sábado, 15 de febrero de 2014

Carta a mi madre diez años después - Juan Pedro Martín Escolar-Noriega





Valladolid, 16 de febrero de 2014. 

Hola mamá:

Hoy hace diez años que el sonido del teléfono rompió el silencio de la noche para darme esa noticia tan inesperada como cruel. Habías decidido iniciar nuevos caminos y alegrar con tu sonrisa a nuevos amigos que estoy seguro que estarán disfrutando a tu lado.  ¡Pero a los que te queríamos aquí nos dejaste tan solos!

¿Y qué ha pasado en todos estos años? Pues muchas cosas mamá. 

Papá no pudo resistir su soledad, esa que tanto creía amar, en que le dejaste sumido y decidió salir en tu búsqueda tres meses y medio después de tu marcha.  Un día antes de que lo decidiera si que tuve la suerte de poder despedirme de él, cosa que no pude hacer contigo hoy hace diez años.

Pero antes, el 11 de marzo, nuestra amada Madrid se vio sacudida por el terror de la puta religión y la barbarie que siembra y comandos yihadistas pusieron bombas en cuatro trenes de cercanías de nuestra amada ciudad que tanto ha sufrido la intolerancia cuando siempre hemos estado abiertos a acoger a todos, sembrando de sangre y dolor todos nuestros corazones.  Fallecieron 191 personas y 1.858 resultaron heridas, dejando nuestra existencia con el alma encogida.

Tres días después con un gran dolor fuimos a votar y por la noche,de forma sorprendente e inesperada, nos llegaba la gran noticia: el PSOE había ganado y Zapatero se convertía en Presidente de esta España conmovida. Mi primera reacción viendo en televisión las noticias del recuento de los votos fue alzar mi mirada al cielo y pensar como estarías disfrutando. 
Yo mamá, en noviembre de 2006 conseguí salir del infierno.  Al principio no lo vi así y pasé unos meses horribles. Pero ese coraje y esa lucha que tu me enseñaste hizo ponerme de nuevo en pie y hacer la travesía del desierto con trabajos basura y casas compartidas. En julio de 2.009 entre a trabajar en un hospital de forma eventual. Trabajaba unos meses, se acababa el contrato y pasaba un tiempo en el paro hasta que me volvían a llamar. Pero mientras tanto, ese coraje me hacía fuerte y estudiaba duramente para conseguir aprobar la oposición y conseguir la plaza en propiedad. Lo conseguí en 2011, casi a la primera, y desde noviembre de ese año ahí estoy. Pero como no me conformo sigo estudiando para promocionar en el hospital y en eso estoy.



Mamá, Beli y Carolina están preciosas. Estoy muy orgulloso de ellas. Viven juntas en Vallecas y están muy unidas. Ambas tienen trabajo que en los tiempos que corren es un triunfo. Son las mejores hijas que un padre puede soñar.

Mamá, te escribo desde un invento que descubrí en 2009 y que se llama Facebook, y que gracias a él he podido contactar con muchos amigos de la infancia y juventud que el tiempo y la vida me había separado de ellos.  Con alguno de ellos hasta he podido fundirme en un emocionado abrazo personal después de cuarenta años. Pero lo mejor de esto es que en enero de 2013 vi allí una foto de María y la escribí con la esperanza de arreglar lo nuestro. Ella, digna hija tuya, me respondió y otra vez estamos juntos. En marzo de ese año pudimos vernos otra vez después de tantos años de incoherencia,  abrazarnos y besarnos en la estación de tren de Valladolid, y desde ese día nos vemos a menudo y hablamos con mucha frecuencia por aquí o por teléfono.


María vive con Dani. Está también guapísimo. Se lleva muy bien con sus primas y también me lleno de gozo volver a verle este último verano. Ha empezado a estudiar cocina, de casta le viene el galgo, y aunque está aún un poco perdido estoy seguro de que sabrá salir del atolladero en el que se encuentran metidos tantos jóvenes en esta España que les ha tocado vivir. Más les vale reaccionar y mostrarse rebeldes ante tamaña injusticia y luchar como luchamos los que tuvimos que vivir a su edad y con muchos menos años que él esos últimos momentos de la pesadilla franquista que ahora quieren volver a imponernos en nuestras vidas.
Pero pierdo el hilo. Luego retomaré este asunto.

María se compró una casita al lado de los Salesianos de Estrecho. Esa zona por la que tanto paseamos tu y yo cogidos de la mano. Ya no están los cines. Los han cerrado. Pero quedan siempre los recuerdos. Siempre que voy a Madrid intento patear las calles de nuestro Cuatro Caminos en el que tan felices fuimos y en el que tan feliz sigo siendo cuando vuelvo a él. Siento, aunque ahora hay tantos emigrantes, los que quedan, que muchos han tenido que volver a su tierra por la puta crisis, en cada una de sus esquinas los años que allí pasé. Cada uno de sus rincones me lleva a mi niñez y juventud y disfruto en la ensoñación de tantos rostros y cuerpos que por allí vivíamos.

Y vuelvo a a ese momento en que te dije que perdía el hilo no sea que lo vuelva a perder  y esta carta se convierta en ese libro que tanto deseo poder escribir.

Estamos mamá sumidos en una llamada crisis económica que nos está haciendo retroceder en el tiempo. Ya estamos en esos tiempos oscuros que antes citaba. Pero esos eran tiempos de lucha y reivindicación. Lo pasamos mal pero teníamos ilusión y esperanza. Esa ilusión y esperanza que en España y en el sur de Europa parece que se ha perdido. En febrero de 2010, más o menos a los seis años de tu partida mamá, por fin me afilié al PSOE. Era una espinita que tenía clavada y que por fin conseguí arrancar. El abuelo y tú seguro que ahora mismo cuando leáis esto os recorre una sonrisa de satisfacción. Os confieso que me costó un poco implicarme debido a mi definida actitud de que antes tengo que sopesar bien el asunto. Pero el paso estaba dado y en noviembre decidí acercarme al partido. Allí he encontrado compañeros y compañeras muy grandes y algunos y algunas (hay que decirlo así mamá que la Ley de Igualdad socialista lo dicta aunque ahora la quieren destrozar como todo lo que el Socialismo consiguió para nosotros) se ha convertido en grandes amigos. Estoy muy implicado en ese partido que por primera vez oí nombrar en tus labios. Ahora mismo soy Secretario de Bienestar Social de mi Agrupación. Luchamos por volver a ser lo que éramos y es que por la mal llamada crisis económica que provocaron unos mal nacidos neoliberales (por llamarlos de una manera suave) el 20 de noviembre de 2011, un día antes de que entrara en el hospital con mi radiante plaza fija, los españoles engañados por ellos, provocadores y mentirosos canallas, decidieron darle una mayoría absoluta al infame Partido Popular heredero de todos aquellos que se han llamado patriotas y lo único que han hecho a lo largo de la Historia ha sido desangrar nuestra tierra.


España lo está pasando mal, muy mal mamá. Pero ahí estamos, intentando convencer con nuestro trabajo e ilusión inquebrantable para acabar con la falacia de que somos iguales a ese partido podrido que es el PP, y el día, cada vez más cercano, en que volvamos a ganar en las urnas mis ojos volverán a alzarse al cielo y sentir que tu sonrisa vuelve a llenar tu cara. Esa cara tan bonita y tan dulce y esa sonrisa que no pudieron borrar los canallas que te robaron tu infancia y juventud a sangre y fuego y que ahora se han reencarnado en los que nos malgobiernan robándonos día a día todos esos derechos que tan difícil fue conseguir.
Mamá, esto pretendía ser un simple comentario en mi muro en mi muro de Facebook y se está convirtiendo en algo muy largo para publicarlo allá, pero muy corto para lo que mi corazón dicta a mi pluma que corre por el papel. Corre sola y siento mi mano dirigida por las tuyas. Según voy escribiendo mi mente vuelve, va, se transforma, evoca momentos que me harían hacer una historia interminable.

Pero es una carta a mi madre, diez años después.

Estamos bien mamá. Somos pocos pero fuertes aunque tengamos nuestros momentos de debilidad. Pero ahí estamos. Viviendo como tú con tu ejemplo nos enseñaste a vivir.
Y no se me olvida decirte una gran noticia. Somos pocos pero somos más. Hay dos nuevos miembros en nuestra familia que no has tenido la suerte de conocer. Yo te los presento.

Beli conoció hace unos años a Fran. Un chico fabuloso que yo, como sabes, cuando me enteré me reserve la opinión. Pero me ha ganado con su personalidad pausada. Y sobre todo me ganó cuando Beli me dijo que en poco me iba a hacer abuelo. Yo no se si va a ser verdad. ¡Lo deseo tanto! Deseo decir eso que te oí decir a ti que a los hijos se les quiero mucho pero que a los nietos, de forma diferente, se les quiere aún más y, eso lo digo yo, quizás por ser sangre de nuestra sangre. Quiero comprobar si tenías razón. Si la tenías se me va a desbordar el corazón porque quiero tanto a mis hijas. Las amo con locura.


Y para el final queda Beles. A Beles, mamá, la conocí en esos días en que escapé del infierno pero parecía que no salía de él. Me escuchó y poco a poco me enamoré de ella. Llevamos ahora siete años juntos y es mi apoyo y mi sostén. Es una mujer maravillosa. Cuando voy a verte a ese cementerio que es lo único que físicamente me une a ti ella está a mi lado y cuando mis lágrimas inundan mis ojos ella calla y ahí sigue a mi lado. A veces me acaricia el hombro. Otras veces, no. Pero sé que está a mi lado y pienso cuánto te habría gustado conocerla y cuanto habría disfrutado a ella conociéndote a ti. Habríais sido grandes amigas, amigas de verdad. yo que he tenido la gran suerte de estar rodeado siempre de grandes mujeres te digo, con tu permiso mamá, que ella es la mujer de mi vida.

Y aquí estamos mamá. Diez años después de esa puta llamada de teléfono que rompía la noche para que Carolina me diera tan negra noticia con esas lágrimas que no la dejaban hablar.

Carolina, esa niña que se me ha hecho mujer y que siempre tengo la sensación de que hablo poco de ella. Seguramente es que la amo tanto que me da pudor no quedar a la altura de lo que me dice el corazón. Es una niña tan dulce, tan hermosa, tan buena, tan bonita. Esa sonrisa. Esa voz. ¿Qué te voy a contar mamá que no sepas ya? La queremos los dos tanto. Tardó en llegar a nuestra vida pero llenó ese rinconcito que nos faltaba y que era tan importante para nosotros.

Estamos muy bien mamá. Estate tranquila. Ya se que me queda todavía algo por hacer. No me lo digas. Confía en mi. Ese coraje y esa lucha que tú me enseñaste lo conseguirá. Es tiempo de lucha y de trabajo. Ojalá que mi próxima carta te vea una sonrisa total en tu cara preciosa.


Mamá me tengo que ir. Esto definitivamente no puedo publicarlo en Facebook. Es larguísimo. Algo ingeniaré pero allí saldrá. Todos deben saber de ti.

Te echamos muchísimo de menos. Te queremos cada día más. Sabemos que ahí estás disfrutando de nuestro éxitos y apoyándonos en nuestros pequeños fracasos, que los tenemos.

Mamá, me despido de ti con la palabra porque con la mente no puedo. Siempre estás dentro de ella.Te envío una rosa roja. Esa rosa roja que tan orgullosa llevabas los días de elecciones. Esa rosa roja que anida en nuestro corazón. Te mando un beso muy fuerte. Un beso que daría mi vida para poder dártelo en persona y que te debo desde hace diez años y que no pude darte pero que siento en lo más hondo de mi alma  que estás recibiendo porque mis ojos y mi cara se llenan de lágrimas  de congoja y de alegría. De congoja porque no estás a nuestro lado. De alegría porque siento tu boca en mi mejilla y tus maravillosas manos, como dice María, acariciándome para consolarme en este momento tan emocionante.

Te quiero. Te queremos. Siempre. Cada día más. Aunque hoy, puto 16 de febrero de 2014 hayan pasado diez años. Diez años después.



La muerte se llama Olalla - Jesús Ferrero





Jesús Ferrero es un autor que se dio a conocer en 1982 con un éxito editorial, Belver Yin, que le convirtió en la gran esperanza de nuestra literatura. A fecha de hoy ha publicado más de treinta novelas de las cuales había yo leído dos.

Me encontré con este libro, La muerte se llama Olalla, de casualidad como quizás se encuentran los libros. Quedé sorprendido por su portada tan bonita tan habitual, por otra parte, en la Editorial Siruela, y por ese título tan original como precioso.

Ollala es una joven que murió hace unos meses en un accidente de tráfico. No obstante, su madre tiene serias dudas al respecto. Su novio ha cambiado de objetivos y ahora trabaja de cuidador en un centro psiquiátrico. Su mejor amiga, una mujer mayor que ella, lleva una vida lujuriosa y despreocupada. Su diario no aparece. Y para colmo tres personajes siniestros aparecen cerrando el círculo entre todos los que rodeaban a la joven.

Ágata se ve obligada por una amiga común a seguir el caso, pero pronto se dará cuenta que es  una mera observadora de los acontecimientos y que su participación o inhibición serán las claves del resultado final.

Esta historia se debate en un Madrid decadente donde la crisis actúa como un ente manejado por los políticos y poderosos para lograr sus objetivos. Una trama de venganza, dolor, violencia, drogas y bajos instintos, que por más los practique la alta sociedad no dejan de ser asquerosos y punibles.

El libro empieza de forma majestuosa con la narración del diario de Olalla:

"Años atrás, cuando la riqueza brillaba con sus burbujas vanas y las finanzas de corto aliento, cuando se regalaba dinero etéreo y los medios de comunicación proclamaban que España era la octava economía del mundo, las calles y las piscinas de Madrid se vaciaban en agosto.
Los que tenían el buen gusto de quedarse en la ciudad y no llenar las playas con sus cuerpos pringosos y enrojecidos podían disfrutar de un Madrid íntimo y tranquilo, que invitaba a gozar de los placeres de la amistad y del amor, o a tumbarse en el césped de las piscinas lejos del tumulto y con la misma tranquilidad que en una piscina privada.
Pero todo ese mundo reluciente y caduco es ahora solo un sueño del pasado. Muchos madrileños han renunciado a las vacaciones fuera de casa y la piscina del estadio de Vallehermoso, que frecuento desde niña y que otros años se despoblaba en el ecuador del verano, rebosa de madres, niños y vecinos sin un euro en el bolsillo. En el césped del cercado de cipreses adyacente a la piscina principal, ya no caben más cuerpos tendidos al sol. A la incomodidad de una situación que se presenta como novedosa, se une el desasosiego que me produce la lectura de la prensa en este verano tan sangriento del 2012 que los devotos de las falsas interpretaciones del calendario maya consideran definitivo para la humanidad y para todo el sistema solar, ya que no dudan que va a ser el año del fin del mundo. En parte les doy la razón, pues si bien no creo en el fin del mundo, sí pienso que se está constatando, de forma cada vez más evidente, el fin de un mundo vinculado al dinero y los negocios fáciles." 

Pero todo se diluye de repente cuando empiezan a aparecer una serie de personajes absurdos que deambulan por unas situaciones muy poco trabajadas y con unos diálogos que chirrían de lo mal que están escritos:

"Cuando muy de mañana se despidieron en Madrid, Gaby le dijo al oído:
-Tras la muerte de Olalla tenía claro que me iba a suicidar para irme con ella al país de irás-y-no-volverás, pero tú me has devuelto a la vida. ¿Te gustaría que fuésemos amantes?
-Sí, y quiero que vengas a verme de vez en cuando a París.
-Lo haré. Te lo juro por mi vida."

A Ferrero le interesa adentrarse en las zonas oscuras del ser humano, a la vez que poner de manifiesto que la línea entre el bien y el mal es muy delgada, y explorar aquí el impulso de venganza. Asimismo, no deja de estar presente el gran potencial de la novela negra para resaltar problemas y cuestiones sociales. Ferrero ambienta su novela en 2012, año en el si bien no se acabó el mundo según pronosticaban, sí ocurrieron luctuosos sucesos como el hundimiento del Costa Concordia, y no hace falta señalar el carácter simbólico del naufragio de un barco con ese nombre, la matanza en un cine de Denver en el estreno de Batman o la de la isla  de Utoya, hechos que recoge y comenta Olalla en su diario, única parte interesante de esta novela, y sitúa la acción en un Madrid espectral y fantasmagórico marcado por la crisis y en decadencia, donde están a la orden del día los desahucios y los conflictos.

La novela habla del enfrentamiento entre dos formas de entender el mundo: una con la que la mayoría se identificaría, en la que aún tienen cabida los sentimientos en toda su poliédrica dimensión, con la que se experimenta, se ama, se odia, se busca, se encuentra y se pierde; y otra manera de habitarlo, que consiste en verse a sí mismo como a un depredador sediento de almas y cuerpos ajenos, sin conciencia ni más apetito que la autosatisfacción; cualquier medio está justificado, y uno no debe tener el más pequeño miramiento para coger lo que desea. Ferrero nos enfrenta directamente con los verdugos de los que hablaba Sartre, y nos pregunta si debemos respetarles, considerarles seres humanos. Con múltiples referencias a la actualidad de nuestro país, el autor refleja una España en crisis, donde la mayoría de nosotros busca sobrevivir y enfrentarse a los vaivenes de una existencia que lucha contra la banalidad y la superficialidad impresas en el nuevo lema de una economía destrozada: “sálvese quien pueda”. Pero unos pocos, ajenos a preocupaciones materiales, de familias que provocaron la crisis, toman a la mayoría como el ganado perfecto del que aprovecharse para saciar sus apetitos más bajos e infames. Pero, aparte de lo dicho anteriormente, no esperaba encontrarme con un sorprendente fallo narrativo en un autor de este bagaje. Por supuesto, es algo que sucede en determinados momentos, no en toda la novela, pero es una astilla que molesta en una obra que podría ser muy atractiva. En ocasiones parece que Ferrero no distingue, en cuanto a la forma, entre el narrador y algunos de los personajes, parecen la misma persona, como si en un determinado momento, hubiera perdido la perspectiva del texto y no lograse dotarles de voz propia. Ignoro la razón por la que esto sucede de forma intermitente, aunque también he detectado algo más, no menos extraño en un escritor de esta experiencia: a veces, algunos personajes parecen declamar, contando a otro algo que ambos, y el lector, deberían saber y que no es necesario explicitar. Máxime en una novela de misterio fácil de seguir y que ya tiene narrador.

En fin, una novela fallida que se queda en agua de borrajas aunque con momentos impactantes cuando aparece el diario y con una portada y título genial. En definitiva, un envade precioso que contiene en su interior poca cosa. Pura apariencia.

El rapto de las Sabinas - Francisco García Pavón



Manuel González, alias “Plinio”, el genial personaje creado por Francisco García Pavón (1919-1989), es un hombre tranquilo, escéptico y liberal, que no destaca por su atractivo físico, por sus crisis existenciales, por sus problemas morales, ni “goza” de un pasado oscuro. Manuel González es sencillamente el jefe de la Policía Municipal de un pueblo manchego: ¡Tomelloso! Provinciano, rural … tan lejos de lugares cosmopolitas como París o Londres, de los oropeles de Venecia, de las grandes urbes americanas; pero tan cerca… La Mancha, el gran escenario de la literatura hispana.

Nuestro detective es un tipo cercano, de condición humilde, “cachazas” y socarrón, un anti-héroe que resuelve sus casos por el sentido común y por el buen conocimiento que tiene de sus vecinos. No necesita laboratorios, ni policía científica. Es un hombre pragmático que presta atención a todo lo que le rodea, incluso a las habladurías de la gente si es necesario, “con la endemoniada costumbre de mirar entre pestañas”, de manera que es muy difícil saber dónde posa sus ojos. Su mejor arma es su intuición, “sus pálpitos”, que casi nunca le fallan. Un “sabueso puro” al que los crímenes le ponen contento y le sacan del aburrimiento.

Pero Plinio no trabaja solo; cuenta con la ayuda inestimable de Don Lotario, el veterinario del pueblo. Don Lotario, un hombre pequeño y anticlerical, no se limita a contar las aventuras del policía, a pesar de la admiración que le profesa. Es un ayudante aficionado, sí, pero fiel, un interlocutor fiable y el mejor amigo de Plinio y además… tiene coche, hecho que facilita mucho las investigaciones: un Ford T en la época de Primo de Rivera, y un Seat 600 en las andanzas posteriores.

Profundo conocedor del alma humana, Plinio se enfrenta al lado más oscuro del comportamiento de sus vecinos: la pobreza, la envida, la mezquindad en sus diversas manifestaciones -criadas que quieren ser señoras, disputas por herencias, padres y hermanos que cometen crímenes de honor. Y a “los señoritos”, la gente bien del pueblo tan amarrada a su poder y a sus prebendas, que le pueden arruinar la vida con una simple llamada a Madrid. 

La muerte, el sexo y el misterio no faltan nunca en sus aventuras. Y gracias a ellas, a sus investigaciones, el autor va tejiendo un tapiz costumbrista de la España profunda y un muestrario maravilloso del lenguaje popular que hace las delicias del lector: “Si hubiese sido de condición zorra, hubiese arruinado a todos los hombres de Tomelloso y aun de Socuéllamos y Villa Robledo. Pero nació decente y con su mera presencia atormentaba a todas las braguetas del contorno… ¿A qué digo verdad, Manuel?” (El rapto de las Sabinas).
Las primeras andanzas de Plinio se ambientan en los años veinte, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, pero a partir de El reinado de Witiza (1968) se sitúan en época contemporánea a su publicación, el franquismo y la transición. En las primeras viste gorra de plato, guerrera azul y sable. Posteriormente, uniforme gris, correajes y revólver.

Plinio es un hombre de su tiempo y, como tal, no nos engañemos, machista y homófobo. Su mujer y su hija están en casa, entregadas al cuidado del marido y padre, procurado que su comida esté en hora, que tenga una bebida fresca al llegar, que su uniforme resplandezca, que no le falte de nada. La homosexualidad, que aparece en algunas de sus historias, se trata con cierta sorna.

Nuestro policía fuma sin parar, cigarrillos de liar cuando hay tiempo, cuando no, Celtas, durísimo tabaco negro donde los haya, o Farias. Le gusta tontear con Rocío, la buñuelera andaluza, y es asiduo de tertulias y partidas en el casino con las fuerzas vivas de la localidad. 
Su curiosidad, sus habilidades deductivas, su socarronería, su buen hacer y su bonhomía lo convirtieron hace muchos, muchos años en uno de mis detectives favoritos y sus aventuras fueron de mis preferidas en mi juventud.

Plinio es considerado el pionero de la novela policíaca española, muy lejos de los estereotipos anglosajones. Es un personaje humano, complejo, sembrando el camino para posteriores investigadores compatriotas: el Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán o el sargento Bevilacqua de Lorenzo Silva.

Me he puesto a releer en estos días El rapto de las Sabinas y tengo que reconocer que me sigo divirtiendo con estas historias muy bien escritas con ese lenguaje tan especial y localista que emplea Francisco García Pavón. Palabras tales como alpear, alujero, asura, bacín, bombizo, casquete, catral, chuchurrio, cicato, copero, cuartillejo, francisquilla, gobanilla, hurre, parcilla, picholero, quiquilicuatre, relicenciao, semeje, soñarra, tapial o zurra del habla de lo profundo de La Mancha aparecen en el relato dando a la lengua española un gran poderío y belleza.

Y ahí se encuentra La Mancha por donde pasean estos dos singulares personajes dignos sucesores de sus geniales paisanos del siglo XVII. Una región que ya no es como antes. El tiempo la ha transformado. Ya no hay mulas sino tractores, pero su paisaje permanece inmortal: "Carretera de Záncara adelante, entre risas y choteos solemnísimos, dejaron atrás el bombo de Menora, Pinilla, la casa de don Sergio, Guadiela, Sagastizábal, el Coto, Bodega del Sevillano, Casa de los Árboles, el Carril de la Moscarda (que lleva a Escarramán y Pocopán). Lejos: Coreóles. Aquél es campo raso, de llanura sin pliegues, muelas, gajos, motas y ni siquiera tetas que alzasen una cuarta el nivel del camino y de sus viñas aledañas. Por allí los autos corrían de verdad, sin más temor que la estrechez de la carretera."

Esa Mancha que tanto disfruté hace años. Esos campos de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo que tan feliz me hicieron y que cada vez que puedo vuelvo a ellos a extasiarme en su contemplación. 

El rapto de las Sabinas y Plinio me han devuelto esa visión gozosa y esos años que por allí estuve con sus tierras y sus maravillosas gentes.

Cuando el sol esté en lo más alto y castigue con ferocidad sus terrones y espigas en ese mar amarillo sin fin, levantando calima, si miramos hacia el horizonte quiza nos parezca ver cabalgar a Don Quijote y a Sancho a lomos de Rocinante y Rucio... o quizás nos equivoquemos y sean Plinio y Don Lotario en su Seat 600.

Mejor Manolo - Elvira Lindo



Cuando a mediados de los noventa ("el principio de los tiempos") un compañero de trabajo me presto una cassette con las aventuras de un niño desternillante descubría a Manolito Gafotas. Con pocos libros he conseguido reir a mandíbula batiente como con los suyos. Fueron uno de los mejores regalos que hice a mi hija Carolina (supongo, aunque habría que preguntárselo a ella) y yo deseaba que los acabara para tomárselos prestados, cosa que "confieso de forma pública" en estos momentos.

Acabo de terminar el último de la saga en el que Manolito, mejor Manolo, se nos ha hecho mayor. Ahora es ya un preadolescente al que se le ha afilado la cara y se ha cambiado el flequillo. Tiene una novieta, Melody Martínez, de familia desectructurada que le adora aunque a él le moleste. El imbécil sigue siendo un genio manipulador que será un as de la informática y seguramente un DJ de éxito en "todo el mundo mundial". Su gran amigo "el cerdo traidor" Orejones López será también un estilista famoso y su nueva hermanita la Chirli emulará en los escenarios a Lady Gaga. La familia está hipotecada hasta la médula y su madre Cata se hace autónoma y le sisa de su cartilla de ahorros, regalo de comunión de la Luisa con 500 €, para poder comprar las herramientas de trabajo. Su padre Manolo empieza a tener achaques coronarios y su abuelo se está haciendo cada vez más viejo. La crisis económica está en su apogeo y los que gobiernan son todos unos "chorizos".

Pero él se pregunta para que sirve y es el abuelo el que se lo dice:

"—Muy bien, te lo voy a decir de verdad. Hay niños a los que enseguida se les ve para dónde van a tirar. Tu hermano es un genio, eso lo sabemos, aunque sea un egoistón. Y tu hermana es una estrella, eso lo saben hasta los chinos de Rusia. Y el Orejones... No sé si servirá para algo pero si a los doce años lleva ese flequillo con tanto desparpajo seguro que va a saber buscarse la vida.

—Vale, pero... ¿y yo?

—Pues luego hay niños que nadie sabe para lo que sirven...

—Eso es lo que me pasa a mí.

—Pero ¿sabes por qué? Porque es muy difícil de explicar lo importantes que son.

—Eso es peloteo. Yo no soy importante.

—Lo eres. Quieras o no. Y todo el mundo te necesita en esta casa. Pero son cosas que nunca se dicen. Nadie va a decir nunca que la vida no sería igual sin este Manolito.

—Mejor Manolo, abuelo.

—Es que si digo Manolo es como si hubieras crecido, y me da pena, majo mío, qué le voy a hacer."

Y es que es verdad. Todos te necesitamos Manolito, mejor Manolo, perdón, todo el "mundo mundial" te necesita para seguir riéndose con tus salidas y para que sigas haciendo de Carabanchel Alto el barrio "más importante de Europa".

Gracias Elvira Lindo por hacerme disfrutar con tu genial personaje desde hace veinte años.