miércoles, 30 de marzo de 2016

Aduanas de agua



Como fruto de obsesión, escrita como una precisa, exacta y milimétrica imagen, con versos profundos como de crepúsculo oscuro y anochecido, sin poder dejar ni un solo suspiro anodado en su lectura, como un añadido de limón al almíbar justo para que el cóctel sepa tan acogedor y estimulante como las notas del Almost blue en la trompeta de Chet Baker, así me siento tras la lectura de Aduanas de agua de Juana Ríos.
Peces que nacen de las crisálidas de una mariposa, palabras que dibujan emociones en océanos interiores, dos personas escuchándose bajo la noche y sus estrellas, sin prisa, de manera pausada y lenta, suspendida en el tiempo, abrazados sin que se adivine ningún hueco en la forma de sus cuerpos. Deseo inquieto en una calma y una paz cómplices. Magia en la oscuridad atemperada en el sabor húmedo de la sal. Verdad del momento que siente con el alma en melancolía sin pensar en un futuro de incertidumbre que se diluye, queriendo paralizar la nube que sólo responde al capricho del viento. Vida que continúa con cada sol que ilumina los callejones de la ciudad en un naufragio de nostalgia. Búsqueda permanente y ansiosa del mar ámbar de una mirada ansiosa de la aparición para que te atraviese la esencia del ser y que te hace viajar hacia sábanas empapadas por el sudor de dos cuerpos desnudos que se aman abándonándose a la fruición. Miradas a un mar, azul o gris, que todo te lo da y todo se lo lleva, pero con el deseo anhelante de que algún día te lo vuelva a entregar. Sueños que todo lo salvan. Eternidad que la dualidad construye.

Versos largos y sentidos como ese mar Mediterráneo que se abraza con el océano Atlántico, mecidos por aires difíciles de Levante y Poniente, caprichosos y antojadizos en su veleidad. Ríos de tinta azul que hablan de voces que arañan el papel Mordiscos que emergen desde lo más profundo del alma para reanimar un corazón que se ha quedado vacío de latidos por una pérdida y una huida.

Algeciras, ciudad de Juana Ríos, situada en una bahía en pleno estrecho de Gibraltar, donde se encuentran dos mares y se funden en uno y nido de intercambios con África a la que parece que, con sólo tender un brazo, se puede tocar en su lejana cercanía, de precioso nombre como los árabes la bautizaron, Al-Yazira al-Jadrá', isla o península verde, antes llamada por los romanos como Ilulia Traducta, Ilulia la Transportada, es el norte de otro sur que desde sus calles se divisa, desde su fachada de mar, desde sus colinas y desde sus sierras interiores llenas de valles dibujados por ríos y arroyos.

Desde esa ciudad, desde sus playas y calas, desde sus acantilados, desde las puntas Carnero, del Fraile y Acebuche, Juana Ríos escribe un poemario lleno de la luz del Atlántico y de la caliginosa y sombría bruma luminosa del Mare Nostrum con absoluta desnudez y plagado de bellas palabras en unas Aduanas de agua que son frontera hacia el dolor de la ausencia.

Hay un hueco en mi colchón
con la ausencia de tu cuerpo
y en mi almohada duerme tu voz, repite mi nombre cada noche,
una y otra vez,
para espantar el olvido.


Palabras de sentimientos y emociones. Palabras llenas de colores y objetos que discurren entre las calles y callejones de la ciudad, por la arena de la playa y por un mar azul o gris. Palabras que nombran a diferentes animales  como símbolo vital de la autora en sus diferentes estados de ánimo plagados de peces, camaleones , cucarachas, pájaros, mariposas o gaviotas. Olores y sensaciones de emoción desmedida y asilada en una intimidad que te transporta por unas calles de luz y oscuridad  y un mar que hermana a dos culturas y se emborracha en un torrente que habla de voces vacías de latidos y que te devoran a mordiscos el corazón.

Aduana de agua es un viaje a lugares prodigiosos que, con fortuna, siguen existiendo y que perviven muy dentro de Juana Ríos, al escribir y al recitar sus versos, y que son latidos de vida que mueven los relojes en la cárcel de la piel del ausente. Son naufragios vitales en las orillas de una cama y habitaciones donde desembocan todos los mares. Es una colección de instantes en un silencio que grita angustiado como mapas acariciados entre nuestros dedos. Es agua, viento, olor a mojado, sol, luna, hinojo, romero, montañas, balcones, ternura, muerte, vida, palabras, temporales, memoria, vacío, ausencia, recuerdos, sueños, lloros, olvido, tristeza, tiempo, memoria, dolor, esperanza, lágrimas, nostalgia, esperanza, fuerza, espejos, cuerpos desnudos, amor, risa, canción, sudor, amante, locura, angustia, lluvia, miedo, infancia, gozo, recuerdo, abandono, abrazo, huesos, carne, escombro, sumidero, cloaca, estrellas, cielo, señales, ... Aduanas de agua es un canto a la emoción.

y el viento de Poniente
que refresca lo oscuro de este verano en retirada,
me envuelve, posándose sobre mi como un abrazo,
para decirme que no busque con los ojos,
que no espere la voz o la risa con el traje de tu cuerpo
porque vive tu ternura ajena a la muerte,
transitando por lo mortal de mis pulsos.
En mi propia vida, en el rojo de mi sangre.
Y en mi sonrisa.



©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega