas mentiras




San Sebastián, la capital donostiarra, la Bella Easo, la Perla del Cantábrico, Donosti, es una pequeña y preciosa ciudad de poco más de 185.000 habitantes, a orillas del mar en el norte de España y a veinte kilómetros de Francia. En el pasado fue uno de los más famosos destinos turísticos españoles, en especial por las clases altas y la aristocracia, por su bello paisaje, dominado por la bahía de La Concha, y un estilo arquitectónico moderno iniciado en la segunda mitad del siglo XIX que configuró una ciudad de corte francés y aburguesado. Fue fundada por el rey de Navarra Sancho el Sabio hacia 1180 en las cercanías del Monasterio de San Sebastián.


En esta bella ciudad transcurre durante las Navidades la primera novela de Laura Balagué, que reside en ella, Las pequeñas mentiras, Premio La Trama de novela negra en su primera edición y puesto en marcha en el marco del Festival "Aragón Negro" y convocado por Ediciones B con el objetivo de descubrir nuevos autores para su colección La Trama.

Cristina Sasiain, una mujer de la alta sociedad donostiarra, es asesinada en el interior de una lujosa peletería de su propiedad. La oficial de la Ertzaintza Carmen Arregui y su equipo formado por Iñaki, Lorena y Fuentes, son los encargados de esclarecer el asesinato para lo cual Carmen tendrá que sumergirse en el complejo entramado de relaciones de la víctima en su mundo de lujo, muy ajeno a ella.

Carmen Arregui investigará para descubrir al asesino recorriendo un San Sebastián, en el que no para de llover y nevar, repleto de gente que se lanza a sus calles para preparar las Navidades, aunque tendrá que seguir bregando en su propia vida familiar tan alejada al mundo de la alta sociedad en el que se ve sumergida.

Las pequeñas mentiras es una gran novela y Laura Balagué entra en la ya numerosa nómina de buenos autores de novela negra y policial contemporánea con la que ya cuenta en número y calidad nuestra literatura por la puerta grande.

Se nota claramente que Laura Balagué se divierte escribiendo en Las pequeñas mentiras que encierran el temor y el miedo en una trama que está llena de acción, tensión, ironía, con diálogos magistrales e impecables entre todos sus personajes, muy bien construidos por la autora que les transmite un alma y un corazón acercándolos mucho al lector que los reconoce como personas totalmente creíbles por su proximidad con él.

Maravillosa esta Carmen Arregui que quería ser bombera pero que no pudo serlo porque en su época no había mujeres bombero en España y se tuvo que conformar con entrar como policía en la Ertzaintza. Una mujer, madre de dos adolescentes díscolos y esposa de un profesor de instituto que la quiere y la ayuda en todo lo que puede en las tareas familiares, pese a que a veces no lo entienda del todo, porque ella tiene esos horarios tan intempestivos. Es una mujer inquieta y preocupada por los asuntos sociales y que no entiende muy bien el daño que pueden causar a los demás sus acciones y que está leyendo Una mujer difícil  de John Irving porque no le gusta nada cambiar lo que le gusta y el primer libro de este escritor americano que leyó, El hotel New Hampshire, le entusiasmó. Una mujer con sentido del deber pero con unos sentimientos profundos y que comprende a la gente que bastante tienen con aguantar y sufrir en sus vidas con las pesquisas policiales, y que está orgullosa de sus jóvenes compañeros a sus órdenes, Lorena e Iñaki, que admiran a su jefa por su gran profesionalidad y humanidad, y que incluso es capaz de reconocer el trabajo bien hecho de su otro subordinado, Fuentes, patán y ordinario, al que nadie, ni ella misma, traga.

Fantásticos también son el resto de personajes y en especial, para mi, el corto papel de la anciana madre de Carmen, Mirentxu, cuando hace callar a su odioso yerno y cuñado de Carmen, aún mas patán que Fuentes, cuando éste se pone a despotricar en la cena familiar de Nochebuena de los inmigrantes que, en sus palabras, son chusma que llena el país y que viene a vivir del cuento, a chupar de las ayudas sociales y, encima, la mayoría son delincuentes en una escena genial y contundente en una anciana que gracias a lo que ha vivido pude decir con sabiduría eso de "No dices más que tonterías, Emilio. La gente siempre se ha movido para buscar comida. Mi tío se fue a la Argentina, tu padre vino de Zamora aquí y ahora viene gente de donde hay pobreza. No creo que sean ni mejores ni peores que los de antes".

Perfecta novela de Laura Balagué y perfecto debut con Las pequeñas mentiras, que con un argumento y una historia narrada con un ritmo vibrante escrito con ironía y sensibilidad describe con maestría los diferentes asuntos sociales y las pequeñas mentiras que rodean las vidas de las personas con una ambientación de San Sebastián impresionante y eficaz, con el descubrimiento apasionante de una Carmen Arregui que no debería terminar con esta gran novela que se lee con asombro de un tirón.

Carmen Arregui es una buena persona y tiene que estar tranquila aunque no las tenga todo consigo en este aspecto. Se lo dice su ama y se lo digo yo por si me puede escuchar.

Enhorabuena por partida doble a Ediciones B, por publicar estos grandes libros y por haber conseguido plenamente el objetivo propuesto para el Premio de novela negra La Trama. Laura Balagué nace para la literatura convertida en una excepcional autora escribiendo esta soberbia novela que es Las pequeñas mentiras.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

martes, 17 de febrero de 2015

Una madre



¿Qué ocurre cuando, al terminar un libro como es Una madre de Alejandro Palomas, cierras su tapa al finalizar su última página y lees su última palabra escrita en él? Puedo decir lo que yo he sentido y ha sido una explosión de sentimientos y emoción ante una novela absolutamente memorable y llena de situaciones cotidianas que hacen de la literatura una gran obra de arte gracias a la increíble forma de escribir que tiene Alejandro Palomas.

Lo que cuenta Una madre no es nada espectacular, pero es una novela que te mantiene con una sonrisa todo el rato que dura su lectura con una trama divertida, emotiva y emocionante. Una madre es la historia de una familia desde la media tarde de la nochevieja al amanecer del primer día del año nuevo.

Amalia es una mujer de sesenta y cinco años, divorciada desde hace un tiempo de un marido que le ha arruinado la vida. Ahora vive con su hijo menor, Fer, que se dedica a ser actor de doblaje y a poner su voz en anuncios publicitarios. Fer adora a su madre y vive con ella al haber sido abandonado por su pareja que le deja como herencia un cachorro de perro que resulta ser un gran danés. Ambos, madre e hijo, están preparando en la vivienda las uvas que se tomarán cuando las doce campanadas indiquen que un año finaliza para dar entrada a uno nuevo. Amalia se encuentra muy feliz pues en mucho tiempo va a conseguir el sueño de sentar en la mesa para la cena a toda su familia en esa celebración de fin de año. Amalia es una mujer muy divertida e infantil que con sus reflexiones y comentarios hilarantes, la mayoría absurdos y hasta surrealistas, nos va a hacer reír durante todo el transcurso de la cena donde vamos a ir conociendo, poco a poco, a todos los protagonistas y comensales, primero en trazos difusos y gruesos para terminar apareciendo en todo su esplendor y claridad cuando se desvele por fin la historia  particular que cada uno esconde en una catarsis final sensacional.

La trama se asemeja a una obra de teatro en la que por el escenario de la vivienda irán apareciendo de forma correlativa cada personaje, para ser en la cena cuando vayamos descubriendo lo que cada uno de ellos encierra.

En este tiempo que dura  el acontecimiento iremos conociendo a Amalia, a sus hijos Silvia Emma y Fer, a la novia de la segunda, Olga, y al tío Eduardo, el hermano pequeño de Amalia que se traslada desde Lisboa donde reside. Durante esas horas descubriremos en las confesiones de cada uno su personalidad y como les ha tratado la vida de forma impactante, yendo con una muy profunda emoción hacia un final donde Amalia, una gran madre, demuestra que de inocente, pueril o tonta no tiene absolutamente nada y que es una auténtica maestra en abrir los ojos a toda su familia a la que, siendo lo único valioso que le queda, protegerá con uñas y dientes.

Alejandro Palomas crea una galería de personajes tan cercanos a nosotros que nos los creemos como si los conociéramos de toda la vida. Unos hombres y mujeres que luchan o se encierran en si mismos con sus miedos, con sus alegrías. con sus fracasos y con sus éxitos. Unos personajes que podemos sentir como parte nuestra.

La prosa perfecta de Alejandro Palomas mezcla con sabiduría la narración con unos diálogos chispeantes que no deja en el lector ni un solo momento de descanso y le hace pasar de la carcajada y la sonrisa más grande a sentimientos profundos y dolorosos que le llenan de emoción y de congoja.

Momentos sublimes como ese cartel luminoso que emite mensajes desde una azotea junto al puerto de Barcelona, esa silla en la que desde hace años ya no se sienta nadie, esa ciudad que empieza a llenarse de la luz del amanecer iluminando su cielo de violetas, azules, añiles y naranjas después de una noche de luna gris y brisas encontradas, ese teléfono cuya pantalla es sin descanso acariciada por una mano en busca de una llamada que no se producirá, esos ojos verdes que parecen bosques alemanes, esa libreta que contiene los secretos de los porqués de una vida entera, y esa madre valiente y entrañable que entreteje con su humor especial y desinteresada entrega los hilos protectores para los suyos para mantenerlos unidos haciendo, cuando es necesario, hablar al que calla y encauzando la vida a los otros, en una noche intensa, llena de confesiones, secretos y mentiras, que será el inicio de una nueva vida, y que sabe perfectamente cual es el momento en que tiene que actuar para conseguirlo y que nada ni nadie le va a apartar de su cometido.

Una novela envolvente con un argumento que mantiene en todo momento la tensión y con estos personajes redondos retratados de manera perfecta que nos subyugan dentro de una historia preciosa llena de varias historias muy bellas que nos cuentan como cada uno tendrá que afrontar la vida que empieza en el nuevo año.

Una madre es una novela inteligente y muy bien escrita que no aburre nunca con sus pequeños saltos temporales que la dan un ritmo que obliga a leerla de un tirón, y con unas escenas fantásticamente diseñadas llenas de secretos que se explican siempre en el momento adecuado.

Una madre divierte, emociona, te humedece los ojos, te hace reír y te demuestra que no hay mejor cosa que leer una obra de arte.

Si todas las cosas tienen en nuestra vida un sentido y todos los finales son también un comienzo aunque no lo sepamos en ese momento, yo lo tengo muy claro. He terminado de leer Una madre y he descubierto a un grandioso autor como es Alejandro Palomas. Comienza el momento de leer más obras de este escritor porque estoy plenamente convencido de que no podré ya dejar de hacerlo.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

lunes, 16 de febrero de 2015

Gótica y erótica


No es un género el erótico que me guste porque me resulta aburrido. Tampoco es un género el gótico porque, no sé como decirlo, me atraiga en especial.

Acabo de leer un libro de un autor de mi ciudad, Dioni Arroyo Merino, titulado Gótica y erótica. ¿Qué me atrajo de él? ¿Su portada? Paso de portadas ya que lo que me interesa es lo que hay dentro. ¿Su temática? Ya he dicho que son temas que tampoco me atraen. Seguramente ha sido el que el autor sea de esta ciudad, Valladolid, que tanto está necesitada de manifestaciones culturales.

Gótica y erótica me ha gustado y divertido. ¿Es un libro erótico? Definitivamente si. Pero es un libro erótico cuando menos sorprendente y en esencia elegante. Hay una frase en la novela que dice que lo importante de un relato erótico para que no se convierta en pornografía pura y dura es que tenga un argumento. Y Gótica y erótica argumento tiene, ¡vaya si lo tiene!

Marco es un personaje atormentado desde que se quedó viudo al morir su mujer, Penélope, en un accidente. No tiene problemas económicos por la indemnización del seguro y por la pensión de viudedad que recibe, pero no se encuentra nada bien. No puede olvidar a su mujer pese al tiempo transcurrido y no aguanta a sus suegros demasiado pendientes de él y que no le dejan un mínimo de tranquilidad que le permita rehacer su vida, y quiere conseguir un trabajo donde siempre ha sido el sueño de su vida que es en la radio.

Acude a una entrevista lejos de su ciudad, Santander, donde una emisora local busca llenar algunas horas de la madrugada con un programa original que atraiga oyentes. Habla con su director, Antonio, que no considera adecuado el programa de Marco. Cuando finaliza su entrevista conoce a Sandra, una mujer joven y muy atractiva que también acude a hacer una entrevista por el mismo motivo que él.

Marco es consciente que nunca conseguirá el trabajo y decide volver a su ciudad al día siguiente. Por la noche se encuentra de nuevo por la calle con Sandra que le comenta que su proyecto le ha gustado mucho a Antonio. Se trata de grabar una serie de programas eróticos para lo que se necesitan un par de locutores, hombre y mujer, por lo que había pensado que fuera Marco quien la acompañara. Como son contratados los dos, Marco alquila un piso viejo y destartalado y poco a poco va descubriendo en él una presencia fantasmal, Leonor, que habita también allí.

A lo largo de varias semanas, el amor y el deseo aterrizarán en la vida de Marco. Leonor será un mar de sentimientos encontrados, un amor que atraviesa la frontera de la vida y la muerte. Sandra será un océano de sexo a flor de piel desbordante y toda la obscenidad que una mujer puede ofrecer. Todo un ambiente erótico y gótico con sus dosis de suspense e intriga.

Vamos a ver a un Marco atormentado por sus recuerdos pasear por un Santander especial y espectral, lleno de dolor por la pérdida de su mujer y donde se mezcla el amor, el erotismo y el misterio de Leonor, a la que decide ayudar y de la que termina enamorándose.

Sandra es el contrapunto a Leonor. Es una mujer con un gusto muy claro por el sexo con quien sea y en cualquier sitio, capaz de manejar con su físico espectacular a cualquier hombre a su antojo.

Dioni Arroyo Merino promueve la cultura en Castilla y León y en Valladolid con la creación de varias asociaciones y ha escrito esta Gótica y erótica en una colección de libros que hablan de la visión masculina del erotismo mezclando sabiamente el cóctel con ese ingrediente de cuento de terror, en un mundo éste prácticamente copado por escritoras dando una visión diferente al género y, ¿por qué no decirlo?, dignificándolo en estos tiempos repletos de sombras y otras ínfimas novelas sobre este tema.

Tengo que dar las gracias a Dioni Arroyo Merino por esa lucha emprendida por la cultura en mi ciudad y por haber escrito esta breve novela que es Gótica y erótica.

Gótica y erótica sorprende por su argumento y queda patente, como dice su autor, que si se había desarrollado el instinto del placer en nuestros cuerpos, era con un objetivo más que evidente: gozar para ser felices. Con Gótica y erótica, Dioni Arroyo Merino nos hace gozar con buena literatura con su escritura clara, sencilla y, no me cansaré de decirlo, muy elegante pese a lo escabroso del asunto.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

miércoles, 11 de febrero de 2015

Los últimos españoles de Mauthausen



A la memoria de mi abuelo Pedro Escolar-Noriega Puig que sufrió muchos años de reclusión en las cárceles franquistas por ser únicamente militante del Partido Socialista Obrero Español.

En el verano de 1999 hice un viaje a Austria y la recorrí entera durante una semana en automóvil. Una mañana llegué a un pueblo a orillas del Danubio y de repente al ver su nombre me vino a la memoria una autobiografía de Mariano Constante titulada Los años rojos que leí en mi juventud en un bonito libro editado por Círculo de Lectores. Seguí por la carretera y me di de bruces con un cartel indicador que ponía Memorial Campo de Concentración de Mauthausen (Gedenskstätte KZ Mauthausen) y no dudé ni un instante en recorrer los cinco kilómetros que separaban la civilización del monumento al infierno que se construyó allí hacía cerca de sesenta años y que riadas de personas tuvieron que recorrer a pie entonces. Nunca podré olvidar la macabra fortaleza, su patio de cocheras, su plaza, sus barracones con camastros estrechos donde tenían que dormir cinco seres humanos, su avenida central, sus cámaras de gas, sus hornos crematorios, su enfermería donde en vez de curar se asesinaba a los enfermos con inyecciones de gasolina en el corazón, su chimenea por donde salían del campo los que en este siniestro lugar se encontraban detenidos en régimen de esclavitud en forma de humo, sus placas indicadoras escritas en alemán, inglés y francés que explicaban a los visitantes las atrocidades allí cometidas, los pabellones donde vivían los SS con sus familias, el salto del paracaidista y la cantera con su impresionante escalera de la muerte con sus horribles y desiguales 186 escalones donde murieron tantos y tantos hombres aplastados por las piedras de 50 kilos que tenían que transportar en su espalda. La temperatura era alta pero te sobrecogías pensando en esos inviernos centro europeos donde gente mal alimentada, mal vestida y exhausta de trabajar muchas horas al día como esclavos y con un peso inferior a los 40 kilos, tenían que soportar temperaturas a la intemperie de 35º bajo cero, muchas veces calados por el agua con la que les rociaban.




Quince años después llega a mis manos el libro Los últimos españoles de Mauthausen de Carlos Hernández de Miguel como un gran homenaje en el año que se cumplen en el mes de mayo los 70 años de la liberación de los campos de concentración nazis por las tropas aliadas y los 75 años de que más de 9.000 españoles y españolas empezaron a llegar a Mauthausen, Buchenwald, Ravensbrücck o Dachau y de los que solamente lograron sobrevivir unos 4.000, y que me ha vuelto a recordar, ahora con palabras en español, el horror que viví esa mañana de agosto en Austria.

Esta es la historia que cuenta nueve mil historias, una por cada una de esas personas que sufrieron la ignominia y donde se reflejan sus vidas, anhelos, viajes en funestos de trenes de la muerte, sus sufrimientos en los campos, la solidaridad en la que se apoyaron para tratar de sobrevivir, su alegría por la liberación y su frustración ante la imposibilidad de no poder volver a la patria. Esta es la historia que habla de víctimas y que habla de sus verdugos. Esta es una historia de sufrimiento, muerte, torturas inimaginables a manos de los siniestros miembros de las SS, dignidad, solidaridad y resistencia.

En febrero de 1939, con frío y lluvia constante, las carreteras de Cataluña, ante su inminente caída en manos de las sediciosas tropas al mando del general Franco, se llenan de hombres, mujeres y niños en una marcha desesperada que les lleve a cruzar la frontera francesa hacia un futuro incierto para huir de la muerte segura y de la patria, la suya, por el único motivo de haber luchado para defender a la República defendiendo la libertad del pueblo traicionado por el fascismo que había aniquilado todas las esperanzas democráticas conseguidas. Pero en vez de encontrar una vida digna y libre, el Gobierno francés los encerró en campos de concentración como si fuesen bestias donde morían de frío, de hambre y de todo tipo de enfermedades. Este fue el trato recibido por los republicanos españoles en el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Cuando Adolf Hitler invadió Polonia, Francia declaró la guerra a Alemania que en muy pocos meses conquistó su territorio pactando con el general fascista francés Petain. Ante la más absoluta indiferencia del Gobierno de Franco, más de 9.000 españoles abocados a una nueva guerra, fueron entregados a los alemanes que los hacinaron en terribles trenes de la muerte camino de los campos de concentración a donde pudieron, los que no fallecieron allí dentro durante el agónico viaje, llegar con vida lamiendo el agua que se condensaba en los tornillos de los vagones.

Pero les quedaba por vivir algo verdaderamente peor. Iban derechos al infierno del que, en palabras a ellos dirigidas, nunca podrían salir con vida sino en forma de humo por la chimenea. Y empezó la carrera por la supervivencia. Correr para sobrevivir. Correr para lavarse. Correr para llegar el primero a uno de los kommandos  de trabajo menos duro y salvarse de la cantera y de los ciento ochenta y seis terribles peldaños de la escalera de la muerte. Correr para la distribución de la sopa aguada. Correr para evitar los golpes. Correr, siempre correr para poder sobrevivir.

Un infierno insufrible donde los deportados por la noche soñaban que eran libres y que estaban con su familia porque por las noches no tenían pesadillas; la pesadilla comenzaba cuando despertaban. Un infierno en el que había que llegar a ser fuerte llegando al egoísmo para si mismo y no pensar ni en esposa ni hijos porque si lo hacían acababan muertos, siendo menos costoso para los que a nadie tenían y su única preocupación era comer esa infame sopa con alguna patata y algún nabo y de permanecer con vida hasta la noche.



Así pasaban las interminables horas y los interminables días de trabajo agotador y noches en vela, de comida insuficiente, de golpes y vejaciones continuas, de temor y pánico a caer enfermo y obtener el pasaporte hacia la cámara de gas, la inyección de gasolina en el corazón o el tiro en la nuca. Descubriendo hasta donde puede llegar el hombre cuando odia sin límites, aunque también encontrando la capacidad que tiene para hacer el bien, con una generalizada solidaridad para ayudar al compañero más débil.

Los republicanos españoles tenían la ventaja frente al resto de prisioneros de otras nacionalidades por haber pasado tres años de sufrimiento y lucha en la guerra civil por su supervivencia por lo que en Mauthausen eran capaces de convertirse en ratas perspicaces que comen el queso sin caer en la trampa, frente a unos fanáticos que lo único que querían era tener mano de obra esclava hasta que pudieran ser capaces de trabajar, mientras ellos, la raza pura, se dedicaba a la lucha para ganar la guerra e imponer el nuevo orden. Para conseguirlo lo tenían muy claro. El que valía para el trabajo, vivía. El que no valía, ya fueran hombres, mujeres o niños, eran exterminados, es decir, más tarde o más temprano eran asesinados todos, si no morían por si mismos o se suicidaban, y más en esas condiciones.

Pero la entrada en la guerra de Estados Unidos y la debacle alemana en la invasión de Rusia, torcieron a la Alemania nazi todos sus planes. Los dirigentes nazis vieron que llegaba su derrota y no se podía permitir que ningún prisionero de los campos de concentración pudiera llegar con vida y caer en manos del enemigo para ser testigos de tanta atrocidad cometida. Por ello se condenó a todos los concentrados como prisioneros a una aniquilación masiva.



Pero la liberación llegó y la alegría para todos los supervivientes fue inmensa, aunque muy pronto para los españoles se volvió en amargura teniendo que permanecer en Mauthausen porque nadie les quería. Los soviéticos se iban a Rusia, los franceses a Francia y los españoles se quedaban allí... solos, llegando muchos a preguntarse si habían sido más afortunados por llegar vivos que los que habían muerto en los campos.

Carlos Hernández de Miguel ha escrito un grandioso alegato de homenaje a estos españoles olvidados en nuestro país. Los últimos españoles de Mauthausen es un libro emocionante y sobrecogedor cuya lectura te pone el corazón en un puño y que en palabras de su autor "no es un libro fácil porque nunca pretendió serlo, pero espero que resulte útil, ya que la historia de nuestros deportados no tiene fecha de caducidad".

Los últimos españoles de Mauthausen es un monumento a esos patriotas que lucharon por la libertad recibiendo como pago la negación de la suya propia y la muerte, en este aniversario que se va a celebrar en los próximos meses. Es un grito desgarrador para que dejen de ser olvidados en nuestra tierra y que se les reconozca de una vez por todas su abnegación y sacrificio frente a la intolerancia, el racismo, el populismo, las traiciones que sufrieron, los pactos que firmaron sus verdugos y la pasividad de quienes eran considerados como los buenos de la película en esos días en que la vida no significaba nada para quienes querían gobernar el mundo y tenerlo humillado a sus pies.

Los últimos españoles de Mauthausen nos deja muy claro que todo lo que se relata en él puede ser extrapolado a nuestros días. Es un libro que debería ser de lectura obligada para todos y en especial para los jóvenes, para que vean, sepan y no olviden nunca. Es deber de la memoria. Hay que recordar lo que ocurrió en los campos de concentración nazis para que hechos tan lamentables no se repitan ni vuelvan a ocurrir nunca. Hay que hacerlo por todos y especialmente por los que no lograron salir con vida de allí. Es obligatorio saber y no olvidar, pues si no se sabe o se olvida se volverá a votar por el fascismo porque creeremos nuevamente en su discurso populista.

Hay que tener muy presente que como mínimo 136.000 desaparecidos en la Guerra Civil yacen en las cunetas de las carreteras y en fosas comunes bajo toneladas de tierra, enterrados como perros, mientras desaparecen las ayudas a las Asociaciones de la Memoria Histórica por el gobierno del Partido Popular que no duda en homenajear a los que lucharon en la División Azul bajo las órdenes de Adolf Hitler mientras éste arrasaba Europa y aniquilaba a seis millones de judíos y a veinte millones de soviéticos. Esos gobernantes del Partido Popular que miran para otro lado y mantienen calles y monumentos a mayor gloria de militares fascistas y dirigentes falangistas o que imponen libros de texto que tienen que leer nuestros niños y niñas en la escuela de primaria donde se dice que Federico García Lorca murió, cerca de su pueblo, durante la guerra de España, o que Antonio Machado se había marchado a Francia con su familia y que allí había vivido hasta su muerte.Ese Partido Popular, heredero de los que segaron la libertad de la República, que gobierna España con una mayoría absoluta gracias al voto de muchos españoles y que ha paralizado la Ley de la Memoria Histórica, volviendo a poner a los verdugos de nuevo en un nivel superior al de las víctimas con las cuales tenemos el deber moral de recordarles siempre para que nunca mueran.

Me está saliendo una reseña muy larga de Los últimos españoles de Mauthausen, pero escribiría durante horas y horas sobre este libro. Solamente me queda agradecer a Carlos Hernández de Miguel su trabajo exhaustivo de documentación y de entrevistas con la escasa treintena de superviviente que nos quedan del horror y con sus familiares, y su escritura clara, limpia y vibrante empleada para narrar y escribir durante año y medio esta crónica excelente. Y por supuesto, agradecer también a Ediciones B por publicarla y facilitarme un ejemplar de ella que ocupará un lugar preferente en mi biblioteca siempre.

Hace unas horas finalizaba la lectura con el alma encogida, profundamente emocionado y absolutamente sobrecogido por lo que mis ojos han leído durante estos últimos días. Mis pensamientos vuelven  a esa plomiza y calurosa mañana de agosto de 1999 y observo de nuevo muy claramente el monumento erigido en la explanada de los campos de Mauthausen a la memoria de los republicanos españoles que murieron allí por ser luchadores y defensores de la libertad. Recuerdo que como no tenía nada a mano, recogí del suelo una pequeña piedra que puse junto a las innumerables que pueblan todos sus recovecos y un pequeño ramillete de flores silvestres como humilde tributo a su sacrificio. Como reza su placa, siento profunda pena y congoja. ¡Cuánto os lloro, compañeros! Nunca os olvidaré porque sois ejemplo de lo más grande de lo que es capaz de alcanzar el hombre.

En nuestra memoria siempre todos los que murieron. En nuestra memoria siempre todos los que ni el tren del exilio ni la deportación os consiguió quitar la viada, pero si os robó la vida.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

martes, 3 de febrero de 2015

Epitafio de un asesino


En Volveremos a Macondo ya han aparecido las reseñas de En un rincón del alma y de As de corazones de Antonia J. Corrales, uno de mis grandes, si no el mejor, descubrimientos del año pasado. Me gustaron tanto estas dos novelas que me plantee que debía ponerme con los dos primeros libros de tan especial escritora aunque no fueran del mismo género a las mencionadas sino muy diferentes para descubrir la evolución de su autora.


He empezado con su primera obra, Epitafio de una asesino, publicada en 2005, y verdaderamente el estreno de Antonia J. Corrales no tiene nada que ver con lo que nos depararía años después con sus dos novelas intimistas publicadas hasta la fecha, aunque ya nos da una visión de su buen oficio. Epitafio de un asesino es una novela de intriga y suspense. Pero claro, ahora puede que alguno de vosotros estéis pensando en eso de otra novela de intriga y suspense. Pues no, Epitafio de un asesino es suspense en estado puro y hasta su última línea hay intriga donde se desvela parte de la trama. Vamos que no es una novela al uso.

Un escritor de novelas de suspense que le han dado una fama espectacular, Abelardo Rueda, descubre como los asesinatos que narra en su nueva novela aún inédita, están ocurriendo en realidad y se ve involucrado en una serie de crímenes que siguen escrupulosamente la trama de ésta, cuyo argumento solamente conoce él y, en parte, su esposa, Adela. Tras cada una de las muertes hay algo más que la barbarie de un asesino en serie y tras los anónimos que recibe, algo más que simples citas bíblicas. Los homicidios esconden un escalofriante secreto, una información a la que el escritor tuvo acceso tras sus investigaciones de historiador, lo que de verdad le satisface, sobre Felipe II y El Real Monasterio de El Escorial. Esa información, junto a un secreto íntimo, que no puede desvelar, hará que su vida dé un giro vertiginoso y nefasto, sumergiéndolo dentro de un laberinto infernal.

Esto último es la sinopsis comercial, pero Epitafio de un asesino tiene mucho más que evidentemente no voy a revelar para no destripar el libro en primer lugar, y porque, en segundo lugar, se convertiría en una reseña excesivamente larga, ya que en Epitafio de un asesino, Antonia J. Corrales juega con todos nosotros con giros inesperados escribiendo un puzzle con un engranaje perfecto en donde todo lo que ocurre no es nada de lo que parece ser y donde todo el mundo puede ser víctima y verdugo.

Epitafio de un asesino  podéis estar ahora suponiendo que es un libro atrayente, y la verdad es que engancha muchísimo después de un comienzo un tanto reiterativo donde se repiten mucho todos los personajes en sus diálogos. Pero de repente todo cambia y te das cuenta de que ya no hay vuelta atrás y que has sido absorvido por un bucle trepidante que no te dejará apartar los ojos del libro, y si lo haces, porque necesitas en tu vida hacer otras cosas, en tu cabeza sentirás que no dejan de machacarte ideas y preguntas sobre la novela, deseando acabar con lo que estás haciendo para volver a ella. Es más, Antonia J. Corrales nos desvela la identidad del asesino cuando aún faltan un buen puñado de páginas para acabarlo, y entonces piensas: ¿qué nos va a contar ahora? Pues algo increíble va a suceder por difícil que pueda parecer. Entramos en la resolución de tantos personajes y subtramas que han aparecido hasta ese momento en un descenso a tumba abierta, imparable y apasionante hasta llegar a esa última línea en la que, como ya he dicho más arriba, se desvela parte de la trama.

Sí, Epitafio de un asesino es una primera novela, pero Antonia J. Corrales ya nos va poniendo sus cartas encima de la mesa demostrándonos que es una buena escritora que irá madurando para convertirse en una excelente escritora años después en su camino hacia la genialidad artística.



Me gusta mucho Antonia J. Corrales. Escribe muy bien, describe perfectamente y construye unos personajes, para mi su gran logro y especialidad, apasionantes, cercanos y creíbles. Y mira que en Epitafio de un asesino los personajes son odiosos, a cada cual más. Abelardo es un títere en manos de Adela, su mujer, que le lleva por donde ella quiere sin que a él le importe lo más mínimo, porque es incapaz de tomar una sola decisión por sí mismo por pura comodidad. Abelardo se dedica únicamente a escribir, aunque escriba sobre lo que le pida Adela. Adela solo se quiere a sí misma. Solo le importa vivir bien. Quiere conservar su posición y para ello será capaz de hacer cualquier cosa con el único objetivo de conservar su bienestar. Es una mujer muy inteligente y egoista, y ella es plenamente consciente de ello pero no le importa en absoluto porque es muy fría y materialista. El tercero en discordia, Arturo, es un engreído, un gilipollas, un mujeriego y un cabrón cuando hay un negocio por medio. Es muy rico y posee muchas empresas, aunque no le vamos a ver nunca trabajando. Los tres protagonistas nos van a contar la historia cada uno desde su punto de vista y cada uno con su suficiente dosis de maldad, acompañados por el grupo de secundarios, también perfectamente construidos por la pluma ágil y detallista de Antonia J. Corrales en esta historia en la que todos estarán sumergidos dentro de una pesadilla entre Madrid y su sierra, Santa Eulalia en la isla de Ibiza, el Monasterio de El Escorial y Santander.


Una gran novela novel como ya me suponía que lo iba a ser por las dos últimas escritas y publicadas por Antonia j. Corrales, que nos dice en unas de sus redondas frases que la cultura, el exceso de cultura, nos vuelve un tanto paranoicos y excéntricos a todos. Hay que tener cuidado con la cantidad de conocimientos que se adquieren, porque es tan peligroso como la carencia de ellos. Yo tengo que confesar, Antonia J. Corrales, mi locura más absoluta hacia tu persona y hacia tu obra y aquí, en mi blog, te digo mi obsesión por la aparición de tu nueva novela de la que has tenido la deferencia de hablarme. Mientras llega el esperado momento, me consolaré leyendo el libro que me falta de ti y releyendo tus dos últimas y maravillosas novelas. No me queda otra para aliviar mi mono.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega