martes, 3 de febrero de 2015

Epitafio de un asesino


En Volveremos a Macondo ya han aparecido las reseñas de En un rincón del alma y de As de corazones de Antonia J. Corrales, uno de mis grandes, si no el mejor, descubrimientos del año pasado. Me gustaron tanto estas dos novelas que me plantee que debía ponerme con los dos primeros libros de tan especial escritora aunque no fueran del mismo género a las mencionadas sino muy diferentes para descubrir la evolución de su autora.


He empezado con su primera obra, Epitafio de una asesino, publicada en 2005, y verdaderamente el estreno de Antonia J. Corrales no tiene nada que ver con lo que nos depararía años después con sus dos novelas intimistas publicadas hasta la fecha, aunque ya nos da una visión de su buen oficio. Epitafio de un asesino es una novela de intriga y suspense. Pero claro, ahora puede que alguno de vosotros estéis pensando en eso de otra novela de intriga y suspense. Pues no, Epitafio de un asesino es suspense en estado puro y hasta su última línea hay intriga donde se desvela parte de la trama. Vamos que no es una novela al uso.

Un escritor de novelas de suspense que le han dado una fama espectacular, Abelardo Rueda, descubre como los asesinatos que narra en su nueva novela aún inédita, están ocurriendo en realidad y se ve involucrado en una serie de crímenes que siguen escrupulosamente la trama de ésta, cuyo argumento solamente conoce él y, en parte, su esposa, Adela. Tras cada una de las muertes hay algo más que la barbarie de un asesino en serie y tras los anónimos que recibe, algo más que simples citas bíblicas. Los homicidios esconden un escalofriante secreto, una información a la que el escritor tuvo acceso tras sus investigaciones de historiador, lo que de verdad le satisface, sobre Felipe II y El Real Monasterio de El Escorial. Esa información, junto a un secreto íntimo, que no puede desvelar, hará que su vida dé un giro vertiginoso y nefasto, sumergiéndolo dentro de un laberinto infernal.

Esto último es la sinopsis comercial, pero Epitafio de un asesino tiene mucho más que evidentemente no voy a revelar para no destripar el libro en primer lugar, y porque, en segundo lugar, se convertiría en una reseña excesivamente larga, ya que en Epitafio de un asesino, Antonia J. Corrales juega con todos nosotros con giros inesperados escribiendo un puzzle con un engranaje perfecto en donde todo lo que ocurre no es nada de lo que parece ser y donde todo el mundo puede ser víctima y verdugo.

Epitafio de un asesino  podéis estar ahora suponiendo que es un libro atrayente, y la verdad es que engancha muchísimo después de un comienzo un tanto reiterativo donde se repiten mucho todos los personajes en sus diálogos. Pero de repente todo cambia y te das cuenta de que ya no hay vuelta atrás y que has sido absorvido por un bucle trepidante que no te dejará apartar los ojos del libro, y si lo haces, porque necesitas en tu vida hacer otras cosas, en tu cabeza sentirás que no dejan de machacarte ideas y preguntas sobre la novela, deseando acabar con lo que estás haciendo para volver a ella. Es más, Antonia J. Corrales nos desvela la identidad del asesino cuando aún faltan un buen puñado de páginas para acabarlo, y entonces piensas: ¿qué nos va a contar ahora? Pues algo increíble va a suceder por difícil que pueda parecer. Entramos en la resolución de tantos personajes y subtramas que han aparecido hasta ese momento en un descenso a tumba abierta, imparable y apasionante hasta llegar a esa última línea en la que, como ya he dicho más arriba, se desvela parte de la trama.

Sí, Epitafio de un asesino es una primera novela, pero Antonia J. Corrales ya nos va poniendo sus cartas encima de la mesa demostrándonos que es una buena escritora que irá madurando para convertirse en una excelente escritora años después en su camino hacia la genialidad artística.



Me gusta mucho Antonia J. Corrales. Escribe muy bien, describe perfectamente y construye unos personajes, para mi su gran logro y especialidad, apasionantes, cercanos y creíbles. Y mira que en Epitafio de un asesino los personajes son odiosos, a cada cual más. Abelardo es un títere en manos de Adela, su mujer, que le lleva por donde ella quiere sin que a él le importe lo más mínimo, porque es incapaz de tomar una sola decisión por sí mismo por pura comodidad. Abelardo se dedica únicamente a escribir, aunque escriba sobre lo que le pida Adela. Adela solo se quiere a sí misma. Solo le importa vivir bien. Quiere conservar su posición y para ello será capaz de hacer cualquier cosa con el único objetivo de conservar su bienestar. Es una mujer muy inteligente y egoista, y ella es plenamente consciente de ello pero no le importa en absoluto porque es muy fría y materialista. El tercero en discordia, Arturo, es un engreído, un gilipollas, un mujeriego y un cabrón cuando hay un negocio por medio. Es muy rico y posee muchas empresas, aunque no le vamos a ver nunca trabajando. Los tres protagonistas nos van a contar la historia cada uno desde su punto de vista y cada uno con su suficiente dosis de maldad, acompañados por el grupo de secundarios, también perfectamente construidos por la pluma ágil y detallista de Antonia J. Corrales en esta historia en la que todos estarán sumergidos dentro de una pesadilla entre Madrid y su sierra, Santa Eulalia en la isla de Ibiza, el Monasterio de El Escorial y Santander.


Una gran novela novel como ya me suponía que lo iba a ser por las dos últimas escritas y publicadas por Antonia j. Corrales, que nos dice en unas de sus redondas frases que la cultura, el exceso de cultura, nos vuelve un tanto paranoicos y excéntricos a todos. Hay que tener cuidado con la cantidad de conocimientos que se adquieren, porque es tan peligroso como la carencia de ellos. Yo tengo que confesar, Antonia J. Corrales, mi locura más absoluta hacia tu persona y hacia tu obra y aquí, en mi blog, te digo mi obsesión por la aparición de tu nueva novela de la que has tenido la deferencia de hablarme. Mientras llega el esperado momento, me consolaré leyendo el libro que me falta de ti y releyendo tus dos últimas y maravillosas novelas. No me queda otra para aliviar mi mono.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega