miércoles, 26 de marzo de 2014

Novela de ajedrez - Stefan Zweig



Tengo que confesaros que inicié este blog por el ánimo que me dio mi amiga Mercedes Suero Fernández autora del magistral blog Lectutopía. Lo inicié con el propósito de escribir sobre novelas que fuera leyendo además de algún comentario que me fuera saliendo. Mis gustos literarios son preferentemente sobre novela española actual, aunque nunca desdeño grandes narraciones escritas en cualquier lengua. Y debido a que ayer Mercedes me recomendó vivamente la lectura de Novela de ajedrez de Stefan Zweig, libro que tenía por ahí archivado, me puse a leerlo y desde el principio me absorvió tanto su mágnifica narrativa que en dos horas escasas lo finalizaba.

Sin capacidad para cualquier otra actividad intelectual, Mirko Czentovicz se reveló, ya desde niño, como un genio del ajedrez, del que ha llegado a ser campeón del mundo. Pero, en un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires, se le presenta un enigmático contrincante: el señor B., noble vienés que huye de los nazis. Uno de los pasajeros del vapor se acerca a los dos personajes acompañando al lector a la confrontación entre los dos jugadores.  Si Novela de ajedrez nos presenta el choque de dos naturalezas antagónicas, nos muestra también, y en buena medida, la capacidad de resistencia del ser humano sometido a una presión extraordinaria. Y todo ello con unas grandes dosis de intriga y maestría. 

Novela de ajedrez  es la última novela del escritor austriaco  Stefan Zweig  escrita poco antes de su suicidio, ocurrido el 22 de febrero de 1942. Fue publicada de forma póstuma en 1944. El relato es una crítica clara contra el nazismo y los métodos de la Gestapo, la incomunicación y el exilio forzado, experimentado por Zweig, quién jamás regresaría a su Austria natal.

Mirko Czentovic, joven casi autista y rural, sin hablar, sin mantener contacto humano, es una suerte de autómata que sólo funciona teniendo enfrente un tablero de ajedrez. Es un hombre rudo e ignorante, además de ser el campeón mundial indiscutible de ajedrez. Durante un viaje en barco, algunos aficionados a este juego se enfrentan a él en algunas partidas amistosas que, por supuesto, el campeón gana sin el menor esfuerzo. Pero en una partida con el enigmático Dr. B., con los consejos de los pasajeros que Czentovic no puede soportar, arranca un empate. Czentovic, asombrado pide la revancha al día siguiente. La noche antes de la reunión, el Dr. B. cuenta su historia, y por qué es capaz de enfrentarse a un campeón de ajedrez. En realidad, el Dr. B. fue víctima del nazismo, y torturado con un método particular: durante mucho tiempo permaneció en un aislamiento completo y total. Al borde de la locura, la única cosa que le dio fuerza para resistir fue un manual de ajedrez encontrado por casualidad. El "noble juego", con sus infinitas posibilidades, mantuvo viva su atención, lo que le permitió jugar cientos de partidas en su cabeza a la vez que mantenerse cuerdo. En esa partida que juegan ambos se debaten no sólo el interés y las apuestas de la tripulación, sino dos concepciones totalmente distintas de la inteligencia; una funcional, absolutamente práctica y mecánica, y otra abstracta, casi sin límites pero tras la cual puede encontrarse un infierno.


El relato está dividido en tres partes. En la primera se nos presenta a Mirko Czentovic, un personaje poco simpático, engreído y egocéntrico.  Hijo de un barquero eslavo quedó huérfano a los once años, fue acogido por el párroco de la iglesia quien intento enseñarle diversas materias, empresa que resultó infructuosa, ya que Czentovic no logró aprender a escribir ni leer bien, y ya adulto se valía de sus dedos como un niño pequeño, para hacer cálculos. Sin embargo viendo varias partidas de ajedrez que disfrutaba el cura enfrentando a uno de sus amigos, algo que sí aprendió con gran facilidad fue a jugar ajedrez. Una noche en que el cura no pudo jugar, Czentovic ocupó su lugar ganando espléndidamente la partida, ante el asombro del cura cuando se enteró, Czentovic se enfrenta a este último y vuelve a ganar. Se convierte en todo un fenómeno del ajedrez, y gana partida tras partida, de manera imparable. En la segunda parte, Czentovic  se dirige de Nueva York a Buenos Aires para jugar un campeonato, su estancia en el viaje se ve alterada cuando varios aficionados se acercan a él para pedirle que juegue amistosamente unas partidas simultaneas contra ellos, desde luego no acepta, no de ese modo, pone un precio a las partidas y uno de los aficionados acepta pagarlo. No existiendo suficientes tableros para las simultaneas, acuerdan en un sólo tablero jugar todos contra él. A Czentovic no le resulta difícil ganar, dado el pronto resultado, el campeón decide darles la revancha. En la segunda partida, el resulto fatídico hubiera sido el mismo, sino es porque entre el  público que presencia la partida un señor se acerca y opina sobre la posición, sugiere una serie de jugadas con una gran precisión de cálculo. Los aficionados, al notar la exactitud con que el personaje analiza las jugadas, hacen los movimientos que él indica, el resultado final, ante el asombro de todos es tablas. El enigmático personaje se hace llamar Dr. B, a quien el campeón mundial, al advertir que era él quien estaba detrás de los movimientos que lo llevaron al empate, le ofrece una partida más. Al principio el Dr B., se niega. El narrador, que es uno de los aficionados en el barco, lo busca para mantener una entrevista o plática con él y tratar de cambiar su negativa. Es así como el Dr. B. le termina contando la historia de cómo aprendió a jugar ajedrez y su temor a jugar más partidas. En la tercera parte el Dr. B. decide aceptar jugar contra el campeón. Temiendo que esa partida lo lleve nuevamente a la locura, pero aceptando jugar por cortesía advierte, que sólo jugará una partida y luego se retirará. Lo que pasa después es digno de leerse en el libro.


En la novela hay dos narradores. Uno, el principal, es un austriaco apasionado por el estudio de la naturaleza humana que viaja en el barco. El otro es el Dr. B. que en primera persona nos relata su historia cuando estuvo prisionero en manos de la Gestapo y de como el ajedrez fue su tabla de salvación.

Zweig consigue con su prosa sencilla pero impactante adentrarnos en un escenario sencillo y gracias a ciertos recuerdos y evocaciones acudimos a otros escenarios que quedan perfectamente caracterizados. El autor debía ser un gran conocedor de la estrategia del ajedrez y eso se nota, no sólo en la descripción de jugadas y partidas enteras, sino en la manera de posicionar a sus "fichas - personaje" en la historia y jugar con ellos y, a su vez, con nosotros, en un tablero donde a modo de escaques blancos y negros se situará la crudeza de un régimen brutal y la esperanza de sobrevivir a éste. El libro, que está escrito con absoluta exquisitez, plantea metáforas y reflexiones llenas de intensidad sobre la esencia del ser humano que no caen en vano, sino que encajan perfectamente con la historia y el mensaje que se pretende transmitir. El engranaje literario es perfecto; el lector se hunde en una espiral narrativa elegante que nos involucra completamente en la acción y nos convierte en un testigo más de los hechos sin que apenas nos demos cuenta. Sabremos de la naturaleza de la mente, cuyo conocimiento ha producido sus métodos  para ser utilizados en el control del ser humano. Tenemos esa realidad de necesidad de alimento de los sentidos, de la necesidad de darle un descanso a nuestro lenguaje interior que no para nunca, y que necesita de “distracciones”, y de puntos de referencia. ¿Se puede vivir en la soledad? ¿Se puede vivir en el vacío más inmenso donde los sentidos no encuentran alimento, sin volverse loco? Y la victoria, que no sólo depende de habilidad técnica, necesita aún más de fortaleza mental. 

"Todo parece un desatino, y realmente, semejante esquizofrenia con su peligrosa dosis de excitación sería inimaginable en un hombre normal y en condiciones normales. Pero no olvide usted que yo había sido brutalmente arrancado de toda normalidad, que era un prisionero, encerrado sin culpa, martirizado desde hacía meses, sometido refinadamente a la tortura de la soledad; un hombre que desde hacía tiempo deseaba descargar su acopio de furia contra cualquier cosa. Y como no tenía más que ese juego insensato contra mí mismo, mi rabia, mi afán de venganza, se abalanzaron fanáticamente sobre ese juego. Algo en mi interior quería tener razón, y sólo me quedaba ese otro yo dentro de mí para combatirlo; de esa suerte me exaltaba durante el juego hasta llegar a una excitación casi mecánica. Al principio reflexionaba todavía tranquila y serenamente, intercalaba pausas entre una partida y la siguiente a fin de reponerme del esfuerzo; pero, poco a poco, mis nervios alterados ya no me permitían tales esperas. Apenas mi yo blanco había movido una pieza, mi yo negro avanzaba febrilmente; apenas terminaba mi partida, me retaba a la siguiente, puesto que cada vez uno de mis dos yo ajedrecistas había quedado vencido, pidiendo el desquite. Nunca sabré decir, ni aun aproximadamente, cuántas partidas jugué en esos últimos meses de mi encierro, contra mí mismo, a causa de esa insaciabilidad loca. Habrán sido mil, tal vez más. Fue una locura que no pude resistir; de la mañana a la noche no pensaba más que en peones y alfiles, torres y reyes en a y b y c, en jaque y mate, hundiéndome con todo mi ser y sentir en el tablero a cuadros. La alegría de jugar se había transformado en pasión del juego, la pasión del juego en necesidad de jugar, en manía, en frenesí que se posesionó, no sólo de mis horas de vigilia, sino poco a poco también de mi sueño."



La vida no es en blanco o negro, como el tablero y las figuras del ajedrez, sino que se nos ofrece con una infinita gama de colores que hace más complejas nuestras decisiones y que nos obliga a reinventar a cada momento las reglas del juego para llegar a un punto en que nuestra victoria no implique necesariamente la derrota del otro. Sobre este juego y sus peligros nos previene Zweig, a favor de la libertad de cada individuo y de su dignidad, como únicos medios de arrebatarnos de la locura que acecha y de la que tampoco él pudo escapar.

Novela de ajedrez es una historia excelente: detrás de una trama sencilla a primera vista se alza un monumento literario digno de conocer, escrito con franqueza y pasión, que logra dejar una huella permanente en la memoria. Y ya me gustaría a mí poder describiros esta magnífica gran novela corta, pero es que yo no escribo de forma tan magistral como Stefan Zweig.