martes, 24 de abril de 2018

La invitación de la araña



" Te invito a visitar mi salón, le dijo la araña a la mosca. Es el saloncito más bonito que hayas visto jamás. Hoy no, gracias, señor Zanquilargo, tengo cosas más importantes que hacer".

Este es un fragmento de una canción infantil popular inglesa basada en la fábula escrita por Mary Howitt, una poeta victoriana que le sirve a Mercedes de Diego para dar título a su primera novela, La invitación de la araña, publicada hace unos días por la Editorial Huso.

Mercedes de Diego invita a sus lectores, como hace la araña con la mosca, a entrar que va tejiendo alrededor de Ángela, su protagonista, una profesora universitaria en la sesentena que tiene una personalidad extraña y bastante peculiar, y que, a instancias de una amiga suya, decide hacer para pasar unos días de vacaciones un intercambio de casas a través de una página web, la suya en Madrid y la de un exfarmaceútico desconocido, Ambrose Calvert,que vive en el pueblo de Farncombe en Inglaterra, para que a partir de este suceso casual y nimio se desate una potente intriga.

Ángela es una mujer bastante asocial que no tiene casi ningún amigo, si es que tiene alguno, ni en su vida privada ni en la perteneciente a la profesional, y que después de once años de convivencia ha decidido romper la relación con su pareja. Es una persona a la que le es imposible relacionarse de una manera normal con su entorno y viaja a los idílicos paisajes del condado de Surrey, en el sudeste de Inglaterra, en búsqueda de una paz interior que necesita. En cambio, se encuentra con una casa que desde el principio no le gusta nada, al mismo tiempo que va descubriendo, gracias a su curiosidad morbosa, que mucho menos aún le gusta su propietario. La protagonista va avanzando en la narración y nos va poco a poco desvelando hechos traumáticos de su infancia y juventud que nos permitirán descubrir y entender su personalidad tan oscura dominada por la más absoluta soledad.

Mercedes de Diego crea su historia desde la experiencia cotidiana de Ángela, totalmente anodina y hasta aburrida, en la que únicamente se dedica a leer, pasear un poco, comer muy frugalmente a base de huevos que recoge del pequeño gallinero de la finca y a investigar sobre el propietario de la casa, centrándose en sus sentimientos y en sus rasgos psicológicos, en sus defectos, Bastantes, y en sus virtudes, pocas. Ángela está perfilada como una mujer fuerte, pero que su inseguridad le hace muy vulnerable.

Del argumento sólo voy a decir esto, que es como no decir nada, porque no quiero desentrañar nada de lo que ocurre en la novela. No Obstante, en una historia en la que aparentemente ocurren muy pocas cosas o casi nada, la intriga y el suspense se instalan en las páginas de La invitación de la araña, llegando a ser obsesiva y claustrofóbica. Mercedes de Diego crea un ambiente irrespirable y va describiendo con una maestría difícil de superar las emociones de Ángela y el impacto de los sucesos que le marcaron su difícil personalidad con las palabras justas y precisas y con una gran perspectiva intuitiva, en una novela en que Ángela reina en solitario, siendo el resto de personajes como meros adornos de la trama.

La invitación de la araña dice su autora que es un pequeño homenaje a Agatha Christie y por eso la acción discurre por los lugares de donde la escritora inglesa, hoy bastante caída en el olvido, sacó a tantos personajes para sus novelas, como por ejemplo Miss Marple. Pero a mí su lectura me ha hecho recordar a la que considero como la verdadera figura femenina del suspense, Patricia Highsmith, ya que La invitación de la araña me ha devuelto a los geniales de la magnífica escritora norteamericana en donde sus personajes llegan a puntos álgidos de tensión. Como ella, Mercedes de Diego parece tener muy claro que lo esencial de una novela es el individuo, un individuo que se siente desplazado de la época en la que le ha tocado vivir y que le devoran todos sus demonios, las lujurias, las pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, y por un ejército de recuerdos contra los que lucha y que nunca le dan un segundo de descanso. Como Highsmith, Mercedes de Diego busca su inspiración o desconexión en los episodios y personajes mundanos en momentos absurdos y banales, como la tragedia ante un frigorífico vacío, comer sólo huevos o estar obsesionado por si algo se les ha olvidado y son descubiertos.

La invitación de la araña es una novela no excesivamente larga, pero de larga incitación, astuta e imaginativa, práctica, inteligente y honesta, y como las buenas narraciones creo poder asegurar que está escrita con las emociones propias de su autora que, aunque como en todo buen libro de suspense esté todo totalmente calculado, describe escenas y hechos que probablemente la escritora habrá experimentado en primera persona que es como se consigue escribir un buen libro, con experiencias como estas, realmente sentidas, de primera mano.

Mercedes de Diego sabe captar, sentir, comprender y trasladar las emociones sin morir en el intento, y se le nota que disfruta escribiendo y que seguiría haciéndolo aunque viviese en una isla desierta en la que no tuviese la más mínima posibilidad de encontrar un solo lector.. Utiliza muchos de los mandamientos de la literatura de Highsmith: muy poco diálogo, sin trucos, libertad organizada, diversión, el libro es un ser vivo que te va dictando según avanza por lo que mejor no tener preparado nada de antemano y ni un solo juicio moral porque el arte no tiene nada que ver con la moral, los convencionalismos ni los sermones.

"¡Criatura dulce! dijo la araña, eres ingeniosa y eres sabia...". Sus palabras astutas y aduladoras minaron la fortaleza de la mosca que se acercó revoloteando lentamente y se introdujo dentro del pequeño salón de la casa de la araña...

Bienvenida sea esta magistral novela que es La invitación de la araña. Mercedes de Diego se hace un hueco por méritos propios en el panorama literario español de la novela de misterio psicológico y mucho me temo de que, a partir de ahora, se hará imprescindible. Yo, desde luego, ya estoy deseando leer su próximo libro.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

sábado, 10 de marzo de 2018

La poesía es cosa de burros


¿Les gusta leer? ¿Leen a nuestros clásicos? ¿A nuestros autores contemporáneos? ¿A los jóvenes poetas de hoy? Ahí está todo ya dicho y todos podemos encontrar inspiración y, por una vez, ser capaces de hilar un par de frases brillantes.
¿Y por qué no en una canción de un disco? ¿Saben ustedes acaso lo qué es la disforia postcoital? Seguro que si ya tienen una cierta edad como tengo yo y han leído a Paco Umbral saben qué es eso del spleen. Ah, ¿no?¿Qué no han leído nunca a Umbral por sus malas pulgas? Entonces tampoco les voy a preguntar por Camilo José Cela, Fernando Fernán Gómez, José Antonio Labordeta ni Arturo Pérez-Reverte (éste último como aún vive a lo mejor dulcifica su carácter para que los castos oídos y los límpidos ojos no pongan excusas banales, aunque soy escéptico a ambas cosas).
Pero, volvamos a centrarnos y no divaguemos. ¿Han oído alguna vez el término espín? ¿Saben lo que es un palindromo, el cuadro Sator, la hipercrítica del hipervínculo, un fractal, las granulaciones logarítmicas del girasol y la coliflor? 
Ya sé que puede que se estén preguntando si me estoy quedando con ustedes, y si ya les pregunto por la alfombra de Sierpinski o por un palimpesto, definitivamente abandonen mi caótica disertación y recuerden que se han olvidado de recoger el lavavajillas. Aguanten un poco más, se lo ruego. Al final, dentro de unos minutos tan sólo, me lo agradecerán. 
¿No me vengan ahora diciendo que nunca han oído hablar de Pixar, de Federico García Lorca, Pasolini y de Peppa Pig? ¿Quién, Pasolini? No, no es un jugador de la squadra azzurra... A propósito de Pier Paolo Pasolini, ¿han visto una película de principios de los años 70 dirigida por Jaime Chávarri y titulada El desencanto? No se la pierdan porque es poesía pura sobre la familia Panero.
Seguro que de la teoría del caos si que tienen una ligera idea. Y del efecto mariposa también. Otra cosa ya es la poesía cuántica, Erwin Schrödinger o los estados cuánticos (¿otra vez esa palabreja?)
Venga, que ya voy terminando. ¿Les apetece conocer la teoría de las esferas de valor? ¿Quién no ha oído hablar del horror vacui que en arte, hoy en día en estos tiempos en que prima lo minimalista, se ha convertido en amor vacui? ¿Tienen algo que ver Lope de Vega, el Fénix de los Ingenios, con Enrique Bunbury?
Miren, yo ya tengo todas estas preguntas contestadas porque me he embebido (no puedo decir leído porque quedaría pequeño y no me atrevo a poner fagocitado) el último libro de David Acebes Sampedro que tiene el controvertido título de La poesía es cosa de burros, aunque el burro, el asno, vamos, sea un personaje muy poético desde ese magistral Platero ramoniano, ese pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.
Lean este increíble libro de David Acebes Sampedro, empápense de la literatura que nos está rodeando siempre, lean compulsivamente todo lo que caiga en sus manos, sorpréndanse, abusen de lo esdrújulo, jueguen con las palabras y déjense embriagar con el dulce veneno de la poesía. Será entonces cuando sólo les gustará morir en mitad de un verso de Quevedo.
Sean curiosos y átense al mástil del barco que les regresa a Ítaca y sean unos privilegiados de poder escuchar el canto seductor de las sirenas. 
Todo, absolutamente todo, está en este asombroso, genial y ameno libro que es La poesia es cosa de burros
Pónganse después de su lectura delante de un cuaderno en blanco y escriban. ¿Les ha salido algo? Puede ocurrir que les pase como a ese burro que sopló una flauta y ésta sonó por casualidad. Sigan intentándolo. No se rindan tan pronto y ya no habrá casualidad ni serán un burro con suerte.
Yo me voy a poner con algo que hoy he aprendido leyendo este libro de David Acebes Sampedro y que él, seguro, entenderá. Va por ti, amigo. ¡Enhorabuena!

Déjate que te invite al final de esta reseña,
no me importa que no me hagas más atención, 
has llegado hasta aquí que es lo que importa, 
así se hacen las cosas cuando escribimos,
así me enseñaron a que las hiciera yo.

Déjame que te escriba la última línea,
no importa que no te guste esta publicación; 
así mi conciencia quedará más tranquila, 
así el hijo de mi madre dice adiós. 

     ... Y al final,
te intentaré atraer con fuerza,
mía letras serán cuerdas al llevarte por ellas,

     ... y al final,
quiero veros contentos de nuevo.
Seguid leyendo a los poetas, 
nunca lo dejéis de hacer.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega


viernes, 12 de enero de 2018

La noche del escaparate



¿Te has parado alguna vez, cuando caminas por la calle de noche, frente al escaparate de una tienda todo iluminado? ¿Te has dado cuenta de que tu figura se refleja en el cristal? Pues ten mucho cuidado porque en él se pueden reflejar muchas más cosas que pueden convertir tu existencia en un verdadero infierno.

Jorge David Alonso Curiel vuelve a un género, el de los relatos, en el que se mueve como pez en el agua y se siente muy cómodo con La noche del escaparate después de su más que interesante Saber moverse.

Este nuevo libro está compuesto por siete relatos, de los que seis son originales y uno fue publicado ya hace unos años en otro volumen, con la temática del desencanto por la vida de una serie de personajes profundamente inadaptados para poder sobrevivir dentro de una sociedad que, como un pérfido monstruo, engulle a todo aquel que es incapaz de entenderla y adaptarse al ritmo frenético que ella marca. Así nos encontramos con unos seres humanos, en su gran mayoría masculinos frente a la preponderancia de mujeres en Saber moverse, que sufren con el abandono de sus parejas, aunque sean incapaces de comprender el motivo, muy claro para el lector, por el que se ha producido, aunque éste sea muy grave y otras situaciones inverosímiles. Los protagonistas de los relatos se muestran, no obstante, poco preocupados por lo que les sucede y son en exceso condescendientes, transigiendo con su infortunio como si fuera algo de lo más natural, aunque tampoco entiendan la causa por la que se ven envueltos en las diversas y diferentes situaciones por las que pasan, convirtiéndose en seres resignados a su suerte, que por cierto siempre no es de lo más afortunada. Son, como dice Jorge David Alonso Curiel en uno de sus relatos, unos buenos chicos, pero que no sirven para la vida de verdad, no valen para nada. Así tenemos una serie de personajes que deambulan como zombis por la noche espectral vallisoletana, abrazados por un frío gélido y abrigados solamente por una densa niebla en unos relatos y en otros por un canicular calor sofocante nocturno, porque así es esta ciudad de radical con su clima y sin término medio, sintiendo el abandono, el miedo, la crisis económica, el fracaso en las relaciones con el otro sexo, producto siempre de esa inmadurez que les precipita al más cruel de los fracasos.

La noche del escaparate es un libro terriblemente curielano con una prosa notable propia del autor, tanto en la misma idea o concepto que la origina, como en las múltiples ramificaciones que se desprenden de su peripecia narrativa, tanto psicológicas como emocionales. Jorge David Alonso Curiel indaga con sorna y mucha mala uva en los impulsos casi esquizofrénicos de sus patéticos personajes como siempre con bastante negrura, que en La noche del escaparate se vuelve mucho más densa, y su humor mucho más salvaje.

El describir su ciudad configura un libro sobre una absurda y rocambolesca noche en Valladolid en el que a unos hombres y a unas pocas mujeres les ocurren las mayores barrabasadas que hubieran resultado menos impactantes si no las hubiese creado Jorge Davis Alonso Curiel que retrata casi una ciudad de pesadilla, pero sin llevar a cabo ninguna crítica social ni nada por el estilo, salvo muy honrosas excepciones. Su dinámica pluma se pone al servicio de las situaciones más extraña y extravagantes con el espíritu subversivo de un niño curioso y algo cruel, de un demiurgo caprichoso que sometiera a sus atormentadas criaturas a una noche excéntrica e inolvidable en unas aventuras a ratos jocosas y en momentos hasta surrealistas.

La noche del escaparate es una comedia urbana que reúne a una pléyade de estrafalarios caracteres, poblando los ambientes más taciturnos y huraños de la ciudad, enfocados desde la gris perspectiva de unos ciudadanos medios. Como lectores observamos su forma de ver y actuar en la vida con las enloquecidas situaciones nocturnas que experimenta este muestrario esperpéntico de personajes, desde un empleado de una gasolinera casi paranoico hasta un pobre hombre secuestrado sin que sepa el motivo, pasando por un corredor que corre para huir de sus fantasmas, por una chica que se independiza de sus padres a los casi cuarenta años, o que no entienden el haber sido abandonados y seguir enamorados, un divorciado en la sala de urgencias de un hospital obsesionado con su pasado o un hombre desilusionado de la vida que regresa al pueblo en el que nació, en un libro con brochazos tragicómicos y de un humor negro desplegados en una atmósfera kafkiana asfixiante y alucinante como una pesadilla en el que cumplen su rol de pringados acosados por una realidad que les supera a todas luces, y cuya única salida es correr y sobrevivir, mientras nosotros, lectores espectadores, sufrimos con ellos y nos reímos de lo absurda que puede resultar la vida.

Jorge David Alonso Curiel se entrega con toda su desenvoltura y atrevimiento narrativo, aunque de la impresión que no le importe demasiado ni le mueva lo que les sucede a sus criaturas en el fondo, que promete a una más que certera plenitud que parece empezar a asomar cada vez más nítida por el horizonte.


En definitiva, Valladolid en invierno es una ciudad desapacible y fría, y en verano, sofocante y abrasadora, pero es un lugar, como cualquier otro, en el que las personas aman y se dejan amar, y en el que también no son amadas. Yo de lo que estoy plenamente convencido es que Jorge David Alonso Curiel ama la literatura y se deja amar por ella. La relación entre los dos es indestructible.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

Sevilla... Gymnopédies y Mujeres descosidas




LA MAGIA DE LA ALEGRÍA


Puede ser que pensemos, incluso que tengamos muy arraigado dentro de lo más hondo de nuestro ser, que en estos tiempos convulsos y tan poco igualitarios de un mundo globalizado en que nos ha tocado vivir, no quede sitio para la alegría de la vida, pero a veces nos sorprendemos muy gratamente con una explosión de ella.

Una de esas explosiones de jubilosa algazara nos la regala la escritora vallisoletana María Ángeles Cantalapiedra con sus dos novelas “Sevilla… Gymnopédies” y “Mujeres descosidas”, publicadas las dos por Sial Pigmalión.

En ambas, las protagonistas son dos mujeres muy diferentes. Ana María, en la primera, es una jovencísima periodista que tras la muerte de su padre, recibe una oferta de trabajo que la lleva hasta Sevilla y su vida sufrirá allí un cambio radical. En la segunda, Juana es una mujer en la cincuentena hundida en su propio caos que también se traslada, esta vez a las montañas de Asturias, para poder descifrar el contenido enigmático de trece cartas que ha descubierto en un olvidado baúl en el desván de la casa de sus padres, para poder salvarse o morir sin alcanzar su liberación del desasosiego en el que se halla sumida su vida debido a tanto desamor y despego que ha recibido siempre de su madre.

Tanto Sevilla… Gymnopédies como Mujeres descosidas tienen una estructura semejante aunque sean novelas muy diferentes: dos historias paralelas que van convergiendo en una única, unas mujeres arrebatadas, un humor contagioso, una intriga y un suspense cuidadosamente dosificados, un lenguaje fresco, coloquial y chispeante delicioso, una ternura sentimental, una sensibilidad afectuosa, un regocijo divertido, y, sobre todas las cosas, unos personajes, tanto protagonistas como secundarios, maravillosos originales, chispeantes y vitales, perfectamente dibujados que alcanzan la cima de lo sublime.

Delicadeza, jovialidad, creencia certera en la bondad del ser humano, positivismo enardecido y ausencia de farsa y superchería son las claves de María Ángeles Cantalapiedra para tejer con hilos de optimismo cautivador y fascinante sus dos primeras novelas, con una habilidad que resulta sorprendente gracias a la escritura potente de la autora que plasma en el papel todo aquello que la conmueve y que no es otra cosa que una visión ilusionada y optimista de la vida, llena de magia, misterio, sutileza, dulzura y paz consigo misma, no exenta de dolor y lucha contra nuestros propios fantasmas.


Ana, María, Lola, Ayumu, Jaime, Bosco, Juana, Regalito, Jesús, Úrsula, Bruno,… te están esperando para contarte todo lo que, posiblemente, podías intuir, pero necesitabas conocerlos para darte cuenta que todo es mucho más bello que lo que nos cuentan. Además, te lo podrán referir de una manera en lo que prime la más cruda realidad o con la más subyugadora fantasía porque ellos son así de especiales e ilusionantes. Ambas maneras, en las manos de María Ángeles Cantalapiedra, se llenan de belleza, pero yo, puesto a elegir y siendo las dos igual de buenas, me quedo con el hechizo de la literatura que te hace volar por mundos fantásticos e imaginarios más allá de la razón. Yo me quedo con la magia de la alegría.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega