miércoles, 13 de agosto de 2014

El Sur - Adelaida García Morales


La misión de la literatura es la de narrar historias y hacernos partícipes de un sentimiento. El Sur es un relato de Adelaida García Morales en donde se nos muestra la gran fragilidad de sus protagonistas lleno de reflexiones introspectivas para entender sucesos y comportamientos externos.


En El Sur se narra el paso de la infancia a la adolescencia de una niña durante la posguerra, marcada por una ausencia física, pero presencia de sombra, añorada, cuyo peso se hace sentir doble a causa de su misma realidad fantasmagórica, en un ambiente mágico y misterioso.

El relato gira en torno a la figura que Adriana tiene de su padre y sus intentos por comprender los misterios que le rodean en una sucesión de recuerdos que la niña irá evocando desde su presente actual, a partir del suicidio del padre y su interés por comprender por qué lo hizo y cuál era el sufrimiento tan grande que escondía.

Adriana nos cuenta su infancia y adolescencia junto a su padre que había abandonado su ciudad natal, Sevilla, por algo muy grave, escondiéndose en un lugar sombrío y lejano. La muerte del padre será el motivo que mueva a Adriana a encontrarse por fin con Sevilla y darle a la historia el desenlace con la resolución del conflicto, con lo que Adriana podrá empezar una vida sin los fantasmas del pasado, al encontrar en el sur las respuestas a todo lo que siempre la ha atormentado, pudiendo por fin conocer este lugar mágico y soñado.

Narrado en primera persona por Adriana, se dirige a su padre contándole como vivió ella la historia a modo de reflexión, consiguiendo con ello un punto de vista poco objetivo pero de absoluta verosimilitud donde experimentamos la sensación de estar leyendo una carta que la hija le dirige al padre ya fallecido.

Todos los personajes son muy importantes en el relato pues de su singularidad depende el magnetismo y evolución de la historia. Los principales son Adriana y su padre, Rafael; y los secundarios son la madre, la tía Delia, Josefa, Gloria Valle, Miguel y Emilia.

Adriana está identificada con su padre y tiene el objeto de descubrir el mundo mágico,  representado por el péndulo, de éste para poder alcanzar su felicidad. Para ello tiene la ayuda de su tía Delia, que representa el sur, y en contra todo lo que la rodea y que se opone a sus fines.  Rafael, el padre, intenta huir de su tormentoso pasado a través de Adriana para conseguir también su propia felicidad, ayudándole el ambiente que le rodea obstaculizado por las sombras del pasado. La madre, para conseguir su felicidad necesita llevar una vida normal ante la incomprensión de su familia, apoyándose en su amiga Josefa frente a su hija y a su marido. Es una madre poco amorosa y nada comprensiva, tanto con la niña como con su esposo.

Todos desean escapar de ese lugar oscuro y sombrío donde viven y que el padre ha escogido para su huida. Un lugar que irá degradándose junto a los personajes a medida que pasa el tiempo y los protagonistas se van sumiendo en la más absoluta soledad. Aparecerá cada vez más abandonado y desolado, incrementándose la imagen triste y oscura. Pero al ir a Sevilla, esa ciudad del sur, donde está la felicidad que es negada a todos, Adriana correrá a encontrarse con el pasado de su padre, para poder empezar una nueva vida en un desenlace también lleno de magia y misterio. Dos mundos encontrados. El norte, donde apenas el sol sale y la lluvia y la nieve son constantes, frente al sur, Sevilla, otra tierra, una ciudad de leyenda, el escenario de un sueño fantástico donde el sol parece brillar con una luz diferente.

El relato tiene una historia no lineal que empieza en el presente de Adriana, retrocede al pasado a contar la muerte paterna, retrocede aún más atrás en el tiempo para aclarar los detalles de la infancia y juventud, hasta llegar hasta el momento actual de nuevo, haciendo una reflexión sobre este presente dejando la veda abierta sobre su futuro.

Un tiempo o espacio temporal que se hace notar a través de la mella que hace sobre los personajes a medida que la historia avanza y que los va sumiendo en una tristeza y hostilidad intrínseca a todo lo que les rodea, y que según va avanzando, nos muestra el simbolismo de la casa donde habitan que se va haciendo cada vez más abandonada y deteriorada, pero que al final da a Adriana una oportunidad. Una oportunidad debido a su juventud. Adriana podrá comenzar de nuevo, dejando atrás todas las sombras que le atormentaron en su pasado.

Fascinante el arte del buen contar y asombrosa la capacidad para detener el tiempo. Sin duda alguna, la dimensión poética e imaginativa que ante nosotros se nos muestra, nunca podrá dejarnos indiferentes.



Adelaida García Morales crea y construye un mundo y una atmósfera a través de unos medios expresivos trabajados con lenta y madura sabiduría, frente a una posible tendencia actual hacia lo inmediato, a lo fácil como valor absoluto, contándonos la historia de esta muchacha que vive envuelta en la maravilla del aura mágica de su padre en una historia aparentemente sencilla y transparente. Pero el mérito de la autora no es que la historia lo sea, sino que haya conseguido de forma tan perfecta hacérnosla ver así en una clara relación con la visión romántica del siglo XIX, donde lo inefable, lo inaprensible, lo que está más allá de la experiencia racional cobra absoluto protagonismo.


El Sur nos describe conductas del padre que resultan contradictorias, ambiguas, por motivos desconocidos y que se convierten en causa del sufrimiento, en un ambiente cargado e impregnado por la fe y una práctica religiosa de la que solo se excluye él, lo que le condena para la familia y los conocidos. Esa religiosidad que Josefa imbuye en la niña adiestrándola en la búsqueda del pecado, causando el final de la inocencia. Poco a poco la calidad de la imagen del padre se enfría y aparece un lado amargo e implacable que ensombrece su figura y lo hace humano, rompiendo con la visión idealizada que tiene de él la niña, y en donde en este proceso de evaluación se une la maduración de Adriana y el deterioro del padre que hay que calificar de autodestructivo.

El mundo que encontramos en El Sur presenta una oposición semejante  entre el mundo de la infancia y el mundo de los adultos. En este último siempre hay elementos represivos que más allá de lo razonable imponen un modelo autoritario, que limita la libertad y afecta negativamente a los más débiles.

Las vidas de los pocos personajes de El Sur se nos muestran en su precisa individualidad. El tiempo histórico cuenta, esa España tremenda, triste, apagada, de los años 50 del siglo pasado, con los recuerdos de la guerra civil amortiguados, pero no adormecidos que, no obstante, no quitan el verdadero protagonismo de los personajes  que son seres humanos que terminan apoderándose de todos nosotros no porque entren y salgan, digan frases ingeniosas, se esfuercen en caracterizarse, en ser alguien a fuerzas de palabras y de actitudes, sino porque forman parte de un continuo narrativo sostenido por un aliento poético que no falla.

Adelaida García Morales es una gran narradora. Su pequeño relato, El Sur, una absoluta obra maestra.






©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

viernes, 8 de agosto de 2014

Azul Vermeer - Mar Mella


El año pasado, casi por casualidad, cayó en mis manos un libro cuya lectura me entusiasmó. Pero este blog de Macondo no había nacido aún y yo le debía una reseña a esta novela que fue una de las mejores que había leído en ese curso. Una reseña que se me antoja que me va a ser difícil de escribir porque siempre será imposible describir tanta belleza.

He vuelto a releer Azul Vermeer de Mar Mella y he vuelto a disfrutar. ¡Qué digo!, he disfrutado mucho más que la primera vez. Azul Vermeer es arte no solo por su argumento. Azul Vermeer es una sinfonía de colores que nos transporta a un mundo en el que pintar un cuadro tenía que ser mucho más complicado que ahora.

Johannes Vermeer pintó en sus veintidós años de carrera artística quizá no más de cincuenta obras, de las cuales nos han llegado a nuestros días solamente treinta y siete, no dejando dibujos o pinturas preliminares detrás. A finales del siglo XVII y principios del XVIII, los documentos y subastas de la época decían que había más obras del pintor de Delft y hoy en día parece corroborarse que hay de seis a diez cuadros que o bien permanecen ocultos o bien no han sobrevivido.

Este es el motivo para que Mar Mella nos introduzca en la historia de la novela con la aparición de un supuesto cuadro perdido y no catalogado del pintor holandés. Un cuadro en el que se representa un "rostro de mujer iluminado por la luz de una ventana próxima. Tez pálida, cristalina, con una sombra que intuye sonrosada reflejándose en sus mejillas; ojos a los que no puede adivinar el color y que, sin embargo, están dotados de un hermoso brillo, boca contraída ligeramente en una mueca de tensión. Habitación de baldosas negras y blancas; una cortina que no logra velar la claridad de una ventana invisible; una de las manos reposando sobre la chimenea y la otra, cerrada sobre un pañuelo al que, aún así, se le adivina un delicado tejido de encaje."

Quien nos describe con estas palabras el cuadro, una magistral mezcla de varias obras de Vermeer fruto de la imaginación espléndida de Mar Mella, es Marta Miralles. Marta es restauradora de arte a la que se le encarga trabajar en un cuadro perteneciente a la madre de una familia propietaria de una casa de subastas en las que hizo prácticas al finalizar su carrera. Es una chica joven, aparentemente torpe, insignificante y sin gracia, muy tímida y cerrada en sí misma, distante con todos, con ojos yermos e inexpresivos que muestran indiferencia, una vida social prácticamente nula, callada. Pero Marta cuando se pone delante de un cuadro con su trabajo se transforma totalmente porque esa es su pasión que le obliga a dar lo mejor de sí misma y superar todas las dificultades por muy grandes que estas sean. Marta tiene el don de introducirse en el cuadro e interactuar con los personajes. Es una mujer que aunque en apariencia pase desapercibida, resulta interesante a todos aquellos que se cruzan en su vida.

La novela nos va narrando los motivos de la forma de actuar de Marta que ha tenido una infancia muy infeliz y que por un desengaño y una tragedia familiar, decide poner tierra por medio y abandonar Madrid. Acepta una beca que por sus brillantes estudios le ha sido concedida para que vaya a Amsterdam para prepararse en el taller de un gran experto en pintura flamenca y, en especial, de Vermeer, Ruud Smits, que la apoyará como a una hija y le traspasará y enseñará todos los secretos de la profesión.

La trama nos irá paso a paso, con saltos en el tiempo, desvelando toda la historia de Marta y de Ruud, viajando desde la Guerra Civil española, en la que un adolescente Ruud acude alistándose en las Brigadas Internacionales, hasta nuestro días.

Y Mar Mella compone con una meticulosidad propia del genial maestro holandés de Delft un puzzle lleno de piezas y escenas de forma absolutamente increíble , donde, al acabar el libro, aparecen encajadas mostrándose ante nuestros atónitos ojos como una imagen bellísima y llena de vida.

Azul Vermeer es un combinado de muchas cosas: es arte, es una historia original, es una sinfonía de colores, es pasión por la pintura, es casi un tratado de psicología, es humanidad con sentimientos en estado puro, es un aprendizaje de como mirar un cuadro, es orgullo por un oficio, es historia, y es el remanso de paz y ese regusto que te deja dentro según vas avanzando en su lectura, con la convicción de que te encuentras ante algo verdaderamente grande.

Confesaba al principio que me iba a ser muy difícil escribir esta reseña, y eso me está pasando porque no quiero desvelar nada para que todos cuando leáis el libro os empapéis, igual que yo ya he hecho dos veces, de la historia que camina de forma muy fluida hacia el final más impactante y sorprendente que he leído en mucho tiempo. Pero claro, lo más difícil es encontrar las palabras adecuadas que describan lo que tanto me ha llenado y que estén a la altura de lo que Mar Mella nos relata. Y es que Mar Mella escribe bien, apasionadamente bien. Describe las escenas con una delicadeza exquisita y crea unos personajes magníficos. Marta Miralles, absoluta protagonista de la narración, se convierte en una de las grandes heroínas de nuestra literatura. Tememos con ella, sonreímos con ella, lloramos con ella, nos aferramos a las solapas del abrigo con ella, enmudecemos con ella, amamos con ella, vemos todo a través de los ojos de ella. Vemos a través de sus ojos ese cuadro de Lectora en azul, descubrimos con sus ojos las manos de Ruud y sabemos que "son largas y estrechas, con cada hueso marcado en una piel fina y cruzada de arrugas", y vemos nítidamente  su liturgia para quitarse  la larga bufanda y como la dobla en un pequeño y perfecto paquete que guarda en el bolsillo de su abrigo. Ese Ruud, también genial, que como casi todos los hombres que tratan con Marta, siente por ella un gran amor pero calla y guarda también su secreto. Ese Ruud que enseña a Marta todo su saber porque descubre en sus ojos lo que la muchacha vale.

"La composición está muy cuidada, aunque a la vez es tan austera y casual que no resulta forzada. Ella está ensimismada leyendo la carta, tan distante... y luego está esa luz, casi mágica, que entra desde la ventana que no se llega a ver. No se, pero hay una atmósfera que hace difícil apartar la mirada."


Marta es omnipresente en casi todo el libro y en las pocas escenas en que no aparece los personajes hablan de ella. Marta es un personaje de tal calibre que empequeñece a todos los también magníficos actores de la novela, aparte de Ruud: Javier, Miguel y Emilia Medraño, Paddy Donaldson, Cecilia, el padre y la madre de Marta, Augusto Carmona, Lola, Mencía y el resto de sus hermanas, el boticario, ...


Mar Mella nos regala con Azul Vermeer un libro bellísimo. Un libro que no podrás dejar de leer cuando lo empieces y que, cuando lo termines, absolutamente sorprendido, querrás volver a releerlo para apreciar todos los matices que se esconden en sus páginas y que se te hayan pasado por alto debido a esa lectura apasionada que provoca y volver a ver esa luz y ese azul de Vermeer y el resto de gama de colores a través de los ojos de Marta Miralles, y nos haga contener el aliento producto de la magia de tener delante de nosotros una obra de arte original que es lo que provocó a nuestra protagonista a decidirse a dedicar su vida a preservar ese hechizo.


Pdta.: Mar, mi querida Mar, espero que esta humilde reseña te haya gustado. Te la debía y la he escrito con todo el cariño que siento hacia ti y con la esperanza de poder conocerte algún día personalmente ya que no me conformo simplemente con las redes sociales. 


Pero eso si, te voy a a pedir encarecidamente que termines pronto esa segunda novela ambientada en la mágica isla en la que habitas y que nos vuelve a hablar de arte. Mientras llega ese momento ansiado nos tendremos que conformar con este maravilloso Azul Vermeer, lo que ya es muchísimo para los que amamos la buena literatura.

Muchas gracias Mar por hacerme pasar, a mi y a tantos que he recomendado la lectura de tu libro, esas horas inolvidables. Puro arte.

©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega

jueves, 7 de agosto de 2014

Una tarde oscura - Juan Pedro Martín Escolar-Noriega




Una tarde oscura



Relato clasificado en segunda posición en la votación popular de
los Premios Utopía: Sueños, deseos, ilusiones y esperanzas.

¿Cuánto tiempo hace qué no te veo? ¿Qué pasó en ese último instante en qué te vi y que ninguno de los dos sospechó que iba a ser el último día en qué nos veríamos?

Era una tarde bochornosa de mediados del mes de junio y el horizonte estaba lleno de nubes negras que amenazaban con descargar mares de lluvia y una sinfonía trágica de truenos y relámpagos. Cuando me acercaba divisé tu figura leyendo sobre la mesa, donde reposaba una cerveza casi terminada, un libro. Quizá fuera ese libro que te había prestado hacía tres días y que tú tantas veces me habías pedido que te dejara. Ese libro que, al principio de conocernos, compré mientras paseábamos una tarde muy parecida a la de hoy. Ese libro que leí con tanta emoción, casi la misma con la que te hablaba sobre la historia que en él se narraba.

¿Qué pasó por mi mente cuando me acercaba a tu encuentro? ¿Por qué ese desasosiego y desesperanza repentinas? Me detuve en la acera de enfrente a la cristalera donde se reflejaba tu figura envuelta en una tenue oscuridad que difuminaba tu perfil y te observé detenidamente leyendo sin apartar los ojos del papel. Tu expresión me pareció que era un claro ejemplo de la emoción y alegría que me había embargado a mi años antes sumergido en su lectura.

De repente deduje que no debía interrumpir ese instante. Me di la vuelta y caminé de nuevo hacia el coche que pocos minutos antes había aparcado en una calle llena de tiendas y cafeterías. Monté en él y desaparecí de tu vida.

Ahora, cuando ya la ciudad se empieza a vislumbrar en el horizonte difuminada por el sol que cae a plomo en la inmensa estepa, después de tanto tiempo desde que me fui de ella, al volante del mismo coche que me ayudo a salir de allí, pienso con esperanza e ilusión poder volver a recuperar y tener de nuevo entre mis manos ese libro que te dejé, y quizás podamos entusiasmarnos hablando sobre él y tener ese encuentro que por mi culpa no pudo producirse esa calurosa y oscura tarde de hace ya tanto tiempo.




©Juan Pedro Martín Escolar-Noriega