Tengo que confesar, que como apasionado por la literatura contemporánea, cuales son las características que hacen que una novela se convierta en imprescindible para mi: Tiene que estar bien escrita y perfectamente estructurada, tiene que tener unos personajes bien dibujados que te hagan tener la sensación que los tienes a tu lado e interactúan contigo, tiene que contar una historia bonita (ojo, lo feo y abyecto también puede ser bonito), tiene que hacerte viajar con la imaginación por el tiempo y por los lugares donde sucede su acción, y, por último, tiene que ser producto de una labor de documentación previa por el autor rigurosa, exhaustiva y veraz que te haga aumentar tus conocimientos para conseguir como una bola de nieve contactar con otros libros e historias.
Que duda cabe que La ciudad de los ojos grises de Félix G. Modroño cumple con todas y cada una de estas premisas y que ahora que acabo de cerrar el libro después de leer su epílogo, la considere una perfecta muestra de todo lo que le pido a una novela.
La ciudad de los ojos grises es una magnífico libro, maravillosamente escrito y estructurado, narrado en tercera persona a excepción de su final que lo hace en primera, que cuenta la historia de Alfredo Gastiasoro e Izarbe Campbell desde abril de 1882 a las navidades y final de año de 1914, con su epílogo en el París de junio de 1940 cuando los alemanes entran en la ciudad. En ella vamos a asistir con emoción a una historia muy bella que nos cuenta la vida de Alfredo, un arquitecto y profesor, que se enamora perdidamente de Izarbe en un Bilbao de finales del siglo XIX. Por un desengaño amoroso Alfredo abandona Bilbao para irse a vivir a París donde leyendo el periódico muchos años después descubre que Izarbe ha aparecido muerta en la ría y decide regresar a la ciudad que le vio nacer. Una vez allí, se enfrenta a un Bilbao en ebullición por la revolución industrial que ya no volverá a ser como él la recuerda y que crece y crece a ritmo constante e imparable. Bilbao pasó a partir de 1885, en menos de cuarenta años, de dieciocho mil habitantes que habían sido prácticamente los mismos desde su fundación a finales del siglo XIII por López de Haro a superar las cien mil almas. Alfredo va a descubrir con profundo malestar que ya casi nadie le conoce a no ser su mejor amigo de infancia y juventud, Fernando, que es Comisario de la Policía Municipal y que investiga la muerte de Izarbe sospechando que ésta no es accidental y que ha sido asesinada.
La ciudad de los ojos grises de la mano de Alfredo, en una perfecta recreación de la época nos enseña esa ciudad de Bilbao, gris e invernal, en una ambientación magnífica, producto de una exhaustiva y exquisita labor de documentación por parte de Félix G. Modroño en donde además de los protagonistas ficticios toda una pléyade de otros históricos como Miguel de Unamuno, Pablo Picasso, Facundo Perezagua, Indalecio Prieto, María de Maeztu, Marie Curie, Mata Hari, Mistinguett, Maurice Chevalier, Modigliani, Julián Gayarre, y muchos más que harían una lista interminable, viven y pasean por un Bilbao y un París mágicos en esos años de la Belle Epoque a punto de desaparecer por la Gran Guerra.
Novela que mezcla sabiamente diversos géneros como el histórico, romántico, costumbrista, social, de misterio y de novela negra. Pero otro gran acierto de Félix G. Modroño es que la parte de misterio y suspense queda en un segundo plano, importante también que duda cabe, para adentrarse más en los hechos históricos y sociales, y en la preciosa historia de amor que nos cuenta, con unos personajes magníficos encabezados por Alfredo e Izarbe que nos van introduciendo en la narración con continuos saltos en el tiempo hasta desvelarnos la trama bajo la atenta mirada del tercer personaje protagonista indiscutible de la obra: Bilbao. Y es así como de la mano de estos personajes geniales viajamos con nuestra imaginación a esos lugares en ebullición tan alejados de nuestros días en los que la vida cambiaba, surgían los movimientos sociales, se fundaba el partido socialista y las mujeres empezaban a reivindicar sus derechos a través de un feminismo aún en pañales, haciéndonos fervientemente viajar a ellos para descubrir todos los rincones de la ciudad vasca y de París que aparecen sin descanso. Bilbao ya tiene su novela.
Ha sido tanta la emoción que me ha producido la historia que narra el libro que me ha obligado a releer diferentes novelas y biografías y buscar sitios y situaciones por internet con la esperanza de poder viajar pronto a ellos y sentir el latido de Alfredo e Izarbe en cada una de sus piedras. Deseo fervientemente pasear por la Gran Vía de Recalde, volver a ver el Puente de Portugalete, disfrutar de la ría y de Las Arenas, adentrarme por el casco viejo de el bocho, visitar los cafés y comer en sus restaurantes y, como no, volver a ver los Jardines de Luxemburgo, Monmartre, Le Sacre Coeur y el barrio de Saint Germain des Prés de París.
Félix G. Modroño me ha sorprendido en esta primera novela que he leído de él. Escribe endiabladamente bien y cuida al máximo la trama que no nos da ni un segundo de tregua. La ciudad de los ojos grises es una bellísima novela de lectura imprescindible. La ciudad de los ojos grises es Bilbao. Es su cielo gris, el mismo color de los ojos de Izarbe que tienen un brillo tan intenso que borran las sombras que las velas dibujaban en su cara, esa cara que Alfredo descubrió fascinado cuando ella alzaba la vista hacia lo alto de la iglesia de San Nicolás para observa a un ángel que cantaba el Aria de Chiesa, Pietá Signore, de Alessandro Stradella y que se perdió junto a una carta en lo más hondo del estanque de la Fuente Medicis de los Jardines de Luxemburgo de París.
©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega